VI

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Tenía miedo, demasiado, se sentía insegura, ansiosa y desesperada.

Algo que ella había vivído y que podía jurar que pasó no era real.

Caminó frenéticamente a la biblioteca.

Al entrar se dió cuenta de que estaba vacía. Lo sabía. Él la estaba esperando.

-¿Y bien?- dijo Zoúl.

-Has ganado la apuesta. Estoy de tu lado- se sorprendió por lo que dijo, pero el profesor le daba miedo, y el hecho de hubiese manipulado su mente la aterraba. En cambio Zoúl le inspiraba confianza, aunque no sabía ni por qué.

-¿Te das cuenta de lo que estas diciendo?

-Es una apuesta, has ganado y eh respondido tu pregunta, es todo.

Se dió media vuelta para irse pero él la detuvo por el brazo.

-¿Qué te hace ser tan directa? ¿Cómo es que no tienes miedo?

-El hecho de prolongar un asunto me hace estar mas tiempo metida en él. Y tengo mucho miedo.

Se sentía cómoda con su presencia.
Retrocedió y se sentó en una silla,  Zoúl a su lado.

Él la veía, lo asombraba, era una chica completamente diferente a las demás y por un momento le dio miedo estar al lado de ella.

-Estoy de tu lado, pero no por ti, sino porque estoy contra él- Sherah pensaba que tal vez él podría ayudarla. Realmente no quería acceder a que tuviera que conocer cosas acerca de ella, el hecho de que eso pasara, de que las personas supieran partes de su pasado o lo que pensaba acerca de algunas cosas la hacían sentir completamente desnuda, débil. Ahora que alguien le hubiese arrebatado todo eso sin que se diera cuenta la dejaba muy mal, quería librarse de eso de inmediato.

-Él te ha invadido ¿y aún así pretendes estar de mi lado?- no comprendía, hasta que se dio cuenta de que ella no estaba enterada de nada, pensaba que él sería una solución. No sabía si sentirse alagado o....¿preocupado? Jamás se había sentido así por nadie, nunca le había importado nada, pero ella era diferente y su actitud sorprendente le hacía querer conocerla mejor. Y tal vez estar con ella por un tiempo más.

-No entiendo nada, pero si estoy de tu lado te ayudaré a cambio de que me ayudes- lo vio a los ojos, no podía dejarlos pasar.

Él sabía que debía hacer.

-Yo no necesito tu ayuda, pero tú sí necesitarás la mía.

ENCUENTRA LA SALIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora