@sweetscape

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Rachel Benks.

Los Benks se encontraban, como cualquier otra noche, sentados a la mesa. Rachel frente a Shane, el señor Benks frente a la señora Benks. El aire estaba impregnado de un olor a comida casera y de conversaciones sencillas, anécdotas cotidianas y risas tranquilas. Rachel miraba su plato sin verlo, sumida en su propio mundo. Shane la observaba con preocupación. Tragó saliva y suspiró.

Estaba a punto de lanzarse al vacío. Pero se lo debía, de alguna manera. Rachel merecía que él lidiara con sus propios problemas, tal y como ella había hecho con los suyos. Estaba a punto de terminar con aquella dinámica en la que se escondía tras la espalda de su hermana, a la espera de ser defendido. Estaba a punto de salir al escenario y a colocarse bajo el foco principal. Y a esperar el abucheo del público.

Con cuidado, dejó los cubiertos sobre la cerámica blanca. Ante el tintineo del metal, Rachel levantó la cabeza y se encontró de lleno con los ojos de su hermano. Éste quiso sonreírle, pero le tembló la comisura del labio y no pudo más que articular una mueca leve que en absoluto tranquilizó a la rubia.

— Papá, mamá, tengo algo que deciros.

Los señores Benks miraron a su hijo con interés, esperando quizás que les contase algo acerca del equipo. El campeonato de invierno había dado comienzo oficialmente, y era uno de los acontecimientos deportivos más importantes del año académico. Pero Shane pareció quedarse en blanco; sus orejas se colorearon de un fuerte color rojo y parecía incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Quizás aquella no había sido una buena idea.

— Shane. — Rachel captó su atención. Lo miraba con preocupación y hablaba con calma. — No tienes por qué hacerlo.

Como toda respuesta, Shane inspiró profundamente y encaró a sus padres. Esta vez no intentó sonreír, por lo que pudiera pasar.

— Estoy saliendo con Landon.

Rachel casi puedo sentir la liberación que su hermano experimentó en cuanto esas cuatros palabras salieron de su garganta. Sus padres se miraron ligeramente confusos.

— Cariño, ya lo sabemos.

— ¿Lo... lo sabíais? — preguntó la rubia, mientras Shane volvía a ponerse como un tomate. Sus padres soltaron una risita tonta, como si estuviesen hablando de algo obvio.

— Por supuesto. — la señora Benks apuntó con el tenedor a su hijo.— Lleváis saliendo toda la vida. Sois mejores amigos desde siempre. ¿Por qué os ponéis así?

Rachel miró a su hermano y se dio cuenta de que estaba al borde del infarto. Shane cerró los ojos.

— Estamos saliendo como pareja, mamá.

El silencio cayó sobre la mesa como la lluvia en Londres. La señora Benks abrió la boca para decir algo, pero parecía que no llegaba a formar una frase coherente. El señor Benks miraba a sus hijos simultáneamente, como si esperase a que en algún momento empezasen a reír y le dijeran que todo era una especie de broma. Pero sus hijos lo miraban con una seriedad letal.

— ¿Como pareja? — consiguió soltar la señora Benks. — ¿Pareja pareja?

— Sí, mamá. Pareja pareja.

— ¿Pareja en plan, cogidos de la mano? ¿Besos en la boca?

— Sí, papá. Cogidos de la mano y besos en la boca.

Los señores Benks parecían totalmente descolocados. Rachel tenía entendido que sus padres tenían una mentalidad abierta. Sin embargo, era más fácil hablar que demostrarlo. Y Rachel estaba segura de que sus padres jamás habían contemplado la posibilidad de que alguno de sus hijos acabase teniendo una relación sentimental con una persona del mismo sexo. La rubia no sabía muy bien qué esperar de aquella conversación.

Ravel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora