El Armario.

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A un chico un día sus padres trajeron a su habitación un armario, era el armario más bonito que el niño había visto; estaba pintado de color caoba, sus bordes estaban cubiertos de ramas doradas, arriba, parecía que se formaba una corona con dicha ramificaciones, sus manillas doradas parecían estar bañadas en oro, siempre pensó que lo era, el armario tenía unas figuras talladas, era un árbol de gran tamaño que cubría las dos puertas, sus ramas estaban llenas de hojas, su tronco se veía robusto, fuerte, tanto que, el chico pensaba que si querían tumbar ese árbol, iban a necesitar más de 10 leñadores. Pero lo que más le llamaba la atención es que debajo de ese árbol había una especie de pueblo con personajes pequeños, parecían aprovechar la sombra que este le brindaba, pues como adorno al árbol, le habían tallado un sol en la esquina y por su puntas sobresaliendo podía deducir que ese sol brillaba con gran intensidad, en fin, ese diminuto pueblo llamo mucho su atención porque no parecía que fueran humanos, eran algo así como duendes, pequeños y divertidos duendes decía.

-Que ganga la que me he conseguido cariño. –Decía su padre.

-La verdad es que si, es un armario muy elegante para el precio que lo Compraste. –Respondió su madre.

-El pobre hombre parecía muy desesperado por venderlo, dijo que necesitaba el dinero y aproveche la oportunidad.

-Qué suerte tuvo mi padre. -Pensó el niño.

El armario le gustaba tanto que siempre hacía dibujos sobre él y su pueblo, se imaginaba que él era parte de ese lugar, que los duendes jugaban con él y que siempre cantaban en la noche alrededor de una gran fogata que iluminaba todo el sitio.

Cierto tiempo después, el niño escuchaba por las noches que en su habitación se movían las cosas, pero él se limitaba a taparse con la sabanas y trataba de hacer caso omiso de ello, por las mañanas cuando se despertaba, veía como su habitación estaba desordenada, con los juguetes fuera de sus cajas, la puerta del armario abierta y hojas rayadas con figuras sin sentidos, a veces sus ropas estaban en el piso, como a veces solo estaba la puerta del armario abierta. Sus padres de vez en cuando lo regañaban porque veían la habitación desordenada, aunque el tenia solo 11 años era muy consciente de que aunque diga que no fue el, sus padres lo castigarían aun mas, puesto que, él es el único en su habitación, así que para evitar estos regaños acostumbró a pararse un poco más temprano para recoger el desorden y que sus padres no lo regañaran.

Un día reunió suficiente valor y se quedo despierto a la espera de ver que era lo que desordenaba su habitación, tomó del cuarto de sus padres una linterna, la guardó bajo de su almohada y esperó a que cayera la noche.

Luego de la cena, el niño fue a su habitación, ordeno todo se arropo y esperó a que, como todas las noches sus padres pasarán, le dieran las buenas noche y apagaran la luz, una vez hecho esto, el chico espero paciente, con miedo, pero paciente, luego de un rato, justo cuando parecía que el sueño le iba a ganar, un sonido dentro del armario, hizo que el chico se espabilara de nuevo, encendió su linterna y apuntó con la brillante luz a la puerta del armario. Observó como una de estas puertas se abría suavemente, delatando que el armario poseía muchos años de haberse creado, pues al abrirse lentamente la puerta, esta rechino. el pequeño al ver esto se asustó mucho se apretó la sabana a su cuerpo como si este fuera un escudo y siguió apuntando hacia la puerta, no sabía que iba a salir de ahí pero ya era tarde, ya no se podía esconder, ya lo había hecho, fuese lo que fuese sabía que estaba despierto.

-¿Hola?- Preguntó el chico con una voz quebradiza.

Luego de usos segundos de silencio una voz aguda se escucho tras la puerta del armario.

-¿Disculpa, podrías por favor apagar la luz?

Los Habitantes del Armario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora