❀ 3

115 22 10
                                    

— ¿Q-quién eres tú? — preguntó Harry, sobresaltado. Nunca antes se había topado con otro niño en aquel bosque. La cabaña de su familia, al igual que los terrenos que la merodeaban, se encontraban bastante aislados y ocultos de turistas curiosos. El pueblo más cercano, punto de socialización obligado para él y sus padres, estaba ubicado a una distancia considerable.

— Soy Louis — respondió, distraídamente. Le dirigió una mirada curiosa y luego alzó las cejas, desviando la vista hacia el animalito, como si no hubiese visto nada en Harry que mereciera su atención —. Le has dado un gran susto a Rooh — le reprochó.

— ¿Rooh? ¿Así se llama? — Harry pensó que aquel chico no podría hacerle daño. Parecía tener su misma edad, aunque era bastante más bajito.

— Así es. Yo le he puesto ese nombre.

— ¿Y qué significa?

— Es de origen árabe. Hace referencia al corazón, a la esencia de la vida y a la vida misma — explicó, con total naturalidad.

El pequeño de rizos lo miró, sorprendido y hechizado por sus palabras. El tal Louis parecía ser un sabelotodo. A pesar de ello, estaba claro que no buscaba presumir su conocimiento, porque en su tono de voz no percibió ni un dejo de maldad.

Quizás debió haberse quedado mirándolo por algunos minutos, porque Louis, al observarlo de nuevo, entrecerró sus ojos. Éstos eran de un color azul muy bonito, casi cristalino.

— ¿Tú no vas a presentarte? — sus palabras parecían estar cargadas de desconfianza. Harry se molestó un poco. Después de todo, no era él el intruso allí. ¡Ese era su bosque!

— Me llamó Harry, y tengo siete años — contó, orgulloso, al tiempo que le mostraba siete deditos, correspondientes a su edad.

— También yo — Louis sonrió, al tiempo que le extendía la mano para saludarlo formalmente.

Harry se la estrechó, entusiasmado. Su padre le había enseñado aquel saludo con anterioridad, indicándole que aquello era una señal de respeto entre los hombres mayores.

Pero un detalle nuevamente lo alarmó.

— ¡Tienes brillo en tus manos! Deberías tener más cuidado cuando haces manualidades — le aconsejó, intentando sonar amable. Y es que las manitos de aquel pequeño estaban cubiertas de sutiles destellos dorados, que se desperdigaron, a su vez, en las de Harry

Louis miró lo que éste le señalaba. Luego se echó a reír con ganas.

— ¡Esto no es simple brillo, tonto! ¡Es mi polvo de hada! ¿Acaso no te has dado cuenta? — sin dejar de carcajear, echó un poquito por encima del cabello de su acompañante.

Ahora sí, Harry se había quedado atónito.

— ¿Intentas tenderme una trampa? ¿Estás jugando conmigo? — preguntó, nervioso, pero intentando sonar enfadado.

— Claro que no — contestó Louis, borrando la sonrisa de su cara.

— ¿Quieres decirme que... tú eres un hada? — indagó, incrédulo.

— Creí que eso éramos — alegó el niño, cauteloso. Y sin que Harry terminara de comprender lo que estaba sucediendo, lo que realmente estaba ocurriendo, Louis dio un medio giro, exhibiendo unas pequeñas alitas que se desplegaban desde su espalda. Eran realmente diminutas, razón por la cual no las había notado previamente (o quizás, porque estaba demasiado maravillado ante ciertos ojitos azulados como para percibir cualquier otra cosa). Las alas de Louis eran de un color verde agua marina, y Harry pensó que en verdad eran muy lindas.

— Son preciosas — susurró, amagando tocar una de ellas. Pero el niño se zafó fácilmente de su tacto, lo cual provocó un pequeño puchero en el rostro del más alto.

— A ver las tuyas — inquirió Louis, inquieto.

Harry lo miró, asustado.

— Yo... yo no tengo alas.

— ¿Aún no te crecen? Eso es una pena, aunque las mías también tardaron en aparecer. De hecho, ocurrió hace algunos meses, cuando yo estaba en...

— No —. Harry interrumpió su parloteo, algo avergonzado —. Louis, yo... yo no soy como tú. No soy un hada.

Éste lo analizó, dirigiéndole una mirada fría que hizo que su corazón doliera un poquito.

— ¿Eres un humano? Dime, Harry, ¿lo eres? — de pronto, Louis parecía haber entrado en pánico.

— ¡Sí! ¡Sí lo soy! — exclamó, soltando algunas lágrimas al ver el estado del niño — ¡Pero no te asustes, que no te lastimaré!

Intentó acercársele, pero Louis comenzó a correr en la dirección opuesta, con Rooh siguiendo sus pasos.

— ¡Aléjate de mí y no vuelvas a hablarme! — aquellas últimas palabras que escuchó Harry retumbarían en sus oídos hasta mucho tiempo después.

Polvo de hadas ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora