Cap. 2 -Jerald

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-El niño se sorprendió, pero la voz no le generó miedo, al contrario le dio un poco de seguridad, puesto que, según su criterio, un monstruo no podría ser así de educado, y si fuera uno amenazador, de seguro no tendría tal voz, ya que esta parecía la de un niño. Luego el chico fijo por un momento la vista a aquel dibujo tallado en el armario, a aquel pueblo a los pies del árbol y pregunto:

-¿Eres un duende?

-¿Duende? ¡Oh, Si claro! Soy un duende. –Recibió como repuesta. Podrías por favor apagar la luz, es que mis ojos son delicados y la luz podría dejarme ciego. -Agrego la criatura.

-¿Si la apago me harás daño? -Preguntó el niño, pero esta vez ya no lo había hecho con miedo sino con curiosidad, parecía que se había olvidado que estaba ante algo que nunca había visto.

-¿Hacerte daño? No, ¿Como podría un duende hacerte daño, pequeño?, Hemos visto tus dibujos, nos han gustado.

-¿Hemos? ¿O sea que son más? Preguntó el niño en busca de saciar su curiosidad.

-Siii, sii, somos todo un pueblo, me gustaría presentarme, pero como te dije, esa luz podría dejarme ciego.

-Disculpa, está bien, la apagaré. –El chico apagó la linterna y la habitación quedo oscura de nuevo.

Unos segundos después la puerta del armario se abrió un poco más, el chico intento ver más allá pero se veía todo oscuro. Unos pequeños pasos apresurados se escucharon en la habitación, se escuchó un pequeño gesto de esfuerzo saliendo de la criatura, pues este dio un salto para montarse en la cama del chico, este sintió como su cama se hundió un poco, por fin pudo ver a la criatura pero no con detalle, ya que por la oscuridad y lo largo de su cama no podía ver más que su silueta; "es pequeño", pensó el joven , notó que de la silueta de su cabeza le colgaba una larga barba que llegaba a su cintura, y que tenía un largo sobrero puntiagudo, mas de eso no podía notar.

La criatura se limitó a sentarse al borde de la cama frente al chico:

-Listo, ahora si puedo presentarme. Soy Jerald el jefe duende del pueblo Enrac, y vivimos en tu armario. -Dijo la criatura con su voz aguda y graciosa, mientras hacía un gesto de saludo con su manita.

-Hola Jerald, soy Alfred. -Respondió el pequeño con educación.

-¡Eso lo sé chico! Hemos visto tus cosas, verás, somos muy curiosos y puesto que vivimos contigo, queríamos ver que tal era este sitio y que tal eras tú, somos muy tímidos y si viéramos que eres malo, yo no estaría aquí, ya que pensaríamos que nos harías daño, pero, ¿tú no eres así verdad?

-Siempre me molestaba al ver mi cuarto desordenado, por su culpa me regañaron varias veces. Pero ahora que mencionas el porqué, no encuentro razón para hacerlo.

-No pensamos que te causaríamos problemas por eso, de parte del pueblo de Enrac te pido disculpa. –La criatura se puso de pie e hizo una breve reverencia.

-Jeje, ya no te preocupes. –El chico había parecido haber perdido todo rastro de miedo.

-¿Tus padres Alfred? ¿Cómo te tratan?

- ¿Mis padres? Ahmm a ver, son muy cariñosos conmigo, pero a veces son muy estrictos, no me dejan comer muchos dulces porqué dicen que me dañaran mis dientes, pero mi amigo Diego, de la escuela, siempre me dice que sus padres le dan dulces cada vez que quiere, y el no tiene los dientes feos, a veces no comprenden mis cosas y cuando invito a papa a jugar siempre me dice que está cansado por el trabajo. Mamá siempre esta ordenando y limpiando la casa y ella no sabe nada de chicos, así que nunca le digo para jugar.

La criatura escuchaba paciente cada palabra del chico, no lo interrumpía y solo preguntaba cuando este terminaba de hablar, así fue pasando la noche hasta que en un punto, el duende Jerald se levanto y le dijo a Alfred:

-Lo siento pequeño, ya debo irme, tengo hambre y de seguro me extrañaran en el pueblo, me gustaría seguir oyendo tus historias, ¿Te gustaría venir conmigo? –pregunto la criatura encogiendo sus hombros.

-Me gustaría pero ahora tengo escuela y ya debe ser muy tarde, debería descansar.

-Oh, está bien. Dijo la criatura con voz triste y bajando un poco la cabeza.

-Pero si quieres puedes venir mañana. -Dijo Alfred intentando animar un poco a la criatura.

-Por supuesto, estoy agradecido por tu invitación, ya me voy Alfred, hasta luego. -Contesto este de manera alegre. Se dio media vuelta, calculo la distancia de la cama al piso, balanceo sus brazos y torso hacia adelante y atrás, seguidamente, este brincó, el chico vio como este dio tal salto y al no ver a la criatura preguntó:

-¿Estás bien?

-Claro pequeño, los del pueblo Enrac somos muy resistentes.

Escucho de nuevo unos pequeños pasos, vio como se abría un poco de nuevo la puerta del armario y seguido, esta misma fue cerrada. Luego de eso el chico notó que a pesar de la emoción, tenia sueño, vio el reloj al lado de la mesa de noche y este marcaba las 2:10 am. El pequeño se acomodo de nuevo, guardó la linterna en la gaveta de la mesita de noche y se dispuso a dormir.

Los Habitantes del Armario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora