capitulo 2:

54 4 3
                                    


Me cuesta abrir los ojos pero cuando finalmente lo consigo, me encuentro desplomada en el frío y polvoriento suelo de la casa y mi tía a mi lado con la cara aún roja del llanto reciente. En cuanto mis fuerzas me lo permiten y mi cerebro reacciona, me levanto y la abrazo con todas mis fuerzas diciéndole unas palabras de apoyo que ni yo misma me creía que pudiese estar pensándolas.

 
-Tía respira hondo e intenta tranquilizarte, todo va a salir bien.

Sabía perfectamente que eso no era posible y en el momento en que las dije me odie un poco por estar haciendo lo que la acababa de recriminar hacía unos minutos. Mentir para intentar protegerla.

En cuanto menos nos lo esperasemos sabía que iban a venir a por mi y que a partir de ahí nadie sabía lo que podía pasar.

Mi tía no me contestó, simplemente me abrazó con las pocas fuerzas que le quedaban mientras temblaba entre mis brazos y sus calientes lágrimas rodaban por su mejilla.

Pero una vez más calmada nos levanta a las dos del suelo y subimos al piso para pasar nuestro último rato juntas.
Nos tumbamos en la cama, y comienza a acariciarme mi enredado cabello, pero no pasa ni un minuto cuando oímos un gran estrepito en la planta de abajo.

Siento como mi tía comienza a temblar de nuevo, la miro y por el miedo y la preocupación que veo en sus ojos entiendo perfectamente quienes eran y a que venían: había llegado mi hora.

 Mi tía se iba a quedar sola ya que, a pesar de las inverosímiles palabras que habían salido de mi boca antes las dos sabíamos que yo me iba para posiblemente no volver.

Y aunque ella no me lo había dicho directamente, yo sabía por aquellas tres palabras bañadas en lágrimas, que murmuró mientras dejaba caer el teléfono al suelo, que a mi tío  le habían asesinado.

Las pruebasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora