Capítulo 4

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JOSTIN MICKELSON

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JOSTIN MICKELSON

Algo dentro de mí me gritaba que la siga, que no la deje ir, pero otra parte estaba cansada de lo mismo, de las estúpidas discusiones diarias, de ser yo el que siempre intente arreglar la situación.

***

Esta amistad tan toxica debió acabar aquel viernes en rectoría, desde aquella primera pelea.

Pero no.

No quise.

No quise que esa amistad acabara.

La necesitaba.

A su lado me sentía de nuevo yo, y no quería que eso acabe... No, no en ese momento. Ni nunca.

Lunes 27/ enero/2020

Estaba en el campo deportivo, detrás de las gradas pensando en si entrar o no a clases, me sentía... No sé cómo explicarlo...

Técnicamente desaparecí 2 semana de La Salle, o sea no es que haya estado desaparecido, simplemente tenia cosas que hacer y falté a la escuela, por órdenes de mi padre cabe recalcar, según él, necesitaba subir mis calificaciones antes de sacar curso, sinceramente no me importa, pero me ofrecieron una beca en la Universidad de los Ángeles, pero siempre y cuando clasificara para la selección de fútbol de la misma Universidad, es decir, juego en la clasificatoria, me seleccionan y en cuanto acabe la escuela entrare directo a la Universidad de mis sueños. Sin tener que dar examen, ni nada por el estilo.

Gracias al nuevo esposo de mi madre es que tuve esta oportunidad, detesto que me lleguen grandes oportunidades por solo ser su hijastro, me gustaría ganármelo todo por ser yo, pero, en fin, al menos pude ir a ver a mi madre y pasar unos días con ella.

Suena mi teléfono. Lo apago.

A Melinda y su grupito por otro lado no soportaron la idea de no verme por la escuela y me estuvieron reventando el celular para saber que pasaba conmigo. Lo quise apagar, pero por un momento se me vino la loca idea de que Astrid también estaría preocupada por mí y llamaría o enviaría un mensaje, hasta que recordé que no tenía mi numero ni yo el de ella, así que descarte esa estúpida idea de mi cabeza y apague el celular.

Cuando por fin tomé una decisión, la vi, corría hacia las gradas, se la veía tan impotente, tan asustada, triste, no sé cómo definirlo. Mi mente estaba en un debate, entre si ir o no con ella.

Hasta que escuché un grito que me saco de mis pensamientos. – Provenía de ella – Parecía desahogar todo el dolor que tenía dentro.

Pero... ¿Por qué? Me cuestioné.

Obtendría respuestas en cuestión de segundos.

Muy decidido y firme en mi caminar me acerqué a las gradas.

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