Hoy tenía que ir a clases. Tenía tanta flojera como ganas de vivir. Lo más terrible de todo era tener que ver a Nico. Harry estuvo insistiendo toda la mañana para que lo llevase conmigo, pero me negué. Nico no lo podía ver, enseguida se daría cuenta de que había “algo” entre nosotros y reaccionaría de la peor manera. Es algo impulsivo, pero me quiere. Me ha defendido muchas veces de quienes se meten conmigo. Siempre me dice que lo que más le gusta de mí son mis sentimientos, y tiene razón. No puedo ofrecer más que eso. Yo quiero sentir algo por él, pero… no puedo. Algo dentro de mí no me lo permite, y es irritante.
A mamá no le agrada Nico para nada. Dice que es un mal muchacho y una muy mala influencia para mí, solo por el hecho de ser piloto en carreras de autos. He ido muchas veces como copiloto y es bastante divertido, pero en cierto modo me aterra. Él siempre me pone en peligro, supongo que por eso me gustan las cosas extremas.
Vestí unas pantimedias negras con un short de bluejean encima, una franelilla rosa viejo y una cazadora negra. Mi cabello enmarañado estaba bajo un sombrero negro y calcé mis zapatos con botas Mustang negras. Cogí mi bolso y salí de mi habitación. Antes pasé por la habitación de Harry. Toqué tres veces y me pidió que entrara.
-Oye, me voy, ¿necesitas algo? –Pregunté. -¿Quieres algo de la ciudad?
-Un café Starbucks, por favor. –Dijo con su voz ronca. Estaba recostado a su cama con los headphones al cuello y el iPod en la mano.
Di unos cuantos pasos para salir de la habitación cuando…
-Ten un buen día.
Sonreí y entonces salí, sin responder nada.
La señora Anne insistió en que llevara el auto de Gemma. Yo me negué, por supuesto, pero la familia Styles suele ser algo… insistente. Estaba empezando a creer que estaban confiando demasiado en mí. ¿Eso podría ser bueno o malo? Sabía que eran buenas personas, pero me mantendría alerta todo el tiempo. Nunca se sabe. Hoy en día no podría confiar ni en mí misma.
Llegué a la universidad y aparqué el auto de Gemma. Nico se encontraba con sus amigos frente a su auto, y al verme manifestó una expresión de desconcierto. Hasta donde él sabía, yo no tenía auto. Se acercó a mí y me miró con aquellos ojos verdes. Me sonrió e hizo ademán hacia las llaves que yo traía en las manos.
-Es parte de mi trabajo. –Dije.
-¿Qué trabajo? Estás con personas de dinero, ¿verdad?
Yo asentí. Que no me pregunte, que no me pregunte…
-¿Y qué haces?
¡Rayos! ¿Qué debería decirle? Se pondría furioso si le digo que cuido de un chico. Bueno, me salva el hecho de que sea ciego. Cuánto lo siento por decir esto, Harry.
-Ahm… -Titubeé. –Es de… Soy la mensajera de la familia, y también me encargo de la limpieza.
-Está bien. –Se acercó más a mí y besó mi frente. -¿Entramos?
-Si tus amigos no comienzan a insultarme… -Murmuré. Él bufó.
-¿Volveremos a pelearnos por eso? –Objetó. –Ya te dije que no volverá a suceder, ____.
-Ya, ya, está bien, Nico.
Tomó mi mano con fuerte agarre y entramos a la universidad. Él era estudiante de veterinaria también. Como yo, amaba los animales. Nos conocimos de una manera bastante extraña.
Para ese entonces, era yo quien pagaba la universidad y no el señor Styles. Iba corriendo por los pasillos de los laboratorios con una pecera de cristal, con pececitos incluidos. Necesitaba llegar rápido al laboratorio donde examinaría a los peces, así que me apresuré a correr más rápido, y cuando iba a cruzar ¡Pufff! Tropecé con Nico. El agua de la pecera saltó a su ropa. Un desastre total. Los peces saltando de un lado a otro en el piso, buscando a tientas el poco de agua que quedaba. Nico me ayudó a auxiliar a los peces y a llevarlos al laboratorio. Ahí dentro establecimos una conversación.
Con el tiempo hablamos más. Él no es el típico chico que me gustaría tener de amigo. Simplemente lo consideré una buena persona. Le llamaría colega, pero jamás amigo.
Un día, en la clase de anatomía, escribió en un pedazo de hoja “Me gustas”. Me sentí… extraña. Jamás le había gustado a nadie, y menos a alguien bonito. No sabía qué decirle. Él me miraba insistente, anhelando una respuesta pronta. Muy bien pude decirle que no, porque no me gustaba. En cambio, dije que sí. El resto fue un paraíso para él, y una pesadilla para mí. Es terrible estar con alguien a quien no quieres. Tener que besarle y abrazarle sin sentir una pizca de amor.
-¿Salimos hoy? –Me preguntó, pero yo estaba ida. Pensaba en otras cosas.
Agitó varias veces su mano frente a mis ojos hasta hacerme reaccionar.
-Lo siento, Nico, ¿qué decías?
-Que si salíamos… ¿Te pasa algo?
Negué la cabeza. Sí. Pasaba todo.
-Perdón, es que estoy algo cansada. –Dije aburrida. –Me voy a clases. Adiós.
Avancé unos pasos, abandonándolo, pero de repente tenía a Nico bloqueando mi camino.
-Saldremos, ¿de acuerdo? Esta noche. Te buscaré, ya lo sabes.
Y se fue, dejándome las palabras en la boca. Tenía que acudir a esa cita o se pondría como un loco.