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A media mañana del día siguiente, ya no me quedaban uñas, todas me las comí esperando la reacción de Laura.

Mi teléfono vibró con una foto de ella, con una sonrisa inmensa posando con los muffins. Y una segunda foto con ella mordiendo uno de ellos en una pose tan cómica que me hizo reír por largo rato.

Había sido un total éxito mi metida de pata.

Después de ese regalo la amistad continuó mejorando, un poco cada día. Ella me hablaba con más confianza y frescura, comenzó a darme los buenos días y las buenas noches antes de yo hacerlo, incluso era la primera en enviarme fotos.

El GordoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora