Capítulo 8: Calma

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¿Cómo actuaría un hitman enamorado? Normal dirían algunos. Tal vez un poco más demostrativo y posesivo, dirían otros. Los más arriesgados se atreverían a decir que el trasero ajeno –sea éste el de la pareja, obviamente pasiva– no seguiría sano por más de dos días... pero estaban equivocados.

La verdad estaba escondida en la mansión Vongola.

Reborn sorprendía a Tsuna con un saludo matutino basado solamente en un beso en la frente o una despedida con un beso en el dorso de la mano y una mirada penetrante que causaba el sonrojo inmediato del castaño. Las sonrisas que el azabache desprendía para Tsuna eran sinceras y sin malicia, para todo ajeno al dueño de sus sentimientos eran amenazantes y tenebrosas. Sin embargo, se debían mencionar también los besos robados Reborn solía dar sobre aquellos labios tentadores, suaves y cálidos, aquellos que sólo se daban cuando estaban sólo ellos dos, sin interrupciones de ningún tipo, sin testigos de un crimen perfecto. El hitman gustaba de las demostraciones en privado porque de esa forma podía ser tan cursi como deseara y sólo tuviera a Tsuna como espectador porque sólo él lo merecía.



—¿Reborn? — Tsuna ingresó a su oficina con apuro, apreciando la silueta situada en el fondo de esta — lamento la demora, pero la reunión se extendió un poco

—Bienvenido... Tsuna — sonrió de lado al notar cómo el mencionado se ruborizaba un poco e intentaba disimular aquello con un leve giro de su rostro — ¿pasa algo?

—Nada extraño — aunque sí le pasaba algo raro pues desde que Reborn empezó a besarlo y ser más cercano o demostrativo, él no podía parar de avergonzarse hasta por sólo escuchar su nombre. Solía suspirar cuando estaba a solas o sonreír bobamente

—Pues no lo parece

—¿Que tienes ahí? — con rapidez buscó cambiar de tema y gracias al cielo admiró algo entre las manos del hitman. Se sorprendió nuevamente, lo hacía seguido desde hace unos días

—Un regalo — elevó un poco el pequeño paquete

—¿Para mí? — se emocionó sin poder evitarlo

—No — sonrió burlón al ver la decepción ajena —, esto es para mi amado cielo — se sentía satisfecho al ver cómo Tsuna fruncía sutilmente el labio superior y entrecerraba los ojos en un reproche infantil que no duraba demasiado

—No pensé que tuvieras este lado tan... romántico, Reborn — Es más, creía que sería todo lo contrario, y aun así no pudo evitar ceder ante los encantos de ese hombre. Se acercó con parsimonia y pudo diferenciar un pequeño paquete envuelto en papel blanco con bordes dorados

—Eres el culpable de eso y asumirás las consecuencias

—Pero yo no he hecho nada — quiso reírse por esas palabras tan de él, pero se contuvo, no quería arruinar el momento

—Lo hiciste — Reborn se acercó hasta que pudo picar esa mejilla con la punta del regalo que sostenía en su mano derecha — el día que me entregaste ese chocolate adornado por un monstruo — se burló mostrando una sutil sonrisa

—No era un monstruo — se quejó mientras tomaba el obsequio y evitaba que sus mejillas adquirieran color, tenía que controlarse — era... no importa — suspiró

—El día blanco — sonrió al ver que Tsuna abría la tapa del regalo y admiraba los chocolates blancos adornados con detalles en chocolate negro

—Gra... Gracias — se sintió tan dichoso que no pudo decir más, ni siquiera pudo reaccionar porque no esperaba eso

Tradición impensableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora