Troy, el Guerrero Legendario (Capítulo 2)

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Amy había llegado al Bosque de las Almas Pérdidas, un misterioso lugar oculto a los ojos de los seres humanos ordinarios, llamados por sus habitantes como "Los sin Alma". Sanaél, la bruja guardiana del bosque, decidió orientarla para que pudiera recorrer con tranquilidad el bosque y descubrir los misterios que yacen ocultos ante sus inocentes ojos.

— Por cierto Señora Sanaél —Preguntaba Amy—. ¿Por qué los habitantes del bosque llaman a los seres como yo "Los sin Alma"?

— Bueno querida —Respondía Sanaél—. Para que sepas, son muy pocos los humanos que llegan a este lugar. Este bosque ha permanecido inmutable por miles de generaciones a los ojos de los hombres, incluso desde tiempos ancestrales ellos nos buscaron constantemente para comprender los misterios de la vida y del mundo que les rodeaba.

— ¿Cómo así? —Preguntaba de nuevo Amy.

— Pues verás —Respondía de nuevo Sanaél—. En los tiempos antiguos, los seres como tú creían en la magia, en las criaturas del bosque y en el misticismo y virtud no solo de los árboles, sino también de las almas que los circundan. En otras épocas los hombres vivían en forma sencilla y tranquila y respetaban a las fuerzas de la naturaleza en base a su fe y al amor que ellos sentían en ese entonces por el medio que le rodeaban. En ese entonces, los seres humanos tenían alma.

Pero a medida que transcurrió el tiempo, los humanos se volcaron en sí mismos, comenzaron a dudar de lo inexplicable, a dudar de la magia y el misterio, se volvieron ególatras, construyeron sus vidas en base a lo material y se olvidaron de las almas, de los árboles y de la naturaleza. Renegaron de su fe y de sus convicciones, de su propio mundo y nos enviaron al olvido. Fuimos desterrados porque el hombre dejó de creer en nosotros, de la noche a la mañana pasó de ser sabio, a ser ignorante de sí mismo. Por esa razón nos ocultamos y los consideramos como aquellos que quedaron sin alma, vagando en vida por este mundo sin siquiera conocer lo más preciado de toda la vida.

— Ya entiendo, por eso nos llaman "Los sin Alma" porque los hemos olvidado a ustedes. ¡Qué triste! —Exclamaba con pena Amy.

— Descuida querida, han pasado muchas generaciones desde que un humano llegara a este bosque. —Decía Sanaél.

En eso estaban conversando las dos, cuando súbitamente apareció una enorme criatura que comenzó a comerse los árboles y a las almas que los rodeaban.

— Grandioso... —Decía irónicamente Sanaél—. ¡Lo único que faltaba! ¡Un Troll!

— ¿Un troll? —Preguntaba Amy—. ¿Acaso son reales?

— Sí, tan reales como yo querida —Respondía con ironía Sanaél—. Aparecen muy a menudo para comerse a los árboles, a las almas y a los habitantes del bosque. ¡Qué desagradables son! —Exclamaba también con sarcasmo.

Los habitantes del bosque se pusieron en movimiento para defenderse del ataque del troll, pero los esfuerzos de hadas, gnomos, brujas y hasta de los mismos árboles eran insuficientes para repeler la furia de la criatura. En eso interviene Sanaél para apaciguar su inquietante furia con su magia.

— "¡Troll, que el fuego consuma tus entrañas! ¡PYRO!" —Decía la bruja.

Y una poderosa llamarada surgió del interior de la criatura tratando de consumirlo, pero esta resistió la magia de Sanaél y arremetió directamente contra ella, enviándola lejos contra un árbol.

— ¡Señora Sanaél! —Exclamaba asustada Amy.

— No te quedes ahí parada como tonta, ¡Huye! —Le gritaba Sanaél.

Pero el troll se había anticipado al actuar de la joven y se dispuso a lastimarla de un solo golpe, cuando en ese momento, un jinete a caballo apareció de la nada y le cortó un brazo a la criatura, cayendo al suelo retorciéndose de dolor.

El Bosque De Las Almas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora