Carrera de los sueños

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Mi cuerpo actuaba por inercia, era como una máquina, no sabía quién era ni quien estaba a mi alrededor. Siempre cargaba una sonrisa falsa que cubría cada extremo de mi cara y hacía ver que mi semblante era positivo, pero era todo lo contrario.
Tenía una personalidad muy extensa y difícil de romper, yo era inquebrantable y nada podía destruirme.
Era alguien que luchaba día a día por comportarse como alguien maduro para que las personas a su alrededor pensaran que era alguien con quien no se puede joder, pero cualquier chiste estúpido rompía su alter-ego.
Contaba con una corta edad para tener una adicción tan fuerte a la nicotina y para estar roto por dentro, era demasiado joven.
Pero como siempre, tienes que afrontar las cosas que haz dejado empezadas, y tienes que reparar o destruir lo que hiciste mal.
Me encontraba arriba de un Acura negro, del año 1998, sentado en la parte trasera de él. Me sentía segado y atónito, como si acabara de despertar de un sueño que duró cien años.
Cuando por fin recuperé parte de mi consciencia, vi que nadie estaba manejando ese vehículo, y en vez de alarmarme, me recosté en los asientos y disfruté el viaje en toda su cavidad.
Debería estar alarmado, pues nadie estaba manejando el maldito vehículo y en cualquier momento podría irme a la mierda. Pero sabía que todo estaba en mi cabeza.

Carretera de los melancólicos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora