Yo, yo, yo, y yo

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Era relajante el hecho de estar ahí, sentir como la brisa de la carretera cae por tus mejillas y como ese olor a montaña y a playa suben poco a poco por los poros de tu nariz, es asombroso.
El poder de mi imaginación era asombroso, pues sabía que no muchos podían hacer lo mismo con su mente. Aunque solo era necesario un día cansado y un buen equipo de sonido para apreciar lo mismo que yo.
El vehículo comenzó a detenerse y poco a poco vi como un bosque frío estaba frente a mi.
La puerta del vehículo y la carretera nos dividían solamente. Procedí a abrir la puerta y a salir de ahí, pude ver una silueta hincada y muy triste. Lloraba con mucho sentimiento.
Me acerqué y toqué sus hombros, y al momento de ver su rostro, me percaté que era yo mismo, todas las facciones de mi cara eran idénticas, inclusive ese distintivo lunar café que tengo en el centro de mi nariz (yo lo llamo "el centro de mi cuerpo").

-Oye, no sé cómo llamarte, pero... ¿tienes algo?

Le dije con una cara de misericordia y amargura, no sueles verte a ti mismo tan seguido.

Él solo se levantó y me indicó que lo siguiera. Yo lo hice, y caminé detrás de él.
Poco a poco, pude respirar un olor a fogata y a bosque.
Ahí estaban dos personas más, irreconocibles a larga vista, pero bastante familiares a una visión considerable.
Era yo, de una versión anciana y recorrida por la vida, la experiencia podía notarse a través de mis ojos llenos de arrugas.
Y en el otro extremo de la fogata, estaba yo, pero en una versión adulta e inmadura, sonriendo por todo como un simplón, como si tomara la vida como un juego.
Yo estaba atónito, no podía creer que había una reunión de mí mismo ahí.
Pero... ¿y el yo triste que representaba?, sencillo: mi alma quería representar lo que llevaba dentro.

Me senté con ellos, conmigo mismo, y comencé a disfrutar del sonido de las aves y el olor a bosque. Sentía como el aire recorría mi rostro hasta ponerlo helado y hacer que mis labios se pusieran resecos.
Yo vestía una larga sudadera gris oscura que me había obsequiado un amigo especial hace un par de años
En eso, mi adicción a la nicotina me llamaba y necesitaba ir con ella, me paré y fui a unos sesenta metros lejos del lugar. Comencé a fumar

Carretera de los melancólicos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora