La propuesta de Jerald

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 En la mañana siguiente mientras el chico desayunaba, veía a su papá por la ventana mientras botaba la basura, al venir, el padre se detuvo por un momento en la grama al lado del camino, se agacho, se puso la mano en la cara cubriendo su boca y nariz, haciendo gesto de que había olido algo desagradable, se levanto y paso a la casa, se dirigió a la cocina y le preguntó a su esposa en donde estaba la llave de la cochera, necesitaba sacar la pala pues encontró una ardilla y un cuervo muertos en la grama, mientras este le explicaba a la madre de Alfred lo que vio, el chico terminaba su desayuno si prestar mucha atención a su padre, esperaba el autobús de la escuela, mismo que no tardo en llegar, este se bajo de la silla, tomó su bolso, se despidió de su madre y su padre y salió corriendo al transporte, de camino el mal olor llego a su nariz y su vista se dirigió a donde desprendía el putrefacto olor, el chico se llevó consigo una perturbadora imagen a la escuela, la ardilla y el cuervo ya estaban en un estado de descomposición avanzado como si tuvieran varios días allí, tenían su estomago abierto como si se hubiesen derretido desde adentro, y al lado de los cuerpos estaba el pequeño saco y las envolturas de los caramelos, el chico se quedo perdido en tan bizarra imagen, y recuperó la noción del momento cuando el autobús sonó su corneta, Alfred volvió en sí y corrió al autobús.

El día en la escuela transcurrió normalmente, excepto que el chico no dejaba de pensar en la imagen, no quería contarle a su amigo porque capaz y diría de nuevo que era mentira, pero Diego vino hasta él en la hora del recreo y le dijo que su papa le contó que los duendes eran malos y les gustaba la carne humana, pero que solo eran leyendas. El chico después de lo que vio en su casa y lo que le dijo diego, ya no se sentía tan seguro del Jerald.

Más tarde en su casa Alfred observo el armario y vio que en el dibujo habían 8 duendes y uno de ellos tenía una larga barba, más larga que la de los demás, así que el intuyo que ese era Jerald. El pequeño abrió la mesita de noche, movió la linterna de sus padres y sacos unas hojas para dibujar, y así distraer la mente.

Esa noche Jerald no apareció, El sueño le gano a Alfred y este se quedo dormido.

Unas horas después algo despertó a Alfred, cuando este dirigió la vista al extremo de su cama vio la pequeña figura del duende de espalda.

-¡Jerald!

Este se da la vuelta;

-¿Que tal chico? ¿Cómo estás? Vengo a hacerte una propuesta.

El duende muy Cortez le pregunta:

¿Te gustaría venir a ver nuestro pueblo?

El chico unos días atrás hubiese dicho que si sin ningún problema pero luego de lo que había visto en el patio y lo que le dijo su amigo ya no se sentía tan seguro.

-Aunque me gustaría ir no podría, no puedo vivir allá, mis padres se sentirán tristes, no los puedo dejar solo. Respondió Alfred con algo de nervios.

Empezaron a caer gotas, estaba lloviendo.

Esta vez el duende se escucho un poco más inconforme y mientras movía un poco las manos como si estuviera exponiendo indicaba:

-Vamos ven, nosotros tenemos todo el dulce que quieras, puedes jugar con nosotros todo el tiempo que quieras, también tenemos quien enseñe si eso te preocupa y nosotros jamás dudaríamos de tus historias, podrías venir a visitar a tus padres de vez en cuando si quieres, te queremos con nosotros Alfred.

El chico se estaba colocando muy nervioso pero su respuesta no cambió.

-Jerald, no puedo, gracias pero no puedo.

Los Habitantes del Armario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora