Capítulo 4

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Clarke y Murphy se encontraban en la habitación que ocupaba la ojiazul. Ambos estaban tumbados mirando hacía el techo, encima en la enorme cama, intentando relajarse con el aire que desprendía un viejo ventilador de techo de madera.

—¿No te molesta el ruido de esa cosa? —preguntó el chico señalando el ventilador con la mirada —Mira cómo se tambalea, siento que en cualquier momento se va a caer sobre nosotros. Debe tener ochocientos años.

—Pues que se caiga encima de mi —murmuró despacio, cerrando los ojos —Prefiero morirme antes que tener que soportar tres meses aquí —terminó por decir de manera sarcástica.

Murphy carcajeó ante el comentario de su prima y la imitó cerrando también los ojos. Así estuvieron, en silencio durante un rato.

—¿Tu sabías que Woods era la novia de Costia? —soltó Clarke aún con los ojos cerrados, luego de unos minutos en los cuales había estado sumida en sus pensamientos. 

—Sí, ¿Tu no? —le dijo Murphy poniéndose de lado sobre la cama, sosteniendo su cabeza con el brazo, mirándola. La rubia negó con la cabeza —creí que lo sabías.

Desde aquella tarde, en la cabeza de Clarke rondaban aquellos ojos verdes que la miraban con furia. La última imágen de Lexa en el tanque junto con Costia, luego del comentario con desprecio que había salido de su propia boca, no se borraba de su mente. ¿Por qué le molestaba su relación?. No debería importarle. Pero aún así, era en lo único que pensaba en ese instante.

—Me caía bien Costia antes de convertirse en una lesbiana —continuó hablando el ojiazul al ver que su prima permanecía en silencio —No vayas a aparecerte algún día con una novia —bromeó entre risas.

—¿Qué cosas dices? —le gritó algo molesta levantándose de golpe de la cama, haciendo sobresaltar a Murphy que la miró extrañado —Jamás me fijaría en una mujer —afirmó con seguridad.

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No pudo conciliar el sueño en casi toda la noche. Sentía que su cuerpo se prendía fuego de lo mucho que ardía, y sus ojos le pesaban por no haber podido descansar lo suficiente. Había hasta llorado de rabia, por lo mal que la estaba pasando en el campo. Extrañaba su casa, su habitación, su ropa, sus amigos, la ciudad. Extrañaba su vida en Chicago. Y tan solo habían pasado unos pocos días. ¿Cómo haría para sobrevivir el resto del verano?. 

—Abuela —habló en el momento en que terminó de bajar las escaleras viendo cómo Anne le quitaba el polvillo a los muebles con un plumero.

—Clarke, te ves cansada —dijo con preocupación mientras se acercaba a su nieta colocándole una mano en la frente —aunque ya no tienes tienes fiebre, eso es bueno —y entonces le acarició las mejillas con ambas manos —vuelve a la habitación. Acuéstate con el ventilador. 

—Estoy bien. Me siento mejor.

—Puedo volver a pasarte aloe de vera, o pepino. Eso te aliviará. 

—No no —no creía que los remedios caseros de su abuela realmente funcionasen —necesito ir a una farmacia y comprar paracetamol, ibuprofeno o algún calmante. Por si acaso vuelvo a sentirme mal. 

—El coche está en la chacra de los Reyes. Reven debería tenerlo listo para mañana a primera hora —explicó.

Clarke suspiró agotada.

—No puedo esperar a mañana —le respondió insistente. 

—Voy a llamar a Costia. Se fue hoy temprano al pueblo y volverá cuando caiga el sol. Quizás pueda pasar por la farmacia y traerte lo que necesitas —y comenzó a dar vueltas por la sala de estar—No recuerdo dónde he dejado el teléfono.

Million Reasons (Clexa AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora