Prólogo

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Hace un tiempo, en una fecha que no recuerdo, mi mamá dijo que viajaríamos a Corea del sur por cuestiones laborales de su trabajo como inversionista

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Hace un tiempo, en una fecha que no recuerdo, mi mamá dijo que viajaríamos a Corea del sur por cuestiones laborales de su trabajo como inversionista. Mi edad era de si acaso unos seis años de edad, así que cada vez que me mostraban una foto de Corea y me la mencionaban, mi mente lo asociaba con la misma palabra: chinos.

Pero ese no es el punto. Ahora sé que hay muchas diferencias entre las culturas asiáticas, mucho más con las mías, que pertenezco a la otra punta del mundo. Mi deducción se fue a los "chinos" porque sólo era un infante ignorante y que repetía lo que decía la gente grande.

Eso anteriormente dicho, desencadenó lo que se volvería una de las mejores experiencias de mi vida: El primer viaje al extranjero, en específico: Corea del Sur.

No sé cómo recuerdo mi entusiasmo infantil ante la idea de volar por los aires como si fuera Superman, ni mucho menos mi insaciable curiosidad ante la imponente máquina de alas que nos alejaría de mi país, pero esa memoria está tan nítida en las paredes de mi mente como una película para ver día a día sin cansancio.

También recuerdo ese clima helado que me golpeó tal torbellino justo antes de que mamá se apresurara a abrigarme cómo si yo fuese un burrito y no una niña congelada. Algo más impresionante fue mi emoción al ver tantos "chinos" en un solo lugar y no entender ni media palabra de lo que decían. Se sintió como visitar un mundo nuevo.

—Mami, ¿qué es asuchi?

Ella rio con suavidad.

Ahjussi —Corrigió mientras acariciaba mi cabeza—. Significa señor mayor, cielo.

—¿Aquí todos son señores mayores? —Inquirí tomando su mano y dejándome guiar por ella.

—No, amor —vuelve a reír por mi estupidez de niña—. También hay jóvenes.

—¿Cómo esa china de allá? —Extendí mi brazo señalando a una chica quién sostenía una pequeña maleta mientras salía de la sala de migración.

—¡No señales, Cristal!

—Perdón —Sonreí y ladeé mi cabeza en busca de lograr manipularla. Funcionó porque mamá sólo suspiró.

¡Ay, pequeña y malévola Cristal!

—Son coreanos —Me señaló—. No chinos, ni japoneses, sino coreanos.

—Pero si todos son iguales mami.

—Con el tiempo te darás cuenta que no.

Desde ese día, mi mamá quedó azul por mi culpa. ¿Cómo? Además de mis travesuras, manipulaciones infantiles, problemas con los profesores, quise tomar clases de coreano aparte de las de inglés a pesar de su negativa inicial. Entiendan... Ya saben: La curiosidad, más la terquedad de la que soy dueña multiplicada por cuatro en mi niñez, se duplicó al ser testigo de los bellos árboles repletos de flores rosadas que hoy conozco como: Flores de cerezo. Eso a los niños y adultos les llama la atención; es decir, ¡es un deleite para la vista! Mis ojos veían un cuadro artístico en cuatro dimensiones.

M.C |Min YoonGi #TheDomains2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora