XVII. Paranoia.

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Samantha aun dormía mientras Rose preparaba el desayuno

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Samantha aun dormía mientras Rose preparaba el desayuno. Había sido una noche agotadora para las dos.

A media noche, Samantha se había levantado al menos dos veces por culpa de las pesadillas que estaba teniendo.

El ruido de las gotas de café chocando contra el aluminio de la cafetera avisaron a Rose de que estaba listo. Por un momento pensó en subir a la habitación para despertar a su amiga, pero decidió que lo mejor era dejar que siguiera durmiendo.

Se acercaba la hora de comer cuando Samantha bajó las escaleras para desayunar en la cocina.

-¡Ya era hora! -bromeó Rose cuando la vio aparecer.

-¿En serio crees me despierto tarde? Después de la noche que he pasado...-respondió bruscamente Samantha.

Rose no supo muy bien que decir, así que decidió que lo mejor era dejar sola un rato a su amiga.

Rose no supo muy bien que decir, así que decidió que lo mejor era dejar sola un rato a su amiga

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Mientras ella regaba las plantas del jardín, Samantha desayunó en la cocina.

Su amiga le había preparado un bizcocho de naranja y canela porque sabía que era su favorito. Y ella le había hablado fatal...

Samantha no sabía muy bien lo que estaba pasando por su cabeza, pero era como si estuviera empezando a odiar a todas las personas que estaban a su alrededor. Cada vez que alguna de sus amigas o de sus padres aparecía por sus pensamientos, ella sentía una inexplicable sensación de asco.

Aunque siempre había sido una persona muy familiar, aquel día no tenía ganas de volver a casa. No quería encontrarse con sus padres ni saber nada de cómo se lo habían pasado en el concierto. Pero tampoco se sentía a gusto en casa de Rose... Lo único que quería era estar sola. ¿Pero dónde iría? ¿Y por qué se sentía así?

Samantha cogió el teléfono y abrió Telegram para avisar a su madre de que iba a pasar la noche en casa de Rose.

Después del desayuno, Samantha estaba algo más tranquila, aunque no había desaparecido aquella sensación tan extraña.

Salió al jardín para ayudar a Rose mientras regaba las plantas.

-Oye, perdona la broma que he hecho antes

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-Oye, perdona la broma que he hecho antes...

-No, Rose. Perdoname a mí por mi comportamiento de mierda. ¿Sabes
...? Desde que hicimos la ouija me siento fatal. Ayer fue un día difícil, pero hoy está siendo horrible. Enserio, no sé qué me pasa... -se sinceró Samantha mientras echaba a llorar.

Rose abrazó a su amiga.

-¿Quieres que preparemos algo de pasta y veamos una peli después de comer? -sugirió Rose intentando animar a Samantha.

Samantha no paraba de darle vueltas a la cabeza mientras veían la película.
Había vuelto esa sensación de angustia y odio. Y empezaba a perder el control sobre sí misma.

-¿¡Puedes parar de hacer ese ruidito! -exclamó enfadada.

-Samantha, es el ruido de la nevera...-respondió Rose intentando tranquilizar a su amiga, aunque en el fondo no entendía porque se comportaba así.

Cuando terminaron el maratón de películas ya era de noche.

-¿Por qué no preparamos la cena, Sam? -preguntó Rose.

-No tengo hambre. -respondió Samantha con tono apático.

-Vamos...tienes que comer algo.

-¡Mira, Rose. Me tienes harta! ¿Sabes algo? No eres mi madre y ni siquiera eres alguien de mi familia. No es mi problema que estés aburrida porque no tengas familia a la que cuidar. A mí déjame en paz. ¿Lo has entendido? -dijo Samantha gritando.

Rose nunca había visto a su amiga así. Aquellas palabras le dolieron realmente. Ni siquiera estaba enfadada, pero sentía una enorme pena por lo que acababa de pasar.

-¿Ocurre algo, Sam?

-Claro que pasa algo. ¡Estoy harta de estar aquí! ¡Además tú tienes la culpa de que esté así con tus tonterías de la ouija! -gritó Samantha, esta vez más fuerte todavía.

Samantha subió a la habitación para coger la mochila que había traído con sus cosas.

-¡Adiós, me vuelvo a mi casa! -dijo Samantha mientras cerraba la puerta de un portazo.

-¡Adiós, me vuelvo a mi casa! -dijo Samantha mientras cerraba la puerta de un portazo

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Obviamente estaba mintiendo.
Samantha no se encontraba con ánimo para ir a casa, pero tampoco sabía dónde ir.
Lo único que quería era estar sola y no hablar con nadie.
¿Pero dónde podría ir? ¿O acaso estaba pensando en dormir en la calle aquella noche...?

Good-bye.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora