DÍA 3

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Al abrir la puerta de mi casa por el desesperante sonido del timbre, vi a Matt parado en la puerta con un par de cafés de Starbucks y donas en una bolsa, junto con una mirada de culpa en su rostro.

Si había algo a lo que no podía resistirme, era al café de Starbucks.

Me hice a un lado y lo deje pasar cerrando la puerta tras mío.

- ¿Sigues molesto? Pregunto sacando los cafés y poniéndolos en la mesa.

- Eso depende... ¿tienes mi dinero?

- El toqueteo no cuenta, era obvio que era un beso o nada.

Después de un suspiro de fastidio me rendí.

- Solo un beso y me das mi dinero.

- Hecho, si quieres podemos ir esta noche, estoy libre.

Y así lo hicimos, esa noche volvimos al mismo bar. Lo único bueno fue que el chico castaño de la última vez, no estaba.

Decidí que si iba a besar a un chico, debía estar ebrio, después de todo si estoy ebrio y no recuerdo nada, no estaría medio engañando a Mariana, y como quien dice: si no lo recuerdo, no pasó.

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Después de unas 7 botellas de cerveza, estaba listo, mareado, pero listo. Me levante tambaleándome de un lado a otro, hasta llegar junto a un chico rubio algo mareado, igual que yo. Sin tomarme la molestia de preguntar, lo tome de la mano y lo lleve a la pista donde empezamos a bailar.

La temperatura empezó a subir y cuando estuvimos a punto de besarnos me entraron unas nauseas incontrolables.

Tomar tanto y luego bailar como desquiciado no era la mejor combinación. Salí corriendo hacia el baño y vacié todo lo que mi estómago almaceno ese día, o toda la semana probablemente.

Como pude me lave la cara y volví con Matt quien palideció al verme. No entendí bien lo que me dijo pero me ayudo a llegar a mi casa.


Al día siguiente, casi no me reconocí al verme en el espejo. Parecía un zombie, y para rematarlo, tenía una resaca terrible... ¿qué rayos tenían esas cervezas?

Madre Mia Soy Gay!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora