Capítulo 7.

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La sorpresa que se llevó al verse en su cuerpo fue total. Observó de lado a lado, analizando aquella cabaña en la que se encontraba. Escuchó pasos cercanos, hasta que el rechinar de la puerta principal lo hizo fruncir el ceño.

Aquella singular risa, lo hizo sentirse más tranquilo, más no supo el porque, pero volvió a cerrar los ojos. Tras unos minutos la puerta de aquella habitación se abrió, sin siquiera tomarse la molestia de cerciorarse de quien se trataba, se mantuvo tranquilo.

Lo supo al instante y no podía equivocarse, el aroma del joven inundaba en un abrir y cerrar de ojos aquella habitación. El aroma que lo hacia sentir una tranquilidad llena.

El borde de la cama, se hundió suavemente, mientras sintió como su mejilla era acariciada con tanta tranquilidad y cariño. Sintió su cuerpo tensarse, apretando los puños con fuerza al sentir los labios de él en los suyos.

Abrió los ojos, mirándolo completamente sonrojado. Sin más tomo control de la situación sonriendo ladino. Haló al castaño, tendiéndolo a su lado, mientras el cabello del chico se acomodaba en la almohada.

Se coloco sobre Jungkook, soportando su peso con sus manos a cada lado de la cabeza del chico. Se inclinó hasta nuevamente tocar los labios del castaño, profundizando el beso. Tras unos minutos ambos se separaron.

—Me gustas—murmuró el mayor.

Nuevamente el rubio lo besó, quiso invadir la cavidad bucal del de ojos cafés, y sin más el castaño le cedió el permiso. La mano del rubio viajo hasta el muslo de él, subiendo hasta llegar al dobladillo de la camisa que portaba.

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Despertó en un dos por tres, sintiendo la respiración agitada, los ojos del castaño viajaron de un lado a otro, logrando que bufara, mientras fruncía el ceño. Aquellas paredes blancas le indicaban lo que menos quería cerciorar ahora.

Su cuerpo... Aun seguía en aquel cuerpo, el cuerpo de ese molesto castaño, el cuerpo que si de estar en el suyo, una parte de su cuerpo hubiera despertado y sería demasiado molesto.

—Kook...—murmuró el castaño con el ceño fruncido.

—¡Jungkook vas tarde a la escuela!—escuchó.

—Mierda—gruñó el castaño.

En la escuela, Kim Yugyeom ya hacia mirando en la ventana de su salón, con el reflejo de su rostro apenas visible, tomo un poco de aire antes de soltarlo con nerviosismo.

—Bien Jungkook...—murmuró el rubio. —Parece que estos días no han sido los mejores, pero pueden cambiar—inquirió.

Escuchó la puerta del salón deslizarse, girándose, tensándose al instante, ahí estaba. Su cuerpo y dentro de él Kim Yugyeom. Le temblaron la piernas, al ver su propio cuerpo, su acaramelada mirada cayendo en el cuerpo del Kim, sonreír ladino. Para así cerrar y caminar en su dirección.

—Sobre lo de Ten...—hablo el rubio.

—¿Estás molesto?—se apresuro a hablar el castaño.

—Yo no, pero las locas que siempre te siguen deben estarlo—murmuró Yugyeom.

—Deberían estar molestas por que fue contigo...—asintió el castaño. —Pero técnicamente me bese a mi mismo—murmuró.

—Eres de lo peor Yugyeom—murmuró el rubio.

—No te preocupes nadie está molesto por el beso, si están molestos debería ser por otra cosa—inquirió el Jeon.

—Sobre el beso...—habló el mayor. —¿Por qué lo seguiste, Jungkook?—preguntó.

—No supe que hacer—murmuró el rubio rápidamente.

—Mientes—sonrió ladino el castaño. —No fue por eso—inquirió.

El rostro del Kim rápidamente se coloró, desviando la mirada. Mientras el castaño alzaba una ceja en alto, era cierto que nunca se acostumbraría a Jungkook en su cuerpo y mucho menos a verse a si mismo sonrojado. No le agradaba como se veía.

—¿Y como sabes que no fue por eso?—susurró apenas el rubio.

—Por que en este momento nadie está por aquí—murmuró el mayor.—Y me muero de ganas por besarte—soltó.

—Yugyeom...—llamó el rubio. —No debemos—inquirió. Más el castaño lo calló con un pequeño beso. Ambos cerraron los ojos acercándose, dando beso tras beso, besos inocentes.

—Y si no debemos, ¿por qué seguimos besándonos?—cuestionó Jungkook.

—No sé—murmuró el de cabello amarillo.

—Estoy harto,Kook—hablo el castaño. —Estuve mucho tiempo tratando de negar que siento algo por ti—inquirió. —Pero no funcionó—susurró.

—Somos amig...—Yugyeom fue interrumpido.

—Tus sentimientos, Jeon, se sobre tus sentimientos—soltó el castaño.—A veces solo quisiera deshacerme de todo imbécil que te mira en el instituto—gruñó Jungkook.

—Pensé que te molestaba, que te desagradaba—murmuró el rubio.

—Me gustas—soltó el castaño.

Los ojos cafés del chico se dilataron sorpresivamente, era cierto verse así mismo teniendo en menos de cinco minutos bastantes expresiones era muy extraño. Jungkook alzó una mano, pasándola por detrás del cuello del rubio, inclinándolo suavemente, mirándolo a los ojos fijamente por un momento. El rubio tragó grueso mientras se sonrojaba.

—¿Qué estás...?—el Kim no pudo terminar de hablar ya que los labios del castaño empezaron a ejercer presión sobre los suyos de un momento a otro. Sorprendiéndolo.

Cuando se repuso de la sorpresa, cerró los ojos y se dejó llevar por la magnífica sensación, nuevamente se estaban besando, técnicamente Yugyeom estaba besándolo. Su boca se movía con sutileza.

Cuando finalmente se separó, el menor quedó con las piernas temblorosas así como la primera vez que se habían besado. Si se encontrara en su cuerpo estaba seguro que Kim Yugyeom se hubiera reído de él, desorientado, ojos bizcos, rodillas dobladas una contra la otra y una completa falta de habla y coordinación. Esa hubiera sido su reacción.

—¿Y eso por qué fue?—logró preguntar el menor finalmente.

—¿Tengo que tener un motivo después de que ahora puedo realmente hacerlo las veces que quiera y cuando quiera?—respondió el castaño.

—Supongo que no—la voz del Kim sonaba temblorosa.

—Escucha, ahora eres mío, Jungkook...—sonrió ladino el castaño.

—Yo...—se sonrojo.

—Ya todo aclarado—el Kim en el cuerpo del castaño, sonrió ladino.

Dicho eso, volvió jalar al rubio, sujetándolo de la nuca y dando rienda suelta a su boca. Era un beso desesperado, un beso de: No se te olvide que me perteneces.

Su lengua pronto comenzó a invadir la otra. Incluso olvidando el lugar donde se encontraban. Lo empujó contra la pared. La espalda del rubio se presionaba contra el muró de aquel salón, y dejó que la boca del menor que invadía su cuerpo lo guiara. 



¡Hey! Regresame mi cuerpoWhere stories live. Discover now