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Izuku estaba en su habitación, aquella chica que era una esclava se encontraba a los pies de aquellas sábanas, mientras sus manos sucias y mugrientas avanzaban a por la fuente que contenía alimentos.

Izuku no comprendía el porque había pedido tanto de comer, pues inusualmente probaba algún bocadillo si era consciente de que el faraón le quería sólo como objeto sexual y artístico. Un trofeo.
No se había movido de la cama por todo el día para más que estirar los pies o refrescar su rostro, pues inusualmente ahora sólo estaba sintiendo ardor en sus muñecas debido a los brazaletes dorados.

Supuso, así pues, que aquel ser que estaba en su interior ansiaba huir y visualizar el tan ansiado exterior que le era prohibido.

—Ursraka-san... —Deku la llamó en ese instante, y Ochako alzó su frágil cuerpo con mejillas siempre encendidas—. Puedes ir y lavar tus manos, no te preocupes...

Quiso volver a moverse aquel chico de ojos verdes en cuanto ella obedeció a su aparente mandato,  odiando así,aquel repulsivo dolor que estaba en su columna.
Habían pasado un par de horas y aquel dolor persistía, y por alguna inexplicable razón, aquellos ojos rojos no lo habían dejado dormir. Pues no tenía claro el porque...Pero había soñado con demasiada rebundancia que estos le admiraban y sus ojos penetraban los propios. Volviéndose algo a lo quería aferrarse y despertar con desilusión.

Uraraka también había sido ordenada en ese momento precisoxapenas había salido de esa habitación a la que nadie más se le permitía el acceso; y no era ni más ni menos que el faraón quien le había hablado.

—Dile a Deku que debe cambiarse ropa, Himiko tiene la vestimenta. Si no quieres que te corte como la última vez,ve algo preparada.

—C-como tu órdenes, Baku- —Se aterró ante aquella mirada fulminante, por lo que sólo bajó la vista agachando su cabeza—, Perdóneme. A sus órdenes, Su majestad.

Y marchó una vez más a aquello que el faraón había indicado de nueva cuenta.
Aquellos cabellos rubios se desplazaron de sala en sala y pasillo a pasillo, encontrándose así con alguien que era un agradable pelirojo.

Kirishima Eijirō ahora no tenía sus armaduras, ni sus armas. Sin embargo,traía su típica sonrisa y carisma en ese momento preciso.

—¡Blasty!—Bakugou se detuvo, pues aquellos dientes afilados ahora se mostraban a través de una cándida sonrisa—.  ¿Dónde estabas hombre? Los amigos de Toga están molestando desde hacía rato. ¡Debes detenerlo!

El suspiro fue la única respuesta que los labios de Katsuki otorgaron, había estado tan ocupado bañandose,teniendo sexo y encima de ello renovando sus vendajes,que lo había olvidado, y en ese momento, tenía un nuevo problema que lidiar y solucionar. Los amigos de su hermana media, ahora quizá exigirán derechos por haberlo ayudado muy levemente en aquella batalla y noche.

—Llévame con ellos. Kirishima.

—Claro, Broh —Dijo animoso a medida que lo guiaba al salón principal,en donde Katsuki frunció evidentemente el entrecejo,y es que aquel lugar lo había usado en la noche para satisfacer sus deseos—. Es en el salón.

Abrió la puerta sin haber tocado, ya que eran sólo ellos tres quienes sabían de la existencia de dicho cuarto.
Apenas Katsuki vió el interior, admiró así a Dabi muy cómodo en la cama en que Deku se había corrido, y a su querida hermana bastarda con aquellas pulseras está vez en sus pies. Quiza sólo por juego y diversión.

—¿Qué mierda hacen aquí? No les está permitido estar en esta habitación, Himiko, eso tu lo sabes.

Los ojos afelinados carmín y dorados se vieron mutuamente, y Himiko sintió la ira llameante que inusualmente Katsuki le dirigía. Pues generalmente ni siquiera se interesaba en ella.

Tortura en corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora