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Bakugō Katsuki estaba apoyado en frente del muchacho que horas atrás tenía fiebre, a su lado, se encontraba un brujo que estaba siendo apuntado con flechas cubiertas en veneno desde la espalda.

—Su Maldición esta progresando, su majestad —masculló mientras bajaba su cabeza como forma de respeto a aquel rubio, pues en el camino ,el cuerpo del guardia desmayado estaba presente—,realmente estaremos un buen tiempo con este muchacho en fiebre.

—No oses a mentir, brujo —Advirtió mientras penetraban aquellos ojos con los suyos candentes, sólo haciendo que la piel de dicho hombre se erizara de forma intuitiva—. Dime qué le causa tanto dolor y calor.

Eijirō lo admiró desde aquel rincón en que estaba sujetando el arco. Jamás comprendió porque Katsuki había cambiado tanto de un momento a otro. Jamás esperó verlo interesado en aquella mercancía humana que se movía apenas,y jamás esperó que esos ojos rojos estuvieran entre el calor por un plebeyo.

Katsu llegó raro desde que se fue tras regañarle...—pensó el pelirrojo mientras apuntaba al anciano con aparente frialdad bajo la tela en su boca, ya que por dentro estaba temblando a causa del actuar inusual en su amigo—.

Sus ojos rojos se posaron en los otros rodeados en negro, y aquel muchacho alzó su vista mientras veía algo oscuro surgir del cuerpo débil, herido y ardiente.

—Esa es la maldición,su majestad.

—Sellala —Ordenó sin titubear ni un segundo esas palabras. Dejando el entorno de su cuerpo en silencio absoluto—.

—¿Discúlpeme?

—Necesitas artefactos de oro para sellar espíritus, Bakugō —Eijirō lo exclamó con total seriedad en cuanto bajó aquel arco con cuerda tensa, ignorando una sonrisa en el brujo enigmático—.

El rubio giró su vista a su mano derecha, la cual solo presionó sus manos,debido a aquella expresión fría y distante.

—Tengo el oro suficiente a cambio de plebeyos inútiles. Pero este plebeyo es algo de Anubis. Voy a sacarle el mayor provecho a su estúpido cuerpo, y demostraré que soy mejor que los dioses.

Aquella osadía era tan propia de aquel faraón que el guerrero escarlata se sintió con un peso menos en su hombro.
Aquella había sido probablemente la razón de que aún estuviera allí de pie. Nada grave ante sus ojos,por suerte.

Con el paso del tiempo esos ojos esmeraldas se abrieron de forma evidente, estaba cubierto con solo una sábana dorada encima de su cuerpo ,que en el instante, tenía vendas.

Lo primero que hizo fue querer levantarse,siendo detenido por un peso en sus dos muñecas y brazos.

—¿Que es lo que pesa tanto?

Accesorios de oro. Tenía accesorios de oro en sus brazos y piernas adheridos a su piel, y cada uno tenía un espacio que tenía junto a si grilletes cortados de forma intencional.

Estaba vestido con más de una cosa de oro, pues su cuello tenía pedrería hermosa posándose en su piel de tono leche.

—Al fin despertaste, señor —Había una mujer ante los pies de Deku, la cual mantenía ropas hechas harapos y grilletes que tenían sus pies descalzos y heridos—. Su majestad quiere verlo.

Los ojos fríos y ardientes se fueron a la mente de Deku en cuanto recordó quien era su majestad y faraón,temiendo y sintiendo sus vellos erizarse en sus brazos.

—¿su majestad? ¿Para qué me quiere?

La chica no respondió, ya que sólo agachó su cabeza debido a que temía rotundamente, hacer algo que peligrara su vida.
Izuku en cambio,avanzó a aquel pasillo tras abrir la puerta con su peso en manos, dejando a aquel esclavo justo a sus espaldas mientras divisaba a lo lejos a aquel faraón siendo acompañado por una muchacha más que hermosa.

Tortura en corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora