La verdad de Jerald

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El duende esta vez ya un poco molesto, camino de un extremo a otro mientras exclamaba:

-¡Bien pequeño, pero al menos te gustaría venir a visitarnos! Nos ha tratado mal a pesar de que te hemos brindado nuestra amistad.

- Lo siento Jerald. Si me gustaría visitarlos pero de verdad disculpa, hoy no puedo ir. Esto lo dijo el chico como excusa a ver si el duende se calmaba.

La lluvia se hacía más fuerte.

-Alfred vamos ven. -Ya el duende estaba más inquieto de lo normal.

-No Jerald no puedo, de verdad.

-¡Demonios chico! Dijo el duende exaltado levantando sus manos.

Un rayo cayó y el cielo se alumbró y así como a este, también alumbró la habitación, el duende se tapo los ojos con sus manos y allí en ese pequeño instante el chico se dio cuenta de algo horrible, Jerald no era un duende era otra criatura; lo que parecía ser una barba era una larga lengua que guindaba de una ancha boca la cual estaba llena de pequeños colmillos como si fueran de pirañas, con una nariz larga y puntiaguda, sus ojos eran grandes y amarillos con pupilas verticales largas, como la de un gato, lo que el creyó un sombrero en realidad era parte de su cráneo pero este era flácido, como si adentro no tenía nada, la piel era naranja, si tenía forma humanoide pero este solo llevaba una chaleco un poco grueso, abierta en el medio dejando ver su naranja piel y una barriga protuberante que sobre salía, unas orejas puntiagudas y muy pocos cabellos le guindaban del cráneo, lo que pensó que eran manos, eran garras, era tan grotesco que solo el instante que alumbró la habitación basto para que el chico se diera cuenta de la verdadera apariencia de la criatura con la que estuvo hablando durante noches.

La criatura chillo haciendo el sonido de una serpiente y se abalanzo ante el chico, intento morderlo y le rasguño la cara, el chico grito y luego de un forcejeo arrojo a Jerald por la ventana.

El chico se bajo de la cama y se dispuso a correr hasta el interruptor de la luz, pero cuando este dio unos cuantos pasos sintió como sus piernas fueron rasguñadas y unas pequeñas pero fuertes garras lo detuvieron y cayó, la lluvia no cesaba y otro rayo alumbró la habitación el chico vio otras criaturas igual de grotescas pero sus lenguas y cráneos no eran tan grandes, el chico pataleo apartándose a las criaturas que tenía alrededor, dio un brinco y acciono el interruptor, pero este no funciono, la luz no se encendió.

¡MAMÁÁ! Grito el chico desesperado.

Tu mamá no vendrá chico, le dijo una de las criaturas al Alfred. –la pusimos a dormir, continuó, mientras una risa aguda y atemorizante acompaño la oración.

Las criaturas agarraron al niño y lo arrastraban hasta el armario. Una de las criaturas abrió la puerta de este y cuando ya estaba a punto de llegar el chico estiró los brazos y se aferró a un extremo de la cama, de nuevo pataleo y con sus pies golpeo a los pequeños monstruos, pudo zafarse de las garras de estos, salió corriendo hacia la mesita de noche, abrió la gaveta saco la linterna, se dio la vuelta y alumbró a las criaturas. Se dio la vuelta y apuntó directo a una de ellas y Descubrió que la luz no solo cegaba a las criaturas, también las quemaba, la habitación rápidamente se impregno de un olor a carne chamuscada, los duendes empezaron a correr a través de la habitación, el fuerte sonido de la lluvia quedaba opacada antes los chillantes gritos de los dientes, el chico fue apuntando a cada uno hasta que todos corriendo y llevándose quemaduras en su piel se metieron al armario. El chico esta vez apuntando con la luz de la linterna vio que en el interior del armario había una especie de portal, y lo que se veía al otro lado era un árbol gigante, tal cual el dibujo tallado en el armario pero lo que se supone que era el pueblo en realidad era un puñado de calderos y hornos, todos encendidos, pudo notar que habían pequeños trozos de carnes guindando y una torre de huesos apilados al pie del árbol, aquella imagen era aterradora, Alfred se apresuró en cerrar la puerta y con un cinturón amarró las manillas para que estas no fueran abiertas, abrió la puerta de su cuarto y corrió a la habitación de sus padres, los logró despertar y esta vez el asustado niño, les conto todo entre gritos de nervios y lagrimas, sus padres pudieron ver a su pequeño rasguñado por varias partes de su cuerpo, estas vez no dudaron de él, esta vez sí le creyeron, abrazaron a su niño y esa noche ninguno durmió mas.

A la mañana siguiente la tensión era grande en la casa de Alfred, el estaba en la sala mientras veía como 4 hombres bajaban el armario por las escaleras, uno de ellos era su padre y otro le decía:

Tienes un hijo inteligente David, cuando un duende le hace una visita a un niño este lo invitan a su pueblo, estos no pueden llevarse a los niños así sin más, necesitan una afirmación por parte del infante, así que cuando estos aceptan ir, ellos simplemente pueden llevárselos a la fuerza si así desean, sin embargo si el niño nunca dice que si, estos no se lo pueden llevar.

Cuando ya estaban sacando el armario, el pequeño vio por última vez el dibujo tallado del árbol, pero esta vez había algo raro en el dibujo, esta vez no eran 8 los duendes que ahí estaban tallados, eran 7. En ese momento el chico sintió un escalofrió que recorrió su cuerpo y debilito sus piernas, tanto, que parecía que se le había dormido, Esa noche, no todos pasaron al armario, pues Jerald se quedo afuera, sin embargo era de día y el chico pensó que si la luz de la linterna era capaz de quemarlos, la luz del sol acabaría con él, así que trató de tranquilizarse un poco.

Los padres de Alfred decidieron que por un tiempo el debería dormir con ellos y así fue. Una noche Alfred se despertó de la nada y escucho en la habitación unos pasos, el miedo lo invadió, esta vez no tenia linternas que lo cubrieran, así que se disponía a despertar a sus padres, cuando vio aquella figura corriendo de la puerta de la habitación a la puerta del armario de sus padres, que era uno simple, sin bordados dorados, sin dibujos tallados, un simple armario hecho de madera con dos puertas y no tenia mas adorno que un espejo de gran tamaño en una de ellas, sin embargo, la criatura abrió la puerta se voltio a donde Alfred y este le hizo una señal de que guardara silencio mientras sonreía, se dio la vuelta y salto adentro de este. En ese momento, Alfred, recordó que el acepto la invitación del duende para visitarlo.

Los Habitantes del Armario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora