Al Atardecer

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Habíamos pasado una tarde estupenda, la habitación que habíamos rentado para pasar un momento a solas se veía mucho más acogedora ahora que estaba anocheciendo y los débiles rayos naranjas proyectados por el sol que casi oculto, aun nos acompañaba desde la ventana.
Él se puso de pie y yo me quedé en la cama, su cuerpo desnudo parecía brillar por el sudor a la luz del sol, se metió a la ducha y por unos minutos y  tomó un baño. Yo me quedé pensando en todo lo que nos había pasado últimamente, desde que nos conocimos y empezamos a salir habíamos tenido muy poco tiempo para hablar, casi siempre lo hacíamos y ya, pero esta vez quería enfrentarlo, y decirle lo que sentía por él.
Cuando salió, me miró al rostro, con sus bellos ojos color miel, y pareció darse cuenta de que algo pasaba, se sentó en la orilla de la cama y se tapó la cara con las manos apoyando sus codos en las rodillas, sólo una toalla blanca rodeaba su cintura y lo cubría hasta los muslos. Permaneció allí en silencio por unos minutos y luego se puso de pie y se acercó a la ventana y recostó sus manos sobre la parte inferior sacando levemente la cabeza por ella, para ese entonces ya el cielo estaba iluminado de estrellas. Yo jugaba con mis dedos en silencio también, en la mayoría de veces a este punto ya nos habríamos despedido y él ya estaría rumbo a casa.

- Ya no puedo seguir así – dije por fin, y a causa de que mi garganta estaba seca mi voz sonó casi como un ronquido – ya no puedo…

Él no se volteó a verme, simplemente se quedó de pie parado en la ventana, y después de unos instantes, sólo asintió con la cabeza.

- Tampoco me gusta… - negó con la cabeza ahora.
- Entonces por qué… ¿por qué no hacemos algo al respecto?
- ¿Qué quieres que haga? ¿Que salga corriendo y le grite al mundo que te amo?
- No es necesario que te burles – agaché la cabeza.
- Hey escucha… -  se acercó a mí violentamente subiendo a la cama gateando y me tomó la cara con ambas manos – yo te amo, ¿entiendes? Te amo.
- Y ¿por qué tenemos que escondernos así, por qué no puedes llevarme de la mano por un parque, por qué no puedes tomar un helado conmigo o un café, por qué no podemos ir al cine o al teatro… por qué?
- Porque es difícil, mis padres… ellos no lo aprobarían… sabes que es difícil para mí… yo…
- Tú… tú eres un cobarde, un inseguro, un tipo que tiene que esconder sus sentimientos para parecer el típico hombre duro que camina meneando los hombros haciéndose el rudo.

A este punto ya le había dado varios golpes en el pecho intentando hacer que reaccione. Él sólo me abrazó y me dejó llorar, era la primera vez que le decía todas estas cosas, aunque siempre había querido hacerlo.

- Para ti es fácil, no tienes que rendirle cuentas a nadie…
- Pero tú tampoco lo tienes que hacer… entiende – lo interrumpí, es que me daba tanta rabia.
- Verdaderamente te amo, pienso en ti a cada momento, guardo a diario la esperanza de tener unas horas libres para poder verte, abrazarte y sentirte, para verte sonreír, para estar juntos y hacerte reír con mis bobadas. Me gusta pasar tiempo contigo, porque me haces sentir feliz, porque me haces sentir como ningún otro, porque al terminar el día cuando debo irme, daría lo que fuera para poder quedarme.

Me quedé un momento en silencio reflexionando sus palabras, también era la primera vez que le  oía decir algo así.

- Mientras sigas teniendo miedo, todo lo que me digas será en vano, porque para poder amarme como dices que me amas, necesitas ser feliz, y mientras tengas que seguir escondiéndote unas horas al día para estar conmigo, no puedes ser feliz.
- Claro que me haces feliz…
- La felicidad no radica en los actos… - le puse el dedo en la boca para silenciarlo – sino en la prudencia de tus decisiones ¿Sabes cuál es tu mayor error? Que te has olvidado de vivir, y pretendes cubrir tu falta de dicha con un poco de  “amor” – hice la seña con los dedos – pero yo no soy tu juguete… me cansé…
- Espera - me dijo cuándo me vio ponerme de pie para ponerme mis prendas de vestir…
- Si te esperaré, a que al fin decidas si quieres ser feliz conmigo, pero con libertad, sin escondernos… te esperaré, pero que te quede claro que no será para siempre…
- ¿Te veré mañana Gabriel?
- Adiós Rafael…

Esquirlas en el AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora