IV.

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-Eh Albert, sigues dormido, te van a robar hasta los empastes.

Pablo había sentido la necesidad de ir hasta su tienda a comentárselo porque era cierto, desde debajo del coche que estaba reparando veía como daba cabezadas en el mostrador.

-¿Cómo puede no preocuparte que el chulo este se pasee por el pueblo de esa manera tan sexual, que parece que el tío paseara desnudo? ¿es que no ves cómo están todas? Esto no es normal...

- Otra vez el temita, estás que no cagas, para esto me despiertas... ¿No es normal que gusten otros que no sean tú, quieres decir?

-Tú y Alberto y todos os reís mucho, pero ya veréis como empecéis a ver a vuestra chica babeando tras él, vosotros que sois más a la antigua. Que entiendo que les guste, porque vaya culo gasta el amigo con cuarenta y algo

-Pero si Alberto no tiene novia fija...¿te parece que su culo está bien?

-Huy sí, no está siempre intentando que esa Irene que está tan buena y él salgan en serio. Y su culo, pues es mejor que el tuyo, que nunca has estado mal, aunque te falta bastante. Y como este tío, pues pocos, es muy guapo, eso no se puede negar.

-Vale, Pablo. Voy a seguir durmiendo y voy a empezar a pensar en serio que deberías llamarle para que te diera tu butano y el de tu primo.

Irene cruzó corriendo la plaza, necesitaba una bombona como fuera, se había olvidado de pedir una la semana anterior, había visto el uniforme naranja a lo lejos, como una boya en el mar y no se lo pensó, llegó ya sin aliento hasta su altura y le cogió el brazo, un brazo musculado y tan moreno y tan con el vello justo. Pero esto qué...

Se quedó flipada al ver lo guapo que era el señor butanero, que se había dado la vuelta y sonreía como un ángel, más que Alberto, que era bastante más joven, pero aún así...vaya culo tenía ese señor y cómo se le pegaba el uniforme. Tampoco es que se acordase mucho del culo de su follamigo favorito, ni siquiera hubiese podido decir si tenía pelos o no, hacía semana y media que no lo veía; otra vez estaba en una fábrica de otra provincia, en unas protestas y antes de eso no se lo había visto demasiado tampoco, un beso y tres semanas sin aparecer hasta que le picaba otra vez "perdona tía, llego tarde al bus" y gracias. Lo peor es que ya estaría en el pueblo hacía días y pasaba de llamarla, ya se lo conocía de sobras... si iba al café se lo encontraba fijo, luego quería que salieran en serio y rollos de pareja, encima, no le parecía que tuvieran suficiente en común aparte de buen sexo, no le iba a servir pasar de ella, era fácil encontrar a otros.

-Hola...perdona, estoy medio dormida. Je. Es que me hace mucha falta una bombona.

-Tranquila ¿dónde está tu piso? Te la llevo enseguida, puedes ir yendo para allá.

-Es ahí...en esa ventana.

- Vale, pues hasta ahora.

Qué tío por favor, aunque tendría como cuarenta y algo y eso la intimidaba un poco, no sabía si sería lo mismo que con tíos de su edad, se preguntaba si aún funcionaría bien, pero eso no podía preguntarlo. A lo mejor molaría hablar con él un rato, lo veía un poco agobiado, llevando él solo el camión, aunque fuera pequeño; quizá agradeciera un poco de charla y no meterle prisa.

-Dime una cosa, si no te importa, Pedro ¿cuántas horas trabajas a la semana?

-Las que sean necesarias. No lo tengo muy claro...

-¿Cómo que no lo tienes muy claro?

-Pues a veces lleva quince minutos o una hora, a veces dos o toda una mañana, depende de lo que quieran ellas. Pero me gusta mucho mi trabajo, no tengo inconveniente en quedarme más que eso, si tanto lo desean...

-¿Cuántos días libres tienes?

-Cuando me llaman de la central podría considerarlo así, supongo.

-¿No tienes días libres? Pero qué explotación es esta...¿quieres que hablemos con mi amigo Alberto? Está en un sindicato y...

-No, no hace falta, muchas gracias. Te estás preocupando mucho por mí.

Aquí Irene se inquietó un poco. Cómo había sonado eso último y cómo le había sonreído...qué mirada le estaba echando, hacia que le viese todo el encanto, a pesar de lo inconsciente y poco comprometido que le estaba pareciendo. Pensó que ya llevaba tres semanas sin follar así a lo tonto entre unas cosas y otras y había que ver cómo estaba este tío de bueno...se le escapó una sonrisa y por supuesto que él le preguntó.

-¿Por qué sonríes? ¿soy tan gracioso?

-No...a ver, sí, bueno, da igual. Es que estaba pensando en otra cosa.

-¿En qué? No estarás pensando en mí todavía...

-¿Estoy pensando en ti? ¿eso crees? Eres muy guapo, supongo que lo sabes, pero tampoco te pases.

-¿Soy muy guapo?

-Sí...

-Tú también eres muy atractiva, si me permites que te lo diga.

-Ya has terminado, veo. Pero sigues aquí. A lo mejor es que quieres algo más.

-¿Quiero algo más? ¿como qué?

-Quizá quieras follar conmigo.

-Joder, sí.

Tras semejante intercambio, no quedaba mucho más que decir. Pedro se acercó a Irene y levantó su vestido despacio, sin dejar de besarla al mismo tiempo que ella levantaba su camiseta y metía la mano en sus boxers, le tocaba mirándole a los ojos, muy cerca, casi besándole y parecía gustarle lo que acababa resultando, estaba impaciente. Iba a ser rápido pero intenso, aún estaban de pie pero enseguida estuvo encima de ella, en la alfombra del salón, con sus uñas clavándose en su trasero, murmurando que quería más y más fuerte, encantada cuando vio que podían hacerlo un par de veces más sin mucho problema.

-¿Y esta rosa?

-Un regalo, es para ti.

-Gracias, vuelve cuando quieras eh...

No pudo evitar besarle apasionadamente para despedirse, por ella hubiese pedido tres bombonas cada semana a partir de esa mañana.  

EL BUTANERO DE LA ROSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora