Capítulo 12

2K 109 39
                                    



Santiago Moya

E

l detective Javier Morales me llama en la madrugada, mientras vuelo sobre Madrid. Estamos a punto de aterrizar; solo haremos escala en mi ciudad para recoger lo necesario y después volver a partir esta vez rumbo a Barcelona. Le pido de inmediato al investigador que me mande toda la información que tenga por correo electrónico, pero este se niega rotundo y me sugiere, muy amable, que lo atienda en mi despacho. Está dispuesto a viajar hasta donde me dirijo, pues pide verme después de recibir el paquete que me envió directo a mi oficina, recalcando que contiene información extremadamente delicada. Por lo cual, al final de la charla acordamos que volará para hablar conmigo en persona después del mediodía, porque lo que tiene que decirme es un asunto muy grave.

Desde la gala, estoy metido de lleno en el trabajo, así que cuando abordo por última vez en este día prendo mi laptop e intento concentrarme; necesito tranquilidad para poder pensar con claridad. «No hay nada mejor que el trabajo, pues me ayuda a olvidar temporalmente todos esos problemas que me rodean».

Esta mañana tengo demasiadas cosas que procesar; definitivamente, ya no sé qué hacer con esta mujer, Delhy es otra persona. Me vine hasta aquí para poner unos cuantos kilómetros de distancia; se supone que estoy acá para solucionar unos pendientes. Confieso que en esto encontré una excusa para irme de la ciudad, sin embargo, no puedo sacármela de la cabeza; su maldita y extraña transformación me tiene al borde del caos, tanto que la comienzo a odiar. No obstante, en cuanto le vuelvo a dar vueltas al asunto en mi cabeza, tengo la necesidad de saber: "¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué nada tiene sentido?". Quizás todo esto tiene que ver con lo que viene a decirme Morales esta tarde.

Horas después, tengo frente a mí el sobre que acaba de llegar con urgencia; lo sostengo mientras leo "CONFIDENCIAL" impreso en rojo. Este es el tercer paquete que recibo este mes.

Desde que recibí la llamada, me encuentro impaciente, me muero por regresar a casa y ahora que estoy con esto entre las manos crece más mi incertidumbre. Tomo el abrecartas de un cajón de mi escritorio y procedo a abrir el sobre con sumo cuidado de no romper lo que hay dentro; saco primero el informe y procedo a leerlo.

(imagen)

Leo hoja por hoja el extenso reporte que me mandó el detective; encuentro mensajes de texto, reportes completos de las facturas del celular de Mario junto al de Delhy, movimientos de cuentas bancarias, fotografías de personas a las cuales Arizmendi les depositó grandes cantidades de dinero, así como un resumen detallado que incluye fotos de los involucrados. Todo es tan confuso. «¿Por qué diablos no me lo contó? Esto no tiene lógica».

Observo con detenimiento las fotografías de la casa donde afirman que ella estuvo por casi un día completo y con las cuales me comprueban que nunca salió del país.

Un nudo se forma en mi estómago, me quito la corbata y desabrocho unos cuantos botones de mi camisa, siento que me asfixio. Estoy por terminar de leer todo lo que me han mandado y, sin embargo, sigo completamente confundido.

—¡Esta mierda no puede ser! —vocifero enfurecido.

La rabia me posee y me va cegando tras la inminente maldita traición que me han hecho. No sé cómo está implicada Delhy, pero lo voy a descubrir.

Cuando estoy por guardar todo de nuevo en el paquete, veo en el fondo un sobre más. Con manos temblorosas miro lo que contiene y, en ese preciso momento, cada pieza se acomoda en su lugar.

Qué Será de Nosotros Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora