Me caigo a pedazos, mis manos tiemblan, mis pupilas se dilatan, mis labios están humedecidos, quizás son las lágrimas que arrojé de mis ya cansados y asediados ojos. Mi mente ya no funciona igual; miles de neuronas mueren.
El alcohol ni el tabaco pueden soportar el peso de mi quebranto. Recurro a las malditas drogas y tras cada paso que intento avanzar, ellas me desestabilizan dos hacia atrás.
Estoy hundido, arruinado, no tengo fuerzas, ya dejé de luchar. Observo eufória a mi alrededor, todos se excitan con mi fracaso.
Ha pasado mucho tiempo desde tu muerte, no he podido seguir adelante, necesito que me auxilies, mándame una maldita señal, porque estoy a punto de acompañarte.
Estupefacto de todo lo que aconteció, no tuvo otra salida. Ahora vive bajo del puente, comiendo míseras de pan, arropado por media cobija de lana, pero nunca está sobrio; el murió apenas el alma abandonó su cuerpo.
-Winston Fajardo