Observo a la morena que me mira enarcando las cejas, quiere una respuesta y la quiere pronto.
-Estás preciosa nena, como siempre. -ella sonríe haciendo que sus ojos se achinen ligeramente.
-¿De verdad? -pasa sus manos por la tela del vestido. -Tengo que impresionar a todas esas niñatas que se creen más que yo.
-Deberías relajarte. -la abrazo por la espalda apoyando mi cabeza en su hombro. -Nadie va a ir mejor que tú y lo sabes.
Sé que no debería alimentar se ego pero se ha vuelto costumbre hacerlo.
Ella ríe y se gira para darme un pico.
-Sigo preguntándome que es más importante que acompañarme. -dice ella pasando sus manos por mi pelo.
-Reunión de empresa. -hago una mueca. -Ya sabes como es mi padre con eso.
Ella asiente y se gira volviéndose a mirar al espejo. Debo admitir que ese maldito vestido le queda de muerte, se adhiere a cada curva de su cuerpo dejando más bien poco a la imaginación.
-Deja de mirarme el culo. -dice en tono burlón.
-Es que es tan ajustado. -suspiro. -Creo que deberías ponerte un abrigo o algo. -bromeo.
-Podría ponerme el tuyo pero no vas a venir. -sonríe girándose para mirarme. -Así que cállate Bradley.
Me limito a darle un beso en la nariz. Kriss me hace feliz, tenemos problemas pero sé que me quiere y yo la quiero a ella, estoy seguro, o al menos lo estaba hasta que hace un mes todo el mundo que había construido se destruyó en un instante con tan solo su risa, cierro los ojos recordando ese día, han pasado exactamente 35 días y no he tenido noticias de ella, tampoco la he buscado aunque más de una vez he querido hacerlo, pero siempre hay algo que me impide hacerlo, más bien alguien, y sí, ese alguien es Kriss. Ella no merece que yo vaya a buscar a la mujer que me abandonó dejando una foto y una nota que aún guardo en mi cartera. Su partida causó estragos en mi y Kriss estuvo ahí para recomponer todas esas piezas rotas aún sin saber porque lo estaban.
-¿Le pasa algo al capullo de tú novio?
Esa pregunta me saca de mi trance, observo al hermano de Kriss apoyado en el marco de la puerta.
-Simpson. -me saluda alzando la mano.
-Stevenson. -repito su acción.
Miro la hora que me indica que debería mover mi maldito trasero e ir al almacén o Edward se encargará de cortarme las pelotas y nadie quiere eso.
-¿Te tienes que ir ya? -pregunta Kriss al ver como me enfundo en mi chaqueta.
-Sí cariño, prometo que mañana te traeré el desayuno y pasaremos el día juntos viendo películas.
-Solo viendo películas. -especifica el hermano de la morena.
-Cállate pesado. -Kriss lo fulmina con la mirada.
-Te quiero. -deposito un beso en su frente.
-Y yo a ti. -sonríe.
Me despido de Marcus con un choque de puños y bajo las escaleras de la mansión a la velocidad de la luz. Si no estoy allí en quince minutos mi culo será pateado.
Cojo el casco que yace en la gran mesa que decora la entrada y salgo cerrando la puerta tras de mi. Me pongo el casco y subo a mi moto, la arranco y conduzco hasta la valla que se abre en cuanto presione el botón del mando. Salgo a toda velocidad del recinto, me quedan trece minutos.
Tras una conducción muy temeraria por mi parte llego justo a tiempo al almacén, Edward me espera en la puerta trasera de brazos cruzados.
-El día que vayas a ser puntual me avisas. -dice y yo ruedo los ojos quitándome el casco. -Menos mal que tú ropa la traigo yo. -abre la puerta y me mira de reojo. -Date prisa león.
Me encuentro a unos veinte km de la ciudad de Londres, en el corazón de lo ilegal. En este almacén se celebran peleas ilegales a diario, fiestas clandestinas todos los fines de semana y más de un día entre semana y por supuesto a unos minutos de aquí se encuentra el circuito de carreras ilegales más importante de Inglaterra. Todo ello regentado por el mismo hombre, Gallagher. Nadie le ha visto la cara nunca, algunos dicen que es un mafioso a nivel internacional, otros que es un millonario que busca diversión en su vida, la realidad es que ninguno sabe a que se dedica Gallagher o quién es realmente. Él siempre se sienta en su palco especial y observa todo sin ser observado aunque estoy seguro de que más de una vez se ha infiltrado entre nosotros, solo para ver como son las cosas desde abajo.
Me adentro en el improvisado vestuario y observo mi reflejo, tras dar un largo suspiro me siento frente a Edward en el banco y él me explica quién es mi siguiente contrincante. Un simple novato.
Los minutos previos a la pelea pasan en automático, calentamiento, vestimenta y charla sobre lo bueno que soy según mi amigo y entrenador Edward.
Me pongo el protector bucal, los guantes sobre las vendas y la bata negra con algunas líneas blancas. Nunca entenderé el por qué de llevar esta estúpida bata, ni que estuviese en mi casa y fuese a ver la tele.
Edward me da una palmada en la espalda indicándome que es hora de salir. En esta hora el almacén ha pasado de estar completamente vacío a estar a rebosar de gente, algunos hacen sus apuestas, otros piden copas en la barra, otros simplemente esperan sentados en los sillones del fondo. Respiro hondo y espero a que Billy anuncie a mi contrincante. Lo único que consigo escuchar entre tanto griterío es su nombre: lobo irlandés. Esto me hace suponer que es de Irlanda y que además le gustan los lobos. Me río de mi propio comentario y escucho a Billy pronunciar mi nombre. Salgo de mi escondite tras chocar puños con Edward. Es nuestro ritual.
Subo al ring y observo a mi contrincante que me mira con odio, me limito a sonreír.
Qué empiece el show.