Entreabrí mis ojos.
Un rayo de luz solar se asomaba por la ventana. Potente y dislumbrante, tapé mi rostro de aquel reflejo. Estiré mis brazos bostezando. Había descansado todo lo que necesitaba. Me volteé para buscar su brazo y su rostro, darle un potente beso y desearle los buenos días...
- ¿Amor? - dije abriendo mis ojos, sintiendo sólo las sábanas, viendo su lado de la cama vacío. No estaba, se había ido. ¿Será que me he despertado tan tarde que ya se ha ido al trabajo? ... Pero si es domingo...
Sentí una melancolía en mi pecho inmensa, le había extrañado tanto en la semana y ahora saber que no iba a verle tampoco el domingo, me puso muy triste. Nuestros horarios de trabajo no congeniaban. Si yo entraba a las 8:00 am él ya se había ido a las 6:00, si yo regresaba en la noche, le tocaba turno hasta las 3:00. Ya para ese entonces me encontraba dormida.
Me levanté, doblé las cobijas y acomodé las almohadas. Me encantaba lo frescas que se veían de color blanco, hacía juego con la pared de tono cobrizo, se sentía un aura erótica en el ambiente. - ¡Unas cuantas velitas aromáticas y ya estaba todo listo para una noche libidinosa! - Pensé en voz alta. Pasé a la otra habitación, el cuarto de baño, desenredé mis cabellos, lavé mi rostro, cepillé mis dientes y fui directo a la cocina para ver qué podía preparar. Al ir bajando las escaleras, pude percibir un aroma exquisito a hotcakes... humeantes, dulces.
¡Estaba allí! ¡No se había ido! Me invadió la alegría instantáneamente. ¡Cuánto deseaba abrazarle!
Él volteó sonriente mientras yo corría a sus brazos, llevaba un mantel de cuadros blancos y negros puesto encima de su pecho descubierto, jeans azules y los pies descalzos. Yo sólo tenia mi pijama de anoche, no me había cambiado.
- ¡¡Mi oso!! Me hace feliz que no te hayas ido - Lo tomé de las mejillas plantando muchos besos en todo su rostro.
- Pedí permiso para quedarme contigo preciosa y hacerte un delicioso desayuno - respondió mirándome a los ojos con una expresión que emanaba ternura pura.
Me encantaban sus labios, suaves y jugosos para morder, su cabello y sus dulces ojos brillantes, que se volvían color caramelo cuando la luz del sol se acercaba a su rostro. Abrazada a su cintura, contemplándole, sabiéndome "pequeña" por mi estatura comparada a la suya, nos fundimos en un abrazo. Tan fuerte y potente como si no nos hubiésemos visto desde hace años. Perdimos la cuenta del tiempo, mientras nos manteníamos en aquel hermoso instante... Hasta que el olor a hot cake quemado nos separó con urgencia.
-¡Dios! ¡Apagalo ya! - le decía mientras él corría a quitar el fuego de la hornilla.
Su rostro de espanto con los ojos abiertos de par en par sin saber cómo actuar fue muy gracioso. Reí sin detenerme, haciéndole sonrojar.
-Parece un carbón- dijo chistoso intentando despegar el hot cake de la sartén, con la espátula en mano y sudando un poco por el vapor.
A unos pasos del comedor estaba yo envuelta en risas. Dejó a un lado los utensilios, destapando unos platos que ya estaban servidos, los llevó al comedor y sirvió jugo de naranja para cada uno en los vasos de mosaico turquesa que tanto me gustaban.
- Tranquila amor, ya había puesto a cocinar unos cuantos... - sonrió victorioso guiñandome un ojo - ¡Venga! Le invito a degustar del platillo exquisito hecho por el Chef más aclamado de Francia "Petit Ours" (osito en francés) - agregó entonando su voz como presentador de un programa adoptando el acento francés.
- ¡Oh! Para mi es un honor aclamado Chef , sírvame todas las que quiera por favor, ¡estoy hambrienta! - aplaudí haciendo grititos de emoción.
Comenzamos a comer. En verdad estaban exquisitos. Se había esforzado tanto por consentirme. Hace mucho que no compartíamos un desayuno sin estar apurados por el tiempo que se esfumaba tan rápido, al estar juntos. Tuve una brillante idea... Quería premiarle por su lindo detalle y sorprenderle como él me había hecho a mi. Así que me levanté un momento, mientras él seguía mascando bocanadas de hot cakes y busqué la deliciosa crema chantilly que se encontraba en la nevera...
