Siempre me pregunté ¿Cómo llegaron a ser tan buenos aquellos artistas del Renacimiento?, ¿Cómo fue que llegaron a plasmar con tanto realismo aquellas escenas?, tan vivas, tan magnificas, tan realistas y al mismo tiempo con una aura indescriptible a su alrededor. Esas pinturas te hacían llegar el mensaje de los artistas con solo verlas: te contaban una historia en una simple imagen, te mostraban la época que les tocó vivir y te mostraban su mundo visto desde sus ojos. Y aunque parecía extraño, sentía que congelaban una parte de su vida en aquellas pinturas. Me impresioné a tal grado, que comencé a dibujar: primero copiando dibujos de otros artistas, después intentando crear un dibujo desde una fotografía. No era muy bueno, pero tampoco un desastre.
Con el tiempo fui mejorando mi arte, fui realizando copias precisas de la imagen que se me pusiera en frente. Mis padres no estaban muy felices por mi nueva pasión, porque creían que solo era un pasatiempo al que no debía dedicarle mucho tiempo, pero yo sabía que no era un pasatiempo. En repetidas ocasiones esto provocó una discusión bastante acalorada entre ellos y yo, en la que yo terminaba por irme de la casa por algunos días, siempre tuve varios amigos con quienes podía contar para que me dieran alojo un día o dos. Al final, entendí que mis padres no comprendían mi pasión y amor por el arte, por eso no podían alentarme como hubiese querido que lo hicieran.
Cuando por fin me independice de mi familia, conseguí un pequeño empleo en un centro comercial, no ganaba mucho, pero me daba para comer y pagar la renta de un pequeño departamento situado en una zona no muy agradable, los departamentos ahí eran ocupados comúnmente por estudiantes y gente soltera. En mi tiempo libre empecé a intentar dibujar cosas vivas, escenas que veía o al menos a personas que conocía, pero era bastante difícil hacerlo. No es lo mismo dibujar una estatua fija, a un pequeño ruiseñor que nunca se mantiene quieto, no es lo mismo dibujar un paisaje estático, a uno que demuestre estar vivo. En donde vivía no tenía una gran vista, ni mucho menos te alentaba a salir por las noches a buscar inspiración, de hecho, mientras viví allí me asaltaron 3 veces. De alguna manera siento lastima por los delincuentes, si me llegaban a robar 20 pesos era decir mucho. Eso sí, algo muy común que podías ver en aquellos barrios eran grafitis, grafitis indescifrables, grafitis sobre grafitis y en muy pocas ocasiones un grafiti que tapaba un muro completo. Pero de ahí en fuera, nada.
Decidí entonces, volverme como aquellos artistas Renacentistas y comenzar a grabar mi arte en las paredes. Después de meses de práctica, aprendí a dibujar con trazos rápidos un pequeño colibrí, aun no lograba darle viveza, pero me gustaba mucho. Una noche salí con algunas latas de pintura en aerosol en mi mochila, buscando crear mi “pieza de arte”. Pero por desgracia para mí, nadie me explico que había ciertos códigos que se debían seguir, ni mucho menos los peligros a los que me enfrentaba al “marcar” el territorio de alguien más. Así fue como recibí mi primer golpiza, después de haber pintado sobre un grafiti de alguien con el sobrenombre de “Zek”, también esa noche me percate de lo fugaz que serían mis obras, pues Zek y sus amigos destrozaron a mi pequeño colibrí, con rayones bruscos y taches enormes.
Pero no me rendí por eso, continúe saliendo cada noche a buscar lugares para plasmar lo que sabía hacer, varias veces me golpearon, otras veces solo destrozaban mi obra. Hasta que una noche mientras me dirigía a mi departamento, noté que alguien acababa de colocar una manta a modo de espectacular en la azotea de mi edificio. No resistí la tentación y sin darme cuenta ya estaba parado frente a la manta completamente en blanco, me quede inmóvil sin saber que plasmar en ella, corrí a mi cuarto y lleve todo el material posible hasta la azotea. Mientras pensaba en qué plasmar ahí, el sol comenzó a asomar por los edificios de la ciudad. No pude evitarlo, el escenario estaba listo, retándome a ver si era capaz de plasmarlo. Comencé mi odisea con las latas, pasando por las brochas y pinceles (Sé, que no es de grafitero, pero yo no lo era). Era una carrera contra el tiempo que no podía ganar, el sol cada vez asomaba más y más, mi cuerpo se sentía cada vez más cansado y mis brazos no reaccionaron como debieron hacerlo. Me rendí, al haber terminado solo 3/4 de la ciudad y solo la base del cielo. Me senté en la cornisa del edificio y decidí ver como se alzaba el vencedor. En mi mente pensaba en cómo aquellos artistas crearon obras tan magnificas de instantes tan rápidos. “Ojala tuviera más tiempo” – pensé mientras observaba al sol.
Comencé a esperar con resignación el desenlace del amanecer, pero el sol parecía no querer moverse, como si estuviera esperando algo. Entonces voltee mi mirada hacia las calles de la ciudad y noté que había un señor parado con su perro, aunque no completamente, parecía que su cuerpo avanzaba muy lento, pensé que era algún truco de pantomima o algo por el estilo, pero al voltear a ver a otra persona y después a otra, observé que todos hacían lo mismo. Sentí cómo si un rayo caluroso recorriera todo mi cuerpo y al levantar mi vista al sol, seguía casi en la misma posición, como si estuviera posando para mí. Me levante y continúe mi pintura, con todo el tiempo a mi favor. Termine aquella escena, y encontré la manera de plasmar mi vida en obras.
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Historias Atemporales
General Fiction¿Alguna vez en tu vida quisiste que el tiempo se detuviera?, ¿En algún instante de tu existencia quisiste con todas tus fuerzas, detener lo inevitable?, ¿En algún segundo de tu vida te sentiste tan feliz, que hubieses dado todo por permanecer en él...