El reloj marcaba las 12:30 pm.
Hacía mucho frío, la ciudad a altas horas de la noche podía apreciarse desolada desde la ventana. Encendí la calefacción y fui a la cocina a prepararme un té de hierbas relajantes, para así poder conciliar el sueño, mañana iba a ser un día laborioso y necesitaba estar atenta en todos mis sentidos para cumplir con las solicitudes y asignaciones a mi cargo.
Decidí sentarme en el mueble y acariciar un poco a Glu, mi gato dulce de ojos caoba y pelaje grisáceo. Tomé una de las revistas que siempre compraba así no las terminara de leer y colocaba en la mesita decorativa de mi sala, le daba un toque "chic" a la habitación.
Hojeé las páginas una por una con un poco de desdén hasta que una de ellas captó mi atención.
Mi teléfono de la casa sonó, me sobresalté un poco, puesto que vivo sola y no espero llamadas nunca a altas horas de la noche. Atendí un poco temerosa, hasta escuchar aquella voz conocida que calmó un poco mis nervios.
- Samantha es Ryan...
- C..¿cómo estás? ¿Por qué me llamas a esta hora?- le respondí abriendo mis ojos y enarcando una ceja en modo de pregunta.
- Ahhff ¡Rayos!-suspiró- Es que... estaba en una despedida de soltero, de mi primo Albert ¿le recuerdas? se casará mañana. Y bueno, bebí un poco, choqué mi auto, lo llevé a la estación... lo dejarán hasta mañana.
- ¿Y?- tomé un poco de aire, sabía lo que venía- Eso no responde a mi pregunta Ryan- le reclamé en tono bajo.
- Lo sé, es que quería pedirte un favor.
Hubo un silencio de ambas partes.
- Ajám... te escucho- me resigné.
- ¿Puedo quedarme por esta noche?
¡Diablos Ryan! ¿Por qué cojones eres así? Con cuantas mujeres no habrás coqueteado esta noche ¡¿y ninguna que te lleve a su casa?! ¿A quién se le ocurre beber tanto si sabe que debe manejar de regreso? Si no te hubieses fijado en ella... tal vez ahora estuviésemos juntos. ¡Tremendo idiota! ¡Eres tan idiota!
Respiré hondo luego de pensar en todo lo que merecía escuchar, para contestarle - sí, sí puedes quedarte.
Le colgué. Mis manos... estaba ¿Estaba temblando? Sí.
No podía dejar de sentir aquellos nervios estúpidos como cuando éramos dos chicos de 17 años. Me encantaba. Su sonrisa y sus labios, aquellos ojos marrones de mirada profunda y su aroma, un aroma a hombre, su cabello lacio. Su sola presencia me hacía temblar. Fuimos muy buenos amigos hasta el final de curso. Él eligió a Katherine y yo, quedé por fuera, luego de ser su mejor amiga, todos esos años. Sí, sí me hablaba, aparentemente nuestra amistad seguía igual, hasta que yo decidí alejarme de él. Ya no podía seguirme lastimando, el verle y no tenerle.
No, nunca le dije. Ni pretendía hacerlo.
¡¿Qué'! ¡Ya llegó! Sonó la puerta.
Tragué grueso y me dirigí hacia el "ojo-mágico" para cerciorarme de que era él, sólo por seguridad. En definitiva sí era él. tomé mis llaves y aún temblando un poco, le abrí. Pude percibir su rico aroma de hombre, que me hacía tanta falta oler.
Entró algo sonrojado con mirada de vergüenza, su ceño estaba fruncido en un modo de aprobación, yo le miraba sin expresión en mi rostro, o al menos eso creía yo. Ambos sin saber qué decirnos. Hace tanto tiempo sin vernos que... se sentía incómodo estar de frente.
- Samantha- intentó esbozar una sonrisa, mas al ver mi rostro se cohibió de mostrar sus bellos dientes permaneciendo con una expresión triste y apenada.
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Parejas Candentes Relatos Indecentes
RandomTe invito a disfrutar del siguiente libro lleno de relatos cortos donde encontrarás las historias más sensuales del mundo erótico que jamás has leído. Llenas de emoción, picardía, romance, ternura, amor, pasión y locura desenfrenada. Sin límites... ...