Capítulo 3

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Cuando Michele abrió los ojos, esperó encontrarse con el rostro durmiente y babeando de Emil. Sin embargo, lo que vio fue un espacio vacío al lado de su cama. Se levantó con lentitud, restregándose los ojos para despertarse por fin.

Era raro que Emil no estuviera allí. Cuando en ocasiones era muy tarde y su amigo estaba cansado como para pararse e ir a su propio apartamento, se quedaba a dormir con él. A pesar de que la cama de Michele era demasiado pequeña para que dos hombres cupieran, de alguna manera se acomodaban. Con Emil abrazado a su cintura como un koala, claro.

No pudo evitar sonreír al recordarlo. Emil era como una mascota que necesitaba constantemente el cariño de su amo. Tanto como cuando eran pequeños así como ahora siendo dos jóvenes universitarios, Emil estaba siempre al lado de Michele. Lo molestaba, le hacía cosquillas, le revolcaba el pelo y se le tiraba encima. Y aunque él fingía que le fastidiaba todo ello, en realidad se había acostumbrado a actuar así con Emil.

Incluso estuvo en su peor momento, cuando se emborrachó por despecho, dispuesto a acostarse con cualquier persona, no importaba si era hombre o mujer, con tal de sacarse a su hermana de la cabeza. Emil no lo permitió y le propuso que lo usara a él.

Se sintió como un estúpido ahora que lo meditaba. Emil de ningún modo podía ser solo su medio de liberación sexual, joder. Era su mejor amigo, el único verdadero amigo que había tenido y probablemente el chico del cual se estaba enamorando. O del que ya estaba enamorado.

Porque sí, ahora con todo lo sucedido ayer, con la rabia que sintió al ver a Emil con otro hombre y luego el sinfín de emociones que explotaron en su interior al percibir el toque caliente del castaño, se daba cuenta que en realidad siempre tuvo una fijación hacia su amigo. Su enamoramiento con su hermana lo había cegado por completo, mas por fin veía a Emil con los mismos ojos.

O tal vez eran unos ojos diferentes. Su corazón palpitaba con más intensidad cada que veía a Emil y una alegría indescriptible inundaba su pecho al tenerlo a su lado, con la certeza de que siempre estaría allí. Nunca sintió eso con su hermana.

Se incorporó, con el pensamiento de correr a decírselo a Emil. Había actuado como un idiota con él antes y también debía disculparse por ello.

Se puso una sudadera encima y se calzó las pantuflas para después salir del apartamento apresurado. Tocó la puerta de su amigo —literalmente quedaba a unos cuantos centímetros de distancia, el lugar era pequeño— y esperó con una sonrisa de impaciencia.

Sin embargo, pasó un minuto más y no abría. Frunció el ceño. Era sábado en la mañana, no tenían clases aquel día. ¿Adónde pudo haber ido?

Tocó otra vez, aunque sin resultados. Minutos más tarde se dio por vencido y volvió a entrar a su apartamento. Fue a agarrar su celular y buscó con rapidez el número de Emil. Cuando lo encontró, le dio en llamar y se lo llevó a la oreja, moviendo el pie de arriba abajo con ansiedad.

Cuando pensó que era absurdo seguir llamando, un ruido se escuchó en la otra línea después de la voz de Emil diciendo "Ya paren, voy a hablar".

—¿Emil? —preguntó Michele.

—¿Mickey? —dijo su amigo con tono sorprendido. ¿Por qué carajo se sorprendía? Él era el que debía estar así por no haber dado señales de vida—. Diablos, yo... no pensaba hablar contigo tan pronto.

—¿Qué quiere decir eso? ¿Dónde estás? —quiso saber Michele al oír en el fondo gritos y risas.

—Me fui a acampar con unos compañeros —respondió Emil en voz baja.

Enmendando un corazón |EmilxMickey|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora