Capítulo 2: Antes del padre.

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Una de las tantas cosas que más le costaban al más joven de los Kent era despertar temprano o llegar en tiempo a cualquier compromiso; Jon disfrutaba de dormir hasta muy entrada la mañana, cuando el sol caminaba con paso firme sobre la cúspide más alta del cielo, y desvelarse haciendo cálculos para sus proyectos. Sin embargo ese día casi no había podido conciliar el sueño y ya desde muy temprano se encontraba despertado. Desde la posición en la que reposaba podía contemplar los rasgos finos y relajados de su amigo quien permanecía entre sus brazos ignorando las brisas que mecían inútilmente la madera de su pequeño edén. Podía percibir claramente la respiración de ambos, una forma que antes ya había notado puesto que ambos inhalaban y exhalaban al mismo tiempo, tan sincronizados como los relojes del pueblo y el de la gran catedral.

Al ser hijo de un par de betas Jonathan Samuel Kent se esperaba de la misma casta. Las probabilidades de que fuera un alfa u omega eran tan mínimas e inexistentes que sus padres jamás se molestaron en darle una instrucción educativa acerca del tema. Por supuesto que Jon sabía lo básico acerca de las castas, lo que se comentaba y que por obviedad todo el mundo sabía pero nada lo había preparado para lo que ahora enfrentaba. No solo había resultado ser un alfa sino que en su primer celo había marcado a un omega y dicho omega había sido su mejor amigo.

Dios mío, ¿qué he hecho?

Se cuestionaba mentalmente al tiempo que notaba la fea mordida que había tatuado en ese cuello esbelto. A diferencia de Jonathan quien no era proclive a formar parte de alguna casta que no fuera beta, Damian sí que había sido contemplado dentro de estas posibilidades. El más joven de los Wayne era realmente el único hijo de sangre del magnate empresario, su madre era una de las omegas más fértiles que existían y ya que su padre era un macho alfa de gran potencian se esperaba que el chico desarrollara alguna de esas dos castas; por tal motivo se le había aplicado el examen dos veces sin resultados concluyentes o claros.

Damian fue abriendo sus ojos con mucho cansancio, la telaraña que le impedía enfocar la vista se dispersó cuando fue consciente de otro cuerpo que se removía a su espalda; aquel era Jon quien al notar la conciencia de su colega se decidió por apártese.

El joven omega trato de estirar las vértebras de su columna y cuando un dolor agudo se le intensificó en la parte más baja de su espalda las telas de la realidad tintineaban mostrándole sus recuerdos vivamente. No obstante aquello pareció no afectar tanto al chico quien, sentándose, ignoro las molestias con la intención de ver como Jon se vestía dándole la espalda. Dami pudo adivinar el sonrojo que cubría el rostro de su amigo ya que era capaz de observar las orejas color carmín de este.

-Dame mi ropa- ordeno.

-ah! claro... yo amm... si aquí esta- se apresuró a recoger la camisa y pantalones para ofrecerlos. Jon solo usaba ropa interior y aunque muchas veces en el pasado ya se habían visto desnudos ahora le parecía incorrecto hacerlo.

El aprendiz de ingeniería se colocó sus pantalones azul naval y volvió a tomar asiento en el borde de la cama para poder amarrar las agujetas de sus zapatos. Estaba espantado y sin la más remota idea de cómo actuar, justo cuando iba a disculparse para marcharse a otra habitación y terminar de arreglarse sintió los inquietos dedos de su amigo acariciar su espalda, el gesto lo hizo tensarse con la espalda más que recta y la mirada hacia el frente.

-¿Duele?- escucho a Damian preguntar.

-¿Cómo?

-Te rasguñe muy fuerte...

-Yo... no, no me paso nada- su declaración era una verdad a medias, aunque el dolor no era la constante si sentía ardor haciéndose claro los caminos que las uñas habían tatuado sobre el lienzo de su espalda- ¿a ti te duele?

EL FRUTO DEL PARAMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora