Capítulo 3: Malos ratos

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Llegó de visita imprevista, mas, fue bien recibido por todos en la mansión Simon. Al atravesar las puertas de la esbelta mansión, Tsuna estaba apagado y con los ojos levemente hinchados, destrozado de cierta forma. Enma en silencio lo cuidó, calmó y acunó entre sus brazos para reconfortarlo con leves palmaditas en la espalda, después escucharía con calma lo que le pasaba a su amigo. El pelirrojo dejó que el castaño se desahogara cuanto deseara y él lo acompañó porque todo pareció ser tan triste que se contagió de la melancolía ajena.

Eran dos almas que se entendían mutuamente, dos pares de ojos que no ocultaban sus lágrimas llenas de decepción.



—¿Ya estas mejor? — se hallaban mirando el techo de la habitación usada por Enma

—Lo estoy — listos para un descanso, reposaban sobre la amplia cama sin cubrirse con las mantas todavía — creo que he liberado frustraciones y eso me ha quitado un peso de encima

—Eso es bueno — sonrió Enma mientras tomaba la mano de Tsuna y la apretaba entre la suya — además... no creo que sea un asunto que no se pueda arreglar

—Lo sé

—¿Los perdonarás?

—Sí — rieron bajito, tal cual si fueran cómplices de vida y lo eran. Desde su adolescencia fueron los mejores amigos, se apoyaron mutuamente hasta llegar a ese punto donde lideraban familias mafiosas, mayores cómplices que ellos no podía haber — pero por ahora quiero dejarlos así

—Mi casa es tu casa, Tsuna

—Muchas gracias — restregó un poco su ojo derecho y suspiró — pero creo que alguien se pondrá celoso si llega y me ve aquí

—No te preocupes — sus mejillas enrojecieron un poco por el comentario

—Si me descubre durmiendo en tu habitación o si quiera se entera, intentará matarme — el castaño rió bajito por esa posibilidad y Enma le siguió

—Puede ser — sus mejillas adquirieron un tono carmín demasiado intenso que –por palabras propias de su novio–, le daban un toque armonioso porque entraba en sincronía con sus ojos y cabello

—No quiero arriesgarme, pero también creo que merezco ser caprichoso por hoy

—Yo me encargo de Skull — Enma sonrió con ternura — entenderá que ahora mi mejor amigo me necesita

—Quisiera tener a alguien que me amase así — susurró como contando un secreto

—Y yo creo que lo tendrás muy pronto, Tsuna — imitó al castaño, disminuyendo el tono de su voz — alguien que sea capaz de matar a un pelotón sólo para defenderte

—Eso suena aterrador, Enma

—Lo es — rieron juntos como un par de chiquillos que acababan de escuchar un chiste — pero en nuestro mundo, eso es bastante romántico



Bromas, risas, susurros, anécdotas. Así fue la noche que ellos dos compartieron, intentando fingir que aún eran adolescentes que solían quedarse a dormir en la casa del contrario sólo para jugar videojuegos hasta la madrugada. Por esa noche escaparían de la realidad y se reconfortarían mientras se perdían en el mundo de los sueños.

Gracias a eso, a la mañana siguiente, el dolor desapareció.

Todo volvió a la normalidad.

Tsuna desayunó en conjunto con la familia aliada, riéndose porque el bullicio de esa mansión era semejante al de la suya. Se sentía en casa. Decidió quedarse ahí durante todo ese día pues Enma le ofreció su cocina para que en esa ocasión sí pudiese intentar mejorar su receta culinaria, fue una oferta que no pudo rechazar, mucho más porque su amigo estaría con él, en esa odisea por fabricar algo verdaderamente especial para el siguiente día

Tradición impensableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora