prólogo

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Diana
Mi cabello se aprisiona a mi de rostro, mi blusa a mi cuerpo y mis jeans están húmedos.
Estoy completamente empapada y lo único que espero es que mamá ya este en casa. Dijeron que regresarían de inmediato pero una fiesta  no termina tan temprano que digamos.

Mis piernas temblaban, ya no quería esperar a mi amiga que prometió venir por mi.
Mi casa se encontraba a dos cuadras lejanas, y ya había dejado el punto de encuentro.
Tengo que llegar sea como sea.

Esperé el semáforo en rojo y empecé a correr. Los faroles se veían reflejados en el asfalto y el frio era más escalofriante. Mis pies ya no daban para más.
Corrí sin límite alguno que torpemente me estampé con un tipo muy extraño. Llevaba una chaqueta negra larga y un ramo de rosas.

¡Ojala alguien tuviera detalles tan bonitos conmigo! Pensé

—Disculpa  —que tonta soy,
Caí al suelo al estamparme en él , lo miré de frente con un rostro de preocupación.

¿Hice caer el ramo de rosas? Ojalá que no.
Ay creó que sí...

lamentaba haber arruinado el regalo para la enamorada o esposa de este tipo y esperaba que me enojara o obligará a pagarlas. 
No sucedió nada de eso.
Extendió su mano hacia mi en un gesto de amabilidad, la acepte y me ayudó a levantarme de aquel suelo húmedo.

Recogió el ramo; Estaba intacto. Que alivio. De la que me salve.

Sacó una rosa del ramo y me la ofreció. Me sorprendió bastante que luego de haberlas hecho caer me regale una.
—Toma, es para ti
—¿Para mi? —no creía que fueran para mi.  La recibí y le agradecí — ¿no se molestará tu enamorada?
—no es para mi enamorada. Además no tengo una a quien regalarle rosas, es para mi madre que esta  hospitalizada.
—¿Qué?

Se despidió con un simple gesto de la mano y se fue sin darme tiempo de preguntarle su nombre o averiguar algo más de él.

                                   ***

Las luces de mi casa estaban apagadas, mis padres aún no habían llegado. Seguro su fiesta será hasta media noche. Busque las llaves en mis jeans para poder entrar, pero no las encontré en los bolsillos delanteros y menos se encontraban en los de atrás.

Camine hasta la puerta por si mi madre dejo una copia pensando que no lleve las mías al cine, pero no las encontré. La puerta estaba entreabierta, así que pensé que ya estaban dentro; empuje la puerta, entre en la oscuridad y y se encontraba silenciosa.

comencé a tener miedo.

—Mamá, ¡estás ahí!
No hubo respuesta, solo un maullido de un gato. Estaba segura que no era Tomi, mi fiel amigo.
En seguida empecé a escuchar pasos lentos.
— ¿Quién está ahí? —pregunté.
Me apoye en la pared al lado de la puerta, con la ropa empapada trataba de buscar el interruptor  para encender la luz pero estaba desubicada. No sabía dónde estaban las cosas.
Aunque esté oscuro, miraba al frente por si un ladrón me apunte con una pistola o un silenciador.

Tratando de buscar el interruptor comencé a escuchar más pasos, estaba más nerviosa. Alguien se acercaba a mí y no sabía que me pueda hacer.

De pronto sentí sus labios con los míos. Eran suaves y húmedos. Su cuerpo mojado en contacto con el mío, las gotas que caían de su cabello caía en mi rostro. Me estaba besando, lo estaba haciendo y no podía hacer nada, mis brazos no respondían, mi cuerpo se paralizo. No lo veía solo sentí que era más alto que yo.
Cuando quise alejarme pise a Tomi que maulló y me caí.
Aquel tipo salió de mi casa y yo trataba de buscar el maldito interruptor.  
¿Me beso?
Sí, lo hizo y no sé en que pensar.
La sala de mi casa quedó oscura, con la ropa empapada y lo peor es que no sé de quién fue.

¿Y ahora a quién culpo?

Me Creerías Si Te Digo Que Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora