La idea de Gabriel no era mala, en realidad era buena, simple, sencilla, ejecutable.
Siguiendo al pie de letra el plan, uno que me hizo anotarlo para que no se me olvidara, comencé a enviarle mensajes para saber cómo había dormido, que tal su día, que tal su comida y de dulces sueños. Con eso demostraba que me interesaba.
Esa parte fue sencilla, porque ella de verdad me importaba. Dejé de sobre analizar todo lo que hacía. Antes no le escribía a menos que ella lo hiciera, no quería que creyese que la estaba acosando, pero ahora, bajo el plan de Gabriel, me sentí en confianza de escribirle cuando lo deseaba y eso era todo el tiempo.
Su respuesta era siempre tan atenta como la mía y eso marcó un precedente. Ella se volvió más abierta a contarme sus cosas personales como cuando confesó que tenía calambres. Fiel al plan de no sobre analizar mis actuaciones, le pregunté si se sentía mejor y en un arranque de cursilería de mi parte y atrevimiento de Gabriel, claro influyó mucho que esa noche estábamos algo tomados, terminé encargando unos pequeños muffins decorados para que se los entregaran en mi nombre.
Al día siguiente cuando revisé mi teléfono y vi la confirmación del pedido me quería morir. ¿En que estaba pensando? Bueno, si sé en qué estaba pensando. En ella por supuesto.
Laura me había dicho que adoraba el chocolate y más cuando estaba en sus días y recordé que su perfecto y agradable novio, le regalaba siempre rosas, pero nunca algo como esos muffins.
Así que dominado por el alcohol en mi organismo, hice el pedido y lo envié antes de arrepentirme.
Y por supuesto que ahora estoy arrepentido.
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El Gordo
Short StorySamuel es un chico simpático, gracioso y adorable, del que todos (incluyéndolo a él mismo) solo ven sus muchos kilos de más. Cuando el amor toca con fuerza las puertas de su corazón deberá buscar la forma de afrontar sus miedos e inseguridades, si...