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Tenía miedo de levantarse de su cama. ¿Qué tal si la pesadilla lo perseguía hasta la vida real? De algún modo sentía que sería así ni bien abandonara esas suaves sábanas y tuviera que enfrentarse a lo que no quería. Por razones que muy en su interior estaban claras, pero por fuera no tenían sentido, Jimin estaba asustado de sus sueños como si estos fueran a volverse realidad.

Estaba asustado, era la verdad. Pero otra de sus verdades era la que quería averiguar. Saber por qué el cuervo en su pintura le hacía sentir tan incómodo, tan débil, tan observado. Daba vueltas en la cama esperando que algo sucediera; esperaba que fuera otro de esos raros sueños que llevaba teniendo desde hace exactamente una semana. Esperaba que la figura del chico de ojos azules apareciera frente a él, y esperaba simplemente para pedir una explicación.

Parpadeaba con fuerza, se restregaba los ojos y ponía la almohada sobre su cabeza con la esperanza de que le faltara el aire y así pudiera despertar... pero nada ocurría.  No fue hasta que su alarma de las 8 de la mañana sonó para avisarle que debía ir a trabajar en su estudio sonó, que él se rindió y con unas casi inexistentes ganas se puso de pie y tuvo que tener la valentía suficiente como para no pensar demasiado en lo que le esperaba.

Cuando salió de su pequeño apartamento en el que ya vivía por su cuenta, y se encontró con el mismo paisaje de todos los días en el que la gente se movía en todas direcciones en la calle; tan rápidamente que ni siquiera llegaba a tener una idea de cómo se verían sus rostros, Jimin se veía a sí mismo como la única persona que de verdad tenía un rostro. Una persona que no era arrastrada por la constante carrera de la vida. Un chico sereno, calmado...

Cruzó un par de calles, llegó a un parque y se tomó su tiempo para apreciar lo que ese tiempo de primavera le hacía al paisaje. Todo era tan brillante y colorido que le hacía recordar a su paleta de colores con la que siempre se sentía a gusto y feliz, alejado de toda preocupación ya que la existencia de esos colores vibrantes en sus pinturas era lo que le daba el ànimo de seguir. De perseguir sus sueños y convertirse en la mejor versión de él que se pudiera.

Casi empezaba a sonreír cuando estuvo a solo media manzana de llegar a su pequeña sala de arte, que fue cuando lo vio por el rabillo del ojo. Entre esas personas sin rostro, entre esa niebla espesa de desconcierto... Jimin se quedó petrificado mirándolo. A unos cuántos metros, el chico con el sombrero, las botas, el abrigo negro... y los inconfundibles ojos azules se alejaba cada vez màs, disfrazado entre la gente de un simple ciudadano como todos los otros.

Fue demasiado tarde cuando Jimin se atrevió a ver sobre su hombro. El chico ya no estaba más allí.

Su mente llena de inocencia asimilaba todo como una simple coincidencia. Tenía que ser eso. Sabía que estaba totalmente despierto... quizá se debía a la falta de sueño. Cada vez se daba más cuenta de que los sentimientos que ver directamente a los ojos azules del muchacho le provocaban los mismos sentimientos inexplicables en la vida real. Iba mucho más allá de un simple sueño, pero...

¿Qué tan real se sentirìa una vez no hubiera salida?

Jimin trató de ignorar lo que había visto por simple sentido del ridículo, pero a decir verdad estaba demasiado asustado como para afrontarlo por sí solo, aunque sería inevitable una  vez llegara la hora de entregar su pintura.

Trató de pasarse el resto del día trabajando en sus cuadros para olvidarse de la constante inquietud que le provocaban sus sueños. Solía pintar paisajes con total libertad, pues de todas las cosas que podría pintar, esa para él era la más relajante. Pronto sus manos y su rostro terminaron manchados de pintura, y el atardecer cayó sin previo aviso. La hora estaba llegando, y él se había despistado demasiado como para recordarlo.

Fuera de la casa de arte de Jimin, había alguien de pie. Miraba hacia arriba y tenía los ojos cubiertos por la sombra oscura que cubría su cabeza, el abrigo oscuro y las botas de cuero. No perdió el tiempo, y en cuestión de minutos ya se hallaba empujando la puerta de entrada, siendo notado de inmediato por Jimin, quien se salpicó a sí mismo con el agua en su recipiente en el que estaba lavando una lata de pintura azul.

No lo notó en el momento, pero todo era muchísimo más real de lo que había soñado. Alzó la cabeza, tal como en su sueño, y lo vio como si aún fuera parte de la fantasía que formaba en su cabeza.

Ninguno decía nada. Jimin estaba demasiado asustado. Se supone que ya estaba despierto... y esa era la vida real. El mundo real.

La persona que llevaba el abrigo volteó a ambos lados buscando su pintura, y a pesar de estar aterrado, Jimin reaccionó rápidamente al caminar hacia su mostrador donde hace unas horas había dejado la pintura... y entonces el pánico se apoderó de él.

El cuervo de su pintura ya no estaba ahí.

El fondo era gris, con detalles oscuros. La neblina estaba perfectamente simulada, el brillo era perfecto para acompañar la penumbra de la obra de arte... pero el cuervo; ese que Jimin había pasado tanto tiempo pintando y detallando, no estaba ahí.

Sus manos estaban sudando, y si no le costara admitirlo, rápidamente sus ojos se habrían llenado de lágrimas desesperadas... porque eso no podía ser. Eso no era un sueño.

Tomó el lienzo con sus manos y cuando se dio la vuelta para encarar a la persona con el abrigo, el sombrero y las botas, ya no estaba allí. No estaba allí, y eso lejos de aliviarlo, le dio aún más miedo.

Volvió a mirar el cuadro, y el ave seguía sin aparecer. Incluso cuando lo tocaba con sus manos no parecía haber una señal de que hubiera sido cubierta con más pintura. Simplemente no estaba. Simplemente Jimin creyó que se había ido volando, por raro que esto fuera... no había otra explicación.

Estuvo a punto de ponerse a llorar, cuando una brisa fría chocando con su espalda lo alertó. Ya estaba comenzando a creer que se estaba volviendo loco por culpa de esa pintura, pero al voltear a ver tras de sí acabó realizando que no solo estaba loco. Con solo ver a un chico más alto que él, con el cabello totalmente despeinado, uñas que parecían garras, cuernos y alas enorme y oscuras tras su espalda, y una sonrisa extraña y enorme que de algún modo parecía recordar de forma muy lejana; ya estaba seguro...

—Amo, qué bueno volverte a ver.

Tratar de ignorarlo no sería fácil.

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2018 ⏰

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corvus ; j.jgk + p.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora