Capítulo 3: Alas rotas.

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Primero los nubarrones, después las primeras gotas pesadas y por último los rayos. Así era la receta para el desastre y penosamente las familias Kent y Wayne parecían seguir los pasos al pie de la letra.

Parecían prisioneros esperando la condena y el juez era nada más y nadie menos que el propio padre. Los Kent permanecieron en la mansión sin prestar atención a sus propias obligaciones delegando las responsabilidades a sus empleados de más confianza. Jason había pedido una licencia de vacaciones y se pasó los días y noches vigilando a la joven pareja que parecía muy ajena a los males que caían sobre sus hombros; aun ambos alfas solían gruñirse cuando se topaban de frente y más rápido que tarde Jon empezó a controlar sus hormonas a diferencia de Damian quien solía embriagar a su alfa con potentes golpes de pasión que casi siempre terminaban solo en besos y abrazos.


Las lunas exactas pasaron y ya en las calles se podían encontrar los periódicos que narraban la gran batalla que ofreció el abogado Dick Grayson para defender a capa y espada un nuevo tipo de fármaco llamado "supresores"; una gran turba (compuesta de las tres castas y de altos rangos en la sociedad) se pronunció a favor de la aprobación de dichos medicamentos y cuando el juez y magistrado no tuvieron más opción que dar luz verde al proyecto la emoción y el descontento se extendieron casi como si fueran un incendio.

Sin embargo el dicho "las cosas buenas le pasan a gente buena" no se aplicó en ninguna palabra a lo que ahora la familia tendría que afrontar. Esos días eran agradables, las lluvias torrenciales servían para limpiar el cielo de los molestos humos de las fábricas y para que los ríos se llenaran a su máxima capacidad haciendo que los pequeños críos del pueblo pudieran pescar o zambullirse en las tibias aguas. Imágenes gratas los recibieron, el mercado atiborrado de los vendedores más carismáticos que ofrecían sus manzanas o servicios, los agentes de la paz que protegían el orden público y algunos que otros vítores que reconocían su servicio a la sociedad, una que muy letárgica se empezaba a despertar.

-GANAMOS!!- fue lo primero que se escuchó cuando los otros tres Wayne por fin llegaban de su odisea- ¿que si fue fácil? JAMÁS ni aun volviendo a hacerlo! pero ganamos!- el optimismo de Dick Grayson casi aminora el ambiente tenso que la mansión albergo desde aquella prueba de vuelo- ¿Qué ocurre?

-¿Clark? ¿Lois? ¿Pero que hacer aquí?- la pregunta de Tim no sonó agresiva sino verdaderamente interesada- ¿ocurrió algo?

Una charla de casi dos horas (por culpa de las constantes pausas y preguntas sin respuesta que hacían los más jóvenes) fue necesaria para que el resto de la familia estuviera en la misma sintonía, Jason explico lo que sabía al igual que los Kent quienes portaban pesadas ojeras testigos de su aflicción. Sin embargo los dos involucrados no estaban presentes y las declaraciones eran lo que más necesitaban.

Fue así como el patriarca se encamino a la zona de habitaciones recorriendo bastante ansioso los pasillos; si le preguntaran a Bruce como estaba él sencillamente no sabría que decir ¿asustado? ¿ansioso? ¿molesto? ¿feliz?. Todo era válido y al girar aquella manija sus preocupaciones solo aumentaron varios grados de nivel.

Ahí en sobre la cama descansaba su hijo y ahijado, el primero leyendo un libro en voz alta y el segundo siendo hipnotizado por aquella labia de ángel que lo transportaba a tierra místicas y lejanas.

-Padrino- Jonathan fue quien saludó tratando de no bajar el mentón, no permitiría verse débil una segunda ocasión frente a su omega- yo...

-¿Cómo estás?- el magnate le pregunto a su hijo, su semblante era tranquilo por lo que Jon no se alteró.

-Bien- rápido y directo respondió el omega- ¿cómo les fue?

-Bien- los tres callaron- me gustaría hablar con los dos en privado- Bruce miró al joven alfa para darle a entender que sería el primero- vamos a mi segundo despacho.

EL FRUTO DEL PARAMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora