-Louis. -él pone toda su atención en mi. -No digas que he vuelto.
-Pero...
-Por favor, aún no estoy lista para enfrentarme a nadie. -me mira, una mirada cargada de reproches que sé que no dice por no hacerme daño.
-Déjame seguir haciéndolo a mi manera, deja que esto se sostenga un poco más.
-No diré nada pero te voy a dar un solo consejo. -lo miro esperando a que hable. -No vuelvas al almacén.
Yo asiento y lo abrazo, él besa mi frente y rompe el abrazo.
-Nos vemos pronto.
-No lo dudes enana.
Me abrazo a mi misma observando como mi amigo sube en su moto, se pone el casco, me guiña un ojo y emprende su camino de vuelta a casa. Muerdo mi labio intentando contener las lágrimas.
Me siento en el porche de la mansión Petterson esperando a que Louis salga, mi amigo tiene el don de la tardanza desde que nació.
-Ya estoy enana. -da un saltito con los cascos colgando de sus brazos.
Yo niego riendo.
-Definitivamente, eres idiota Petterson. -me pongo de pie y cojo mi casco.
-Gracias por tan hermosas palabras. -pasa su brazo por encima de mis hombros.
-De nada, capullo. -le doy un codazo en las costillas para que se aparte de mi lado. -Hoy la llevo yo. -digo una vez hemos llegado junto a la moto.
Una preciosa Harley-Davidson Roadster casi por estrenar.
-Después de tus duras palabras veo poco probable que eso pueda suceder. -alza los hombros y yo lo acuchillo con la mirada.
-Louis Petterson no puedes hacerme eso. -me cruzo de brazos provocando su risa.
-¿De quién es la moto? Mía. Así que hago lo que quiero. -sonríe de lado y yo pongo morritos.
-Por favor. -intento poner cara de niña buena lo que provoca las risas de mi amigo.
-Anda toma. -me da la llave y yo sonrío como una niña pequeña.
-Eres el mejor amigo del mundo. -me subo a la moto y me pongo el casco.
-Siempre lo he sido. -dice mientras nos ponemos el casco. -Pero no te encariñes mucho de la moto.
-Esta moto algún día será mía, ya verás. -digo arrancando.
Conduzco hasta mi casa que esta a un par de manzanas con Louis atemorizado tras de mi. Aparco frente a mi casa y me quito el casco sonriendo. Me encanta la sensación de conducir una moto.
-Algún día vas a matar a alguien. -dice con una mano en el pecho.
Yo río negando con la cabeza.
-Eres un idiota. -le tiendo el casco.
-Pero te dejo conducir mi moto. -coge el casco y lo cuelga del manillar.
-Y por eso eres el mejor idiota.
-Y mejor amigo, que no se te olvide. -me señala y yo asiento, ambos sonreímos. -Anda entra en casa que ya es tarde.
-¿Mañana nos vemos? -pregunto caminando de espaldas.
-Dalo por sentado, mañana hay fiesta en la mansión Petterson.
-Hasta mañana idiota.
-Hasta mañana enana. -me guiña un ojo y arranca la moto.
Yo me despido con la mano y entro en casa.
Esa fue nuestra despedida, jamás fui a la fiesta y no volví a montarme en esa moto hasta anoche. Me siento en el suelo con la espalda apoyada en la pared, abrazo mis rodillas y escondo la cara entre ellas, las lágrimas salen descontroladas. Ni siquiera me despedí de él como debía y no me guarda ni un poco de rencor, me ha dejado dormir en su casa, hemos estado como si el tiempo no hubiese pasado y el miedo me esta aturdiendo. Tengo miedo a encontrarme a todo mi pasado y tener que dar explicaciones, ¿cómo voy a explicar mi huida?
-¿Qué pasa? -pregunta Mike con sus manos en mis gemelos.
Yo lo miro y abro los brazos para que me abrace. No se cuanto tiempo ha pasado pero he dejado de llorar, Mike sigue abrazándome.
-Eres un capullo. -digo y él rompe el abrazo sosteniéndome por los hombros.
-Lo siento, ¿vale? -me vuelve a abrazar. -Me he vuelto loco buscándote, he pensado lo peor. Lo siento, siento haberte dejado allí, estaba enfadado y... -acuno su cara con mis manos y lo beso.
-Da igual, estamos juntos otra vez. -digo y esta vez es él quién me besa.
Sus manos acarician mis curvas y al llegar a mi trasero dan un ligero apretón, yo le muerdo el labio y salto enredando mis piernas en su cintura. Sube las escaleras conmigo a cuestas besándole el cuello, abre la puerta torpemente y cierra con el pie.
-Me vas a volver loco Aria. -me sienta en la encimera de la cocina, yo sonrío y paso mis manos por su torso.
Él rápido se deshace de mi camiseta y desabrocha mi sujetador dejándome expuesta, una vez más, frente a él.
-No tan rápido. -digo cuando sus manos acuden al borde de mis pantalones. -Deja que te desnude yo también.
Él se muerde el labio sonriendo, yo me bajo de la encimera para quitarle la camiseta y poder besar sus tatuajes de arriba a abajo.