- ¡Mmmh! Amor ¿qué haces? ven a comer.
Habiendo terminado de degustar el desayuno, alzó la vista, allí me encontraba yo, con mirada lujuriosa. Quité su delantal, amarré sus manos con una pequeña cuerda y comencé a rociar crema chantilly por su pecho, esparciéndola. Me puse de cuclillas, él seguía sentado en la silla. Lo despojé de su jean, dejándolo en ropa interior.
Empecé a lamerle, mientras mis manos acariciaban su entrepierna. Me encantaba desesperarle, tanto hasta hacer que él mismo me tomara las manos y las colocara en su paquete firme. Yo lamiendo su rico pecho, su abdomen y él gimiendo bajo, temblando de éxtasis.
Lo tocaba lento, sin aún despojarlo de su ropa interior. Chupaba su cuello, sus tetillas las mojaba de saliva y daba besos en su abdomen bajo, muy cerca de su pene. Me decidí a sacarlo, viendo cómo de la cabeza de su miembro destilaba aquel delicioso jugo por la excitación.
Mi lengua se posó directamente allí, probando su jugoso líquido y su suave textura.
Gimió, retorciéndose de placer, respirando fuerte sin saber qué hacer. Decidí a comenzar por su pene, dándole el movimiento que sus ojos me imploraban.
Jalando su paquete de arriba a abajo y saboreando sus deliciosos testículos rojos por la acción. Su pelvis hacía un movimiento involuntario. Tenía tantas ansias de hacerme suya, penetrar lo más profundo en mi...
Yo ya no podía más y me decidí a saltar con agresivo deseo a sus piernas.Sin importar golpearnos y caer al suelo... olvidando que fue un impacto algo fuerte. Reímos sin sentir dolor. Y comencé a moverme mientras él tenía sus manos atadas. Su cuello, sus mejillas, sus orejas enrojecieron.
Ambos gritabamos sin detenernos.
Lo hacíamos salvaje. Yo no paraba de moder sus labios fuerte, y mis manos no se controlaban a tomar con fuerza sus brazos.
Cada vez saltaba más rápido y rústico con velocidad.En un momento, al sentir que ibamos a llegar, decidí frenarme y darle más largas a este agresivo juego que estábamos por terminar.
Lo miré y me separé de él, tomando su pene, frenando su esperma caliente.
Dios..., ¡su miembro estaba ardiendo! Mis manos se quemaban del calor que emanaba.
Me levanté rápidamente a buscar en la heladera cubos de hielo. Él me miraba con ojos dormitados, a punto de llegar al climax. Corrí a él y comencé a pasar el cubo por su abdomen y ver cómo en instantes se volvía agua. Lo besé, mientras desataba sus manos y me tomó, con fuerza las mejillas. Me besó con una pasión y agresividad impactante. Me cargó en sus brazos y me llevó a la mesa. Sí... fue un alocado desastre.
Todo voló al suelo, sin importarnos. Los platos y salsas se volvieron añicos. Me acostó y abrió mis piernas con fuerza. Succionó mis pezones como un animal hambriento, sin dejarme respirar y empezó a penetrarme.
Rápido y fuerte, moviendo su pelvis a mi vientre. Tomando mis caderas acercándolas a él.
Me perdí... ya no podía más. Sentirlo en mi, tan veloz, lleno de agresiva pasión me hizo correr en segundos. Nuestros gemidos se volvieron uno y sentí su esperma en mis glúteos... Su caliente leche en mi trasero.
Ambos dimos un último gemido, acompañado de un suspiro final. Habíamos llegado al mismo momento. Abrí mis ojos y vi su rostro hacia atrás con los ojos aún cerrados, tomando aire. Se volvió a mi y me miró con ternura. Me levantó de la mesa y me llevó en sus brazos.
Sólo nos mirábamos, en silencio total. Sonriendo de placer exquisito y cansancio. Subimos las escaleras. Y al llegar, nos tumbamos a la cama. Se acostó en mi pecho y lo abracé a mi.
Aquel domingo por la mañana, con la luz del sol resplandeciente, fue tan caliente como sus rayos.
Que delicioso es el sexo salvaje con quien amas... tan apasionado.
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Parejas Candentes Relatos Indecentes
RandomTe invito a disfrutar del siguiente libro lleno de relatos cortos donde encontrarás las historias más sensuales del mundo erótico que jamás has leído. Llenas de emoción, picardía, romance, ternura, amor, pasión y locura desenfrenada. Sin límites... ...