Capítulo 2

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Katniss.

-Despierta.

Mis ojos parpadearon repetidas veces hasta que logré enfocarlos a la mujer que tenía en frente. Era la misma enfermera que venía cada día, ya había cambiado el suero y ahora dejaba una bandeja con comida y una libreta.

-Ya que has desistido por completo a hablar, el Doctor Aurelius cree que podrías escribir. Ya sabes... Cartas, un diario, lo que se te ocurra.

¿Cartas? ¿Y a quién demonios le iba a enviar las cartas? Me giré ignorándola y tratando de seguir durmiendo.

-Por cierto, Peeta Mellark está en las cocinas y sabe que estás aquí, te ha mandado eso.

Con la mención de su nombre me volví hacia la bandeja, el corazón me latía muy rápido. Unos perfectos bollos de queso, un par de magdalenas y una taza de humeante chocolate adornaban la rústica madera. La enfermera me puso el plato y la taza en frente, dejo el cuaderno y un lápiz a un lado y se llevó la bandeja al marcharse.

Tomé un bollo y lo olí antes de morderlo. Era delicioso, aún más de lo que recordaba. Tomé un sorbo de chocolate y deleité mi paladar con una magdalena. Sin embargo pronto (demasiado pronto) no pude seguir comiendo, me sentí enferma y respiré profundamente para no acabar vomitando.

Mientras controlaba mi estómago débil, miré el cuaderno que me había dejado. Nunca había sido buena con las palabras, pero escribir no parecía tan complicado. Lo abrí contemplando las hojas inmaculadas, agarré el lápiz y anoté el primer nombre que vino a mi mente:

Prim.

De repente me sentí estúpida, no era como si ella pudiera leer esto, no realmente ¿o, sí? Papá creía que había algo más allá de la muerte, tal vez nunca se mostró temeroso a la idea de morir por eso, ni a la de de vivir. El dolor en mi pecho se hizo más fuerte, y mi mano se movió sola por el papel.

Lamento mucho no haber podido mantenerte con vida, patito.

Observé la frase durante casi un minuto entero, el lápiz entre mis dedos temblaba, enclenque, al igual que el resto de mi cuerpo.

Tú, más que nadie merecía seguir viviendo.

Sin embargo, a mí mente llegó la imagen magullada y despellejada de Peeta, su miedo y su dolor camuflados en la ira que el capitolio le había enraizado en el alma, sus ojos rojizos y su semblante atormentado.

Sólo conozco a alguien tan dadivoso como tú, pero la guerra lo rompió un poco. Mucho.

Un nudo se cerró en mi garganta conforme avanzaba y sentí los ojos picarme.

Tú habrías sido mucho mejor de lo que yo seré. Ojalá él se hubiera enamorado de ti y no de mí, así no habría sufrido tanto, quizá él te habría mantenido a salvo.

La idea de que Peeta se hubiera enamorado de Prim (y aunque sabía que habría sido mucho mejor para él) me hizo sentir enferma. No. No podía pensar en Peeta con otra chica, nunca lo había visto interactuar frecuentemente con una chica además de con Delly, y cuando lo hacía con ella no me gustaba del todo. Los aparté de mis pensamientos, no era de ellos que quería escribir. Releí lo que llevaba y suspiré con amargura.

Todavía recuerdo el día en que naciste. Papá estaba muy contento de tener dos chicas. Y aunque mamá había querido un niño se alegró de lo mucho que te parecías a ella.

Las lágrimas me nublaron la vista y tuve que secarme los ojos para continuar.

Desearía saber si realmente lo que papá creía era cierto, de ser así tú tendrías que estar en el cielo más alto de la eternidad y ya no sentiría tanta pena por haberte perdido para siempre, y quizá perdonarme a mí por no haber sido suficiente para ti.

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2018 ⏰

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