Un gato contra Tomb Raider (completa)

Están en la tele

UN GATO CONTRA LÁTIGOS Y PISTOLAS

Capítulo3: Están en la tele

Era de noche en Nueva Orleans y Lydia junto con Percy y el profesor Henry, visitaban el famoso cementerio de la ciudad. Lydia estaba encantada, pero le hubiese gustado que su prima Lara e Indiana también les hubiesen acompañado.

Resulta que los dos aventureros fueron a disfrutar una noche solos en compañía de buena música de jazz en uno de los lugares más representativos que podía ofrecer la ciudad.

―Este tipo de música sí me gusta ―le decía Indiana a Lara, con lo cual la mujer sonrió contenta ya que tanto Indiana como su padre, no podían comprender ni gustar de la música actual.

―Me alegro que te guste, la próxima vez podríamos venir con tu padre y los niños.

―Sí, estoy seguro que él disfrutaría mucho de la música y el ambiente calmado. Y es que el tipo de música de hoy en día es horrible.

―Estoy de acuerdo, aunque tú y Henry disfrutaron de las suaves y tristes melodías japonesas que Lydia les hizo escuchar.

―Lo único bueno, ya que jamás entenderé eso del hip hop.

La música del lugar era agradable y los músicos hacían gala de dominio de sus instrumentos. Indiana se sorprendió que la banda que tocaba no solo era formada por afroamericanos, sino que también había blancos en el grupo. Esta época con menos discriminación racial le encantaba.

―Sabes, yo también soy muy bueno con los dedos y no me refiero a eso de tocar el saxo ―le susurró Indiana a la mujer haciendo que esta sonriese complacida por el cosquilleo que sentía en su oído debido al aliento de su amigo.

―Bueno, ya lo veremos ―le contestó con una mirada que derretiría al hombre más galán.

Indiana puso la mano sobre el muslo de Lara y ella también puso su mano sobre el muslo del hombre.

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Ajenos a la diversión de los dos adultos, los niños y Henry, ya estaban en el hotel gozando de un merecido descanso.

―Espero que esos dos no tarden mucho ―decía Henry algo preocupado.

―No te preocupes, Lara y tu hijo saben cuidarse solos ―le tranquilizó Lydia.

―Es cierto, me dan pena quienes quieran asaltarles por la noche ―decía Percy y empezó a estirarse para sacudirse el sueño que estaba venciéndole poco a poco. Henry se dio cuenta de la hora que era y mandó a los niños a dormirse.

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Lara e Indiana ya llegaban al hotel y la mujer no dejaba de pensar en como su vida era hasta ese momento. Odiaba su pésima suerte con los hombres, no eran más que romances de una sola noche o peor aún, tipos que luego de decirle que la amaban sacaban su pistola para volarle los sesos.

«Claro que parte es mi culpa, no me gustan los chicos buenos», pensaba Lara. «Me gustan tipo patanes. Indiana lo es un tanto y eso es lo que me enciende, sin embargo, no lo es tanto como para herirme al final».

Indiana también pensaba en su situación con la mujer que se encontraba a su lado. Había conocido a varias mujeres y era un hombre experimentado en el amor, pero ninguna mujer le había cautivado tanto como Lara, quien no solo era hermosa, sino que al igual que él, compartía el mismo fuego interno que lo hacía adicto a la aventura y la búsqueda de tesoros en ruinas exóticas y misteriosas, perdidas para el resto de las personas.