Capítulo VI

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Antes de irse, le regalé a Carolina una caja de Pandora, era una caja especial, dentro tenía todos los recuerdos de sus vidas anteriores, era mi caja especial, la caja que yo conservaba para recordar; aunque lo que yo recordaba era el rencor y los celos, ella podría recordar sus vidas, de una sola vez, sin pérdida de tiempo, así podrían aclararse sus ideas y saber lo que ocurría.

Me quedé pensando en ella, en sus vidas, en sus muertes. Tal vez por eso sentí una desazón, un desconcierto que se instaló en mi corazón. Me necesitaba. No me había llamado, pero estaba seguro que lo hubiese hecho si hubiera podido.

Aparecí en su ventanal, parecía enferma, ¿qué pudo haberle sucedido? No entendía, de todos modos, me desaparecí de su vista, con ella estaba mi hermanito, su fiel aliado y Verónica que parecía tan conmocionada como Carolina. La caja de Pandora estaba allí, cerrada, ¿la habían abierto y habían recordado todo? No, no lo parecía. Pero de que algo pasó en ese lugar, algo pasó y a pesar de la preocupación de Benjamín por Carolina, seguía siendo duro con ella. Esa chica era tan frágil, ¿por qué no podía tratarla con cariño?

Me fui de allí, no soportaba verla con él, buscando el refugio de sus brazos, a pesar de su maltrato, a pesar de sus duras palabras. A ella le gustaba así, ella siempre estuvo enamorada de él, yo nunca encajé en su vida, de no ser por mis poderes, ella jamás se hubiera fijado en mí, si bien ahora estaba confundida e incluso casi pude ver un dejo de cariño en su mirada…

No. Eso no podía ser, algo muy extraño estaba ocurriendo, no sabía qué y debía averiguarlo.

El problema es que no sabía por dónde empezar. Algo me decía que no podía confiar tanto en Adolfo, si él traicionaba a mi hermano, ¿quién me aseguraba que no me traicionaba a mí también? Además, si yo mataba a Benjamín, podría buscar ostentar el poder que siempre debí tener y él sería mi mano derecha, incluso, podía hasta usurpar mi lugar. Lo mismo ocurría si Benjamín me destruía. Si ambos lo éramos, entonces, él tomaría nuestros poderes y…

Una idea atroz se me pasó por la cabeza… Pero no podía ser, debía estar volviéndome loco.

Me senté en mi mullido sofá y volví a pensar en la idea que había tenido. Adolfo, Rodhon, quería destruirnos a ambos (él no podía acabar directamente con nosotros, su posición ante nosotros se lo impedía).

Debatía en mi mente si esto era así o no, no me gustaba pensar de ese modo, pero sí tenía mucho sentido. Porque si se suponía que estaba con mi hermano, que era su mano derecha y a la vez lo traicionaba conmigo…, eso ya era algo de dudar, todos los siglos anteriores, nada más pasar lo malo, se iba con mi Benjamín, volvía a ser su “gran amigo”,  y siempre, al final de todo, lo traicionaba, en su última vida, le hizo creer que yo había matado a Rithana y a su hijo, y no había sido así, entonces… ¿Qué cosas le podía contar de las veces que él no había estado? Adolfo nunca quiso que ese hijo naciera, jamás lo permitió, por eso yo me llevaba a Rithana conmigo, él me convencía que era porque ese niño no sería capaz de nacer, luego, después de ese último niño que sí estaba naciendo, que sí podía vivir, admitió que sí era posible que ambos vivieran y ya era tarde, Rithana no volvería a la vida. No contaba con que mi hermanito la trajera de vuelta.

No. No. Mi hermano no la había traído de vuelta. Él me lo había dicho, alguien más la trajo de vuelta y el único que pudo hacerlo, el único que tenía el poder y conocía la historia como para hacerlo, era Rodhon, Adolfo, el fiel sirviente de mi hermano y mi leal aliado. Él hizo todo. Era él quien había estado jugando con nosotros todo este tiempo, el que ha mantenido el rencor entre nosotros para no unirnos; juntos, mi hermano y yo, seríamos un gran equipo; separados… separados no tenemos mayor poder. Y Rodhon lo sabía. 

Extraño FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora