"Un mediodía triste"

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Era una mañana cálida, los rayos del sol proyectaban caprichosas siluetas sobre un suelo de madera.
La brillante luz filtrada a través de las blancas cortinas despertó a Victoria. Se frotó los ojos con la palma de la mano y pasó los dedos por el enmarañado cabello.
Después de casi tres minutos al fin se puso en pie, se dirigió al baño, se lavó la cara y recogió su cabello en una coleta.
Bajó las escaleras, tomó las llaves y salió a caminar, con los audífonos puestos y la música a todo volumen.

Llegó al parque que solía frecuentar, cada día parecía un lugar distinto. Las tonalidades, las personas, nada era igual que el día anterior.
"¿Es esta la realidad?" cuestionó contemplando sus manos como si estas fueran ajenas a sí misma.
Miró a su alrededor, observó el suelo empedrado, el césped crecido, observó los rostros de la multitud que allí se hallaba y no fue hasta que miró su reflejo en el agua turbia de una fuente que se convenció de estar en el mundo real y no en un sueño.
¿Qué era exactamente lo que debía hacer en aquel lugar? Eso ni ella lo sabía.
Cada día acudía y se sentaba en la misma banca, recorría el lugar con la mirada buscando algo o a alguien cuyo aspecto desconocía. Y cada día también, regresaba a casa con la resignación inscrita en el rostro.
Ese día no fue la excepción.
Sin embargo, aún bajo aquellas circunstancias Victoria no se desanimaba y la idea de abandonar dicha búsqueda no asomaba a su mente.

Después de casi una hora transcurrida en frustrados pensamientos y una minuciosa inspección visual, abandonó el parque con paso rápido.

De vuelta a casa entró a un café situado a dos cuadras del parque, era un pequeño establecimiento del cual oscilaba un desgastado letrero de madera en el que se leía "Neruda café"
El dueño del lugar saludó a Victoria con familiaridad y la condujo hacia una mesa apartada del resto de la clientela. Frente a ella se erigía una gran ventana por la cual podía mirarse la concurrida avenida.

La decoración de aquel sitio consistía en libreros repletos de ejemplares gastados; replicas de "La noche estrellada" de Vincent Van Gogh en distintos formatos y abanicos de tela decorados con flores de cerezo pintadas a mano. Aquel extraño conjunto, profería al lugar un ambiente cálido y cómodo.
"Since I've been loving you" inundaba el silencio que la voz de los comensales no era capaz de llenar.

Un joven mesero se acercó a Victoria y con una tímida sonrisa en los labios puso ante ella una taza de café americano.
Ella alzó la mirada y agradeció con un gesto.
-Es un placer tener a alguien como usted aquí- dijo el mesero de forma apenas audible
-¿Alguien como yo?- cuestionó Victoria mirando fijamente a su interlocutor
-Quiero decir, a una escritora tan talentosa como usted- respondió desviando la mirada y acariciando sus cabellos con la palma de la mano.
Ella sonrió cariñosamente, la timidez de aquel chico le parecía adorable .

-Es un placer para mi estar aquí. El ambiente es maravilloso, el aroma y sabor del café no tiene igual y el personal es particularmente encantador- comentó Victoria
El joven sonrió ampliamente y al hacerlo un par de hoyuelos atisbaron a sus sonrojadas mejillas.

Después de casi media hora, abandonó el lugar, hizo un ademán de despedida al dueño y dirigió una sonrisa al mesero que la había atendido.

Mientras caminaba por una calle estrecha, el sonido de un organillo llegó a sus oídos. Victoria volteó ansiosa, tratando de descubrir de donde provenía aquella melodía.
Su percepción sobre la realidad se volvió incierta, "¿Estoy en un sueño?"
Su corazón se agitó, sintió su vista nublarse y buscó alguna señal que le permitiera tener la certeza de estar despierta.

El sonido se detuvo gradualmente y el estado de pánico en el que Victoria se encontraba se disipó de la misma forma.
El estruendo de sus latidos continuaba presente y su respiración tardó en estabilizarse.
Una voz pronunció su nombre y la despertó de aquel trance, el cielo estaba oscuro y el viento soplaba de forma violenta.
Su reloj de pulsera marcaba las 7:20, se encontraba sentada en la misma banca donde había estado horas atrás.
El parque estaba desolado y Victoria no tenía recuerdo alguno de las últimas horas.

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