—¿Me odias Ruth?
—No.
— Tampoco me quieres.
—Papá, déjalo. Termina de cenar, que me quiero ir.
—¿Entonces no parezco sincero? —preguntó un hombre de mediana edad, pelo negro, barba cuidada y escasa, ojos azules, el padre más guapo de la ciudad. Y a su lado estaba la hija más irónica, desagradable y egoísta. ¿Quién se fiaría de ella?
—Buenos noches hermanita, Charles. —un chico de pelo negro, de una baja altura, y orejas de soplillo, acababa de entrar en la cocina. Aquí no encajaba, y todo el mundo lo sabía. Era feo, para la gente de la élite era una sensación desagradable estar con alguien así. Y a veces se preguntaban cómo era posible que Ruth se hubiera quedado con todos los genes perfectos de la familia.
La élite no solo influía en los adolescentes y jóvenes hormonados, que buscaban hacerse más ricos de lo que ya eran, la fama y el reconocimiento. La élite era capaz de destruir familias, amores e incluso ciudades, era algo peligroso. Si te echaban de la élite, olvídate de volver, no serías bien recibido. Para formar parte de este lugar había que ser perfecto, o casi. Este chico, de nombre Steffan, tenía prohibído llamar "papá" a Charles. Solo los hijos guapos, y destacables tenían ese privilegio. Y Steffan no era de ellos.
—¿Te vas a dormir? ¿Ya? —preguntó Ruth mirándole incrédula, ¡venga ya! —Hay fiesta en la élite, ¿no quieres venir a burlarte de las zorras?
—Steffan no puede aparecer en público a tu lado. Es la única norma que tienes que respetar.
—No iré, Charles. Solo me queda un año en esta casa, y después ya no tendréis hijo. Desapareceré para siempre, y nunca nadie sabrá nada.
—Que así sea. —las palabras de Charles Saphiro eran crueles, mordaces y provocativas. De hecho Ruth estaba moviendo la pierna nerviosa y apunto de estallar. Ella era como todas, pero al mismo tiempo diferente. Era el prototipo perfecto de chica de la élite, pero no aguantaba serlo, Ruth Saphiro quería destruir la élite.
—Hermanito, ayudame a elegir ropa. —digamos que considerar parte de la familia a alguien así en la élite era inapropiado, el señor Saphiro dedicó una mirada enfadada a su "única" hija y después siguió comiendo.
Ruth casi arrastraba a Steffan, tras girar a la derecao dos veces, seguir un largo pasillo y luego subir seis escalones, estaban en el vestidor de Ruth. Su hermano, como solía hacer, se sentó en una de las sillas y pulsó el botón que abría el armario.
—No hace falta que discutáis por mi culpa.
—No es tu culpa, es de la élite.
—Sabes que nadie puede cambiar eso.
—Porque aún no me conocen.
—¿Qué piensas hacer?
—Cuando yo sea reina todo será diferente, se acabó la élite para las zorras. Quiero gente que sea capaz de pensar, y no solo en dinero o fama, quiero cambiar la élite. Y sino destruirla.
—Cassandra Blaine está en el trono.
—No después de esta noche.
Se tomaron unos minutos de silencio para reflexionar sobre su conversación, la verdad es que Steffan debería pertenecer a su mundo. Pero eso era imposible, vivía aislado de la vida de la sociedad, tenía profesores particulares que venían a darle clases ya que tampoco la familia Saphiro podía permitirse "el lujo" de que un hijo así fuera a un instituto de la zona. No tenía amigos, bueno, solo uno, pero ya hablaremos de él más adelante, porque al no ser de la élite, tiene un papel secundario.
—Estas guapa con todo lo que te pongas.
—No me pensaba cambiar, solo necesitaba la excusa para librarme de papá. —y sí, se hacía raro que una hija de la familia le llamara "papá" y el otro por su nombre de pila, pero no lo olvidéis, estamos en la élite.
—Vas perfecta. —murmuró Steffan, su hermana llevaba unos pantalones de cuero muy ajustados y una camisa blanca y holgada.
Ruth sacó maquillaje y se empalicedió la cara, odiaba la piel morena y amaba sus rasgos rectos y cuidados. Se cepilló rápidamente el pelo y acercándose a su hermano, le besó. Un cariñoso beso en la frente, dejando el rojo de sus labios marcado. Pero aunque esa fuera la marca que permanecía durate un rato, el gesto de cariño que demostraba Ruth a su hermano era para siempre. Ella le aceptaba, y eso era mucho.
—Dorin viene luego, no dejes que se vaya. —advirtió su hermana saliendo por la puerta con sus altos tacones negros. Y sí, Dorin era el único "amigo" de Steffan, más bien como un conocido ya que era Ruth quien perdía las bragas por Dorin. Ese chico la volvía loca desde hace años, y aunque la élite les alejaba, a veces usaba a Steffan para acercar a su "chico" más a ella, al fin y al cabo eran muy iguales, no pertenecían a este mundo.
—Como siempre Ruth.
Y de nuevo era hora de ir a otra de las grandes y populares fiestas de todo Nueva York, ¿quién saldría vivo después de una lucha como estas?
Tras un largo camino en coche, Ruth no toleraba las limusinas, llegó a la fiesta. Faltaban aún veinte minutos para que comenzara, pero si la gente de la élite se caracterizaba por algo, era por la extrema puntualidad. A nadie le gustaba aparecer en las fotografías de los paparazzis y después en el periódico con el titular "La Élite ya permite todo".
Se colocó en la entrada y empezó su dura labor. Debía destronar a Cassandra Blaine, y como esta fiesta había sido organizada por los contactos de su padre, no sería difícil montar un escándalo y expulsarla.
Tiempo después llegó la limusina de su "adorada víctima". No podía apartar la mirada de su falso rostro, cada peca simbolizaba la cantidad de vidas que Cassandra Blaine había destrozado, el vestido rojo la hacía ser merecedora del adjetivo "putón elegante", pero lo peor de todo era su comportamiento.
—¿Qué miras cariño? —estas mismas fueras las palabras que pronunció Cassandra Blaine al llegar, y para Ruth simbolizaban una alerta de guerra. ¿Estaba la élite preparada para el desafío? ¿Y era Ruth Saphiro consciente de que para reinar había que superar una dura prueba?
ESTÁS LEYENDO
Somos la élite.
Fiksi RemajaLas chicas de la élite son insufribles, irresistibles y adineradas, pero desde que llegó Ruth, estan en peligro de extinción. Las peleas de gatas nunca han sido tan difíciles, Hanna quiere conquistar el trono, pero Cassandra no quiere dejar su puest...