Abandonada ®

Capítulo 16

Abro la puerta, y los dos se separan.

-Tía, yo... -intenta decir Blanca.

-Estela, espera que te lo explico...

-No, no me tienes que explicar nada -digo apretando los labios- Toma, tu regalo.

Y lo tiro con desprecio al suelo. Me giro y me seco las lágrimas.

-¡Espera! -dice poniéndose los calzoncillos- Estela, yo te quiero.

-Si, ¿a mi y a cuántas más? -le digo con nuevas lágrimas.

No responde, se queda en silencio.

Me voy de su casa, me voy de su vida...

Joder, solo llevamos un mes. Lo mejor será olvidarse de él, pero es que no puedo parar de pensar en todos los momentos, en todas sus palabras que me decía, ¡joder! Todo era una mentira, una puta mentira en la que caí, como una tonta. Ahora si que estoy sola, no me apetece cantar. ¡Qué cabronazo! No me lo puedo quitar de la cabeza. En fin dicen que el tiempo curará las heridas, pero esta herida me escuece y mucho.

Lloro. Lloro intensamente, es el único novio al que he amado con mi corazón. Sentía un millón de cosas cuando estaba a su lado. Tenía sentimientos muy profundos por él, por aquel imbécil.

Me costará un tiempo olvidarle...

Ando por las calles en dirección a mi casa, a mi casa solitaria. No presto atención a lo que ocurre a mi alrededor, solo estoy pendiente de secar mis lágrimas una y otra vez. Y otra. Y otra. Me he quedado sin lágrimas. Camino mirando hacia abajo para que nadie me vea los ojos porque seguro que los tengo rojos.

En la calle me choco contra una persona, sin querer le tiro encima el refresco que llevaba en las manos.

Pido mil disculpas, y el me contesta mil veces que no pasa nada. Sabía quien era, era el nuevo de la clase, con el que me choqué cuando iba corriendo aquella tarde de enero. En el instituto hablé con él y nos conocimos mejor. Qué casualidad. Y ahora me choco otra vez con él.

-Perdón, en serio.

-Vale, no te preocupes. Pero ya te vale, me debes dos.

-¿Y qué puedo hacer para deberte solo una? -pregunto.

-Mm... -se piensa detenidamente la respuesta y por fin contesta- Pues, me puedes acompañar a mi casa.

-¿Cómo?

-Hombre no pretenderas que vaya con esto por la calle, no quiero que me vean así mis amigos -dice Hugo señalando la mancha en su camisa- Es que he quedado.

-Bueno, vale. No tengo nada que hacer.

Hablamos por la calle. Su casa estaba cerca. A dos manzanas de donde estabamos. Me había preguntado varias veces que si estaba bien o si había llorado, solo le dije que no se preocupara.

Subimos a su casa. Él se va a su cuarto y yo me siento en el sofá, esperando.

Unas nuevas lágrimas más caen por mi mejilla, creía que se habían acabado.

Hugo entra en el comedor con una nueva camisa de cuadros.

-Ya esta. ¿Te gusta? -dice sin darse cuenta de lo que me pasaba- ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

-Nada, no es nada. Estoy bien -digo secándome las mejillas.

-No ahora en serio. ¿Ocurre algo?

-Pues verás, en resumen, estoy sola en la vida, nadie me quiere ni nadie se preocupa por mi.

Le cuento todo lo que me ha ocurrido, él transmitía mucha empatía.

Hugo no dice nada, se sienta a mi lado. Me mira. Le miro. Coloca las manos en mis mejillas y con los pulgares quita las dos lágrimas. Me sigue mirando y sigue con las manos en mis mejillas. Sus manos se deslizan por las orejas, llegando al cuello y recogiendo un poco de pelo. Retira una mano y después la otra. Rodea con las manos mi cintura y me acerca a él. Me abraza. Le abrazo y cierro los ojos.

-Lo siento -me susurra.

-No lo sientas.

Nos levantamos del sofá y nos fuimos a la calle.

-Todavía me debes una, ¿recuerdas? -me dice para animarme.

-¿Qué quieres decirme?

-Pues te pido que me compres un batido, fe fresa.

-¡Ay, es verdad!

Nos acercamos a un bar y le pedimos dos batidos de fresa.

Me lo acabé y le digo adiós, me detiene y me dice que me quede un poquito más con él.

Esperamos en el banco donde había quedado Hugo, pero no viene nadie.

Se estaba haciendo tarde, así que le digo que me voy y me fui.

Llego a mi casa y me tumbo, y hago lo mismo que he estado haciendo durante tres meses: pensar.