"Al cuarto para las dos"

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Sentada ante un escritorio, el sonido del segundero resonaba en los oídos de Victoria como un reclamo del tiempo perdido. Frente a ella un folio en blanco plasmaba su nula inspiración.

No era la primera vez que carecía de ideas, tal situación había comenzado semanas atrás, justo después de la presentación editorial de su primer libro, en la cual un evento carente de explicación lógica grabó en la escritora una especie de muralla.

En aquella ocasión, se puntualizaba en los elementos más notorios de la obra de Victoria, la cual se caracterizaba debido a sus escenarios decadentes y sus personajes retorcidos.
"Mis protagonistas han caído en un abismo e incapaces de regresar, se entregan a la locura y la maldad.
Los relatos de gente incorruptible, que resulta vencedora a pesar de mil adversidades e intenta demostrar que la bondad y la virtud vencen al mal, para mi son similares a cuentos de hadas en tierras fantásticas y lejanas; no son más que un entretenimiento infantil." había dicho durante dicha presentación.

-Son palabras bastante egocéntricas para alguien que hasta hace poco escribía cuentos cortos- dijo una voz al final de la sala.
La mirada de los asistentes se dirigió hacia el punto del cual provenía la voz.

-Es verdad que esta es mi primer novela- respondió Victoria- sin embargo mis cuentos han tenido siempre el mismo sello característico.-

El hombre se levantó de su asiento, lentamente avanzó por en medio del público y acercando sus labios al oído de la escritora dijo -No confíes demasiado en tus sueños-

El corazón de Victoria se detuvo por un instante y sintió un sudor frío recorriéndole.
Intentó reconocer las facciones del rostro frente a ella, pero solo fue capaz de distinguir una oscura sonrisa.
Su piel se erizó y sintió la mirada del auditorio entero sobre ella de forma insistente, atentos a su próximo movimiento.

El hombre sujetó el ala de su sombrero e inclinó la cabeza a modo de despedida.
Salió de la sala y al hacerlo, los asistentes, que hasta el momento se habían limitado a observar en silencio, rompieron en murmullos.

Inmediatamente la obra de Victoria y la publicación de su novela pasaron a un segundo término. Todas las preguntas se enfocaron en conocer la identidad del misterioso hombre y el significado de su advertencia.

Y desde aquel evento, como si dichas palabras hubiesen sido una profecía, sus sueños dejaron de ser suficientes.
Efectivamente, la inspiración y elementos de sus relatos provenían de sus pesadillas.
Y la razón por la cual sintió tal conmoción ante la sentencia de aquel hombre fue debido a que nunca había revelado este hecho a nadie. Ni siquiera sus amigos o familiares más cercanos tenían conocimiento de su fuente de inspiración.

¿Había sido una coincidencia? No, ni la presencia ni las palabras de aquel ser habían sido un hecho casual.
Se trataba de una persona que había seguido los pasos de Victoria con atención.
Debido a su afirmación era evidente que conocía no solo la obra de la escritora sino también daba la impresión de encontrarse extremadamente cerca de ella.

El que un escritor inspirara su trabajo en las imágenes que su mente le proporcionaba al dormir, no era nada nuevo. Muchos han sido los autores que se han valido de este recurso al escribir.
Sin embargo, había algo de especial en Victoria.

Desde niña se había caracterizado por sus sueños vívidos y lúgubres.
Dichos sueños, a diferencia de lo común, tenían siempre una secuencia lógica y elementos que podía controlar a conveniencia.

Debido a ellos comenzó su trayectoria como escritora de forma casi involuntaria, como si tal profesión estuviera grabada junto a su nombre.
Cuando su profesora de literatura encontró un pequeño diario entre sus pertenencias.
Lo escrito allí sorprendió en gran manera a la profesora, quien alentó a Victoria a postular una de sus historias para un concurso literario dentro del mismo colegio.

Hasta ese momento Victoria jamás había compartido sus escritos con nadie, puesto que en efecto sus relatos no eran más que un diario en el cual plasmaba sus pesadillas (tenía la facultad de recordarlas al pie de la letra). Sin embargo ante la constante presión que su profesora ejercía sobre ella, al final accedió.

La en ese entonces adolescente recibió el premio al primer lugar y consiguió que su historia fuera participante en una competición a nivel estatal, donde nuevamente le fue otorgado un primer lugar.

Todo esto era un hecho desconocido para sus lectores, editores y personas más íntimas (las cuales eran pocas, a decir verdad)
No era que Victoria no tuviera el deseo de compartir estos hechos con alguien, era que simplemente no podía hacerlo; porque nada de ello concordaba dentro de la etiqueta de lo "normal".
Al primer intento de exteriorizar como verdadero lo que ocurría en sus sueños, estaba segura de que la tacharían de loca o mitómana. Y no era una descripción con la cual quisiera lidiar.
Porque la gente tiende a llamar "imposible" a aquello que nunca ha visto.

«Sin olvidar los lugares y personas que he conocido en sueños y posteriormente he topado en la realidad.» se dijo a si misma mientras presionaba la pluma fuente contra su sien.

Victoria posó la vista sobre la intermitente luz de la lamparilla.
«Aquel chico del café era mucho más radiante en persona» pensó y una sonrisa atisbó a sus labios.

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