Estaba junto a su camión y creía que estaba a salvo, pero eso no era así. En un segundo tenía a su lado a Pablo y dos amigos suyos, uno era sin duda el dueño del colmado y el otro no sabía, aunque lo había visto en el bar alguna vez.
-Eh, Pedro Sánchez, dónde crees que vas. ¿No crees que nos debes una explicación? ¿qué se supone que estás haciendo?
-No creo que os deba nada a menos que pase algo con vuestras instalaciones de gas.
-Pablo, déjalo, en serio. Te estás pasando de listo...al menos le invitamos a algo en el bar y lo hablamos tranquilamente.
-No creo que quieras hacer eso, Albert, no sin preguntarle a Inés.
-En serio, tío, esto no, has perdido la cabeza...
-¿De qué parte estáis vosotros dos? A lo mejor deberiáis hablar con Irene y con Inés, os ibáis a llevar una sorpresa, ayer y anteayer estuvo en tu casa y en la de Irene. No las habréis visto muy distraídas estos dos días ¿verdad?
Albert se quedó helado, pensando. Miró a Pedro, pero no creía que fuese él con quién tuviese que hablar, se fue a casa sin decir nada más, a esperarla, tenía miedo pero tenía que saberlo seguro y luego, pues no sabía. Alberto pensó que Irene con este no querría nada serio, pero se preguntó si lo haría mejor que él, pensó que podía pedirle que se lo contara con todo detalle y hacer alguna especie de juego con eso la próxima vez que se vieran...sonrió de una manera tan estúpida que Pablo pasó a ponerse agresivo con él y a preguntarle de qué coño iba mientras Pedro les miraba divertido.
-¿Qué es tan guay para que sonrías así?
-Porque a lo mejor lo que quieres es que vayamos a dar una vuelta tú y yo solos...
-Bueno, Pablo, yo me voy al bar.
-Espera, yo vengo contigo...
De repente, Pablo se había calmado; se puso rojo, miró al suelo y le dijo a Pedro que lo sentía, que se le había ido la cabeza, y que no, que no se iba a dar una vuelta con él, que muchas gracias. El butanero intentó convencerle, que lo mejor era que tuvieran una conversación de hombre a hombre, con su mirada más efectiva, pero Pablo no se atrevió. Alberto le pasó la mano por los hombros y se fueron a comer al bar, comieron en silencio y no hubo preguntas.
***
Pedro sabía muy bien a dónde ir, justo a su calle; ella le vio paseando por allí y le sonrió con malicia, pero había un inconveniente. Así y todo, fue llegar a casa y llamarle.
-Pero Sra. Batet, si tiene ya gas natural...
-Bueno, igual me interesaría volver al butano, podría tratar de convencerme. Es más económico, me lo pone usted...
-Esto así no tiene ninguna emoción, Meritxell.
-Ya me conoces, no me gusta perder el tiempo.
-¿Y cuando lo he perdido contigo? Eso no ha pasado nunca y tengo todo el del mundo cuando eres tú.
No era buena idea haber dejado que pasara, pero ella le gustaba de verdad, se gustaban. No era lo correcto, no era lo que le habían encargado y lo sabía, pero ahí era él quién no podía resistirlo, quién quería volver una y otra vez a casa de la chica de los rizos y los ojos azules, ni siquiera llevaba bombona ya, había llegado a ir vestido de calle, sin prestar atención a su papel habitual. Le estaban vigilando desde hacía dos semanas y le habían advertido, hay tres que se huelen algo, están pensando en hablar contigo, si no podemos protegerte tendrás que volver. No pueden saber lo que eres, podrían agredirte, habría que llevarte a un hospital y eso sería una catástrofe para nosotras.
No quería pensar en eso, así que se acordó del primer día. Había sido especial desde el primer momento, si aquel día no tuvo que hacer casi nada para provocarla, en realidad había sido al revés. Recordando cómo se había sentado delante del espejo y le había hecho mirar mientras se tocaba para él, lo cachondo que se había puesto mientras se miraban follando, empezó a besarla, no estaba teniendo la paciencia y la dedicación que tenía otros días, siempre le ocurría lo mismo con aquel recuerdo.
Aún estaban tirados medio desnudos en el suelo del pasillo cuando llamaron a la puerta, Pedro se levantó todo lo aprisa que pudo y se encerró en el dormitorio. Meritxell se puso una bata ligera y les abrió tranquilamente, ya se imaginaba quiénes eran; mecánico y tendero, Iglesias y Rivera.
-Chicos, no sé dónde ha ido, ya me gustaría saberlo.
-Como si fueras a decírnoslo, ya nos han dicho que ha subido a tu casa más de una vez.
-Y más de cinco...
-No sé, Pablo, a lo mejor de ti podrían decir lo mismo. Ni que estuvieras celoso de nosotras, no entiendo como no eres más comprensivo.
-Vamos, Meritxell ¿lo pasamos bien o no? No te me enfades ahora tampoco, no me jodas así. Sólo quiero saber qué está pasando aquí y dónde está Pedro...
-Pues sí, a nosotras también nos gusta pasarlo bien y Pedro lo tiene más en cuenta que tú y gusta, y cuánto... te lo puedes tomar todo lo mal que te de la gana, pero vas a tener suerte, no creo que volvamos a verle. Hace semanas que no aparece - mentía, en ese momento estaba en su habitación, mirando el techo, cerrada con llave hacía unos minutos por ella misma – y lo mejor que podriáis hacer es hablar con nosotras, en vez de poneros así, tratar de comprendernos, escuchar lo que tengamos que deciros y ver cómo podéis ser mejores...
- Vale, que no me lo cuentas tú tampoco. Los demás no sé, pero yo dejo esto, estáis todas tan enfadadas conmigo...Adriana se ha ido esta mañana, a vivir con unas amigas, pero no hemos quedado mal.
Pedro sonrió en la habitación, pensó en salir y volver a preguntarle si quería butano o qué. O en pedir una ampliación de servicio, este enemigo era bastante fácil de neutralizar.
Albert estaba allí, pero como si no estuviera, bajó la cabeza, se apartó algo de la escena, todo aquello le superaba. Le dolía lo que había hecho Inés, se habían enfadado y dormían en habitaciones separadas, pero entendía que la había descuidado y por eso había sucumbido al evidente encanto de aquel granuja, aún vestido de un color tan ridículo como el naranja era tan guapo que no se podía negar, ese tío con un traje vendería lo que fuese fenómeno. Se propuso ser más...salvaje, tendría que hablar con ella sobre lo que quería, lo que querían ser a partir de ahora, no quería odiarla por haberse acostado con otro, pensó en pedirle que le contase qué de tan bueno hacía exactamente para saber a qué atenerse, dadas las palabras de Meritxell. Y quizá estuviese bien que se lo contase, podía servirles para empezar de otra manera, cómo a ella le gustaba, por lo visto; empezó también a acordarse de cómo eran al principio, todo lo que les encantaba hacer, pronto se encontró caminando hacia su casa, unos metros por detrás de un enfurruñado Pablo, tenían que hablar y no volver a olvidarse de hacerlo.
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EL BUTANERO DE LA ROSA
Fanfiction"No era un butanero cualquiera, era el que tenía en vilo a todo el pueblo por su belleza y habilidades, aunque sólo llevaba en aquel destino tres meses. En su placa ponía "Pedro Sánchez" y en sus ojos y sus manos y su piel ardía una llama que ningun...