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El débil chirrido del metal resuena, esparciéndose en el amplio vacío. La oscuridad lo envuelve y sería mentira decir que no adoraba estar así. Era bastante cómodo para él, para quien estaba enamorado del silencio, de la nada absoluta.

Sus fríos ojos no saben hacia dónde mirar, pero al mismo tiempo ya están fijados a su próximo blanco, su próxima víctima que sin saber nada estaba siendo observada desde un insospechado lugar. Chrysos no quería cambiar de sitio. Después de todo ahí estaba una perfecta perspectiva de su primer amor, de la persona que le enseñó a amar, y también le había mostrado la existencia del odio absoluto.

Adelante, atrás, adelante, atrás... se balancea en un columpio que era su único medio de entretención mientras esperaba a que su nuevo amo acabase finalmente de dibujar su nuevo cuerpo. La pintura negra que Jimin esparce con su pincel, fijándose en cada mínimo detalle como la presión o el grosor de cada trazo emociona demasiado al muchacho que poco a poco iba encontrando su hogar en esas pinceladas llenas de amor, de dedicación, y de un extraño deseo que sólo el artista podía entender en profundidad.

En su estadía en Assiah, Crhysos entendió que no podía usar su forma demoníaca para ocultarse en la pintura. Su presencia sería más difícil de ocultar, y no quería que Jimin lo notara tan pronto. Después de todo acababa de llegar, y su diversión estaba recién comenzando.

Entonces, con ese pensamiento de no querer ser descubierto, Chrysos toma la forma de un simple humano. Sus ojos continúan siendo de un penetrante color azul, sus uñas siguen siendo largas y su altura es demasiada como para confundirse fácilmente con un chico de la edad que su cuerpo formado a partir de la vista de su amo podía aparentar.

Sus piernas se mueven para ayudarlo a impulsarse, y cada vez que va hacia adelante puede ver el rostro de Jimin más de cerca. Sin darse cuenta ya se está percatando de cada detalle de la piel de su rostro, cada imperfección, lunar, marca...

-"Es hermoso..."-en un despiste, el demonio siente algo.

Lo ve a los ojos, luego se pierde a sí mismo mirando fijamente sus labios entreabiertos. El silencio dentro de la pintura es tanto, que si deja de respirar y se concentra, puede oír la respiración calma de Jimin que viene del otro lado. La suave música acústica que a él le gusta tanto, el sonido de las manecillas del reloj, el viento sacudiendo las hojas de los árboles fuera del salón.

Por inercia ya sus ojos se entrecierran. Justo cuando está por esbozar una sonrisa real, una que tiene razón de ser, despierta. No puede creer que estaba cayendo de nuevo por lo mismo. Se enoja consigo y gruñe haciendo que una pequeña nube de humo blanco extremadamente caliente se escape de entre sus afilados dientes.

- Te odio tanto.-murmura enfadado. Su ceño está fruncido, sus manos aprietan con gran fuerza las cadenas de hierro del columpio hasta que éstas empiezan a arder bajo sus palmas. - Odio que aún te sigo amando.

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Pasadas las horas, Jimin al fin tiene lista la primera impresión del cuadro. La silueta negra de un ave que pareciera estar escapando de algo a toda velocidad con grandes rasgos de movimiento en difumimación y gran variedad de detalles con colores grisáceos era el resultado de muchas horas sentado en su salón. Ve la hora y se da cuenta de que son las 4:00 AM, pero no se preocupa. Es sábado y debe regresar a trabajar el lunes.

Se levanta de su banqueta y suspira mientras alza sus brazos y los estira un poco para liberar cansancio. Gira sus muñecas, mece su cabeza suavemente a ambos lados y se le queda viendo a la pintura sin expresión alguna en su rostro.

Por primera vez sus ojos se conectan con los del demonio, aunque Jimin no sabe que hay alguien viéndolo. Viéndolo con odio, con un corazón reprimido. Sonríe, y el que está oculto en el negro de su pintura no sabe cómo reaccionar.

corvus ; j.jgk + p.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora