Relato 2: El cuarto de las mariposas

197 27 44
                                    

«Siempre encuentro a alguien a quien hacer daño y dejar atrás»

Every you, Every me – Placebo

_______________________

El cuarto de las mariposas.

Su primera relación sexual había sido cuando tenía catorce años. Era prácticamente un niño, pero no le importó mucho en ese entonces. Él sólo quería experimentar. Era un chico con una bella cara y muchas hormonas alborotadas. O tal vez es que su naturaleza era así y le echaba la culpa a sus pobres hormonas, que lo único que hacían era su trabajo en su organismo. De todas formas, hormonal o no, se acostó con un chico mayor. Edgar tenía dieciocho años y no dudó mucho en colarse en medio de sus piernas para abrirle los ojos a un mundo nuevo.

Un mundo delicioso y carnal...

Entonces no pudo parar. La siguiente vez que tuvo sexo con alguien fue con el mejor amigo de Edgar. Manuel. Era fornido, guapo y varonil. Hacía que le temblaran las piernas con sólo verlo. No puso ninguna resistencia cuando comenzó a acariciarlo, ni cuando comenzó a quitarle la ropa, ni siquiera se quejó cuando le dieron la vuelta, dejándolo de espaldas en la cama y lo penetró. De hecho, disfrutó mucho la sesión de sexo mezquino y salvaje.

Dolía, sí. Pero seguía siendo delicioso.

Entonces pensó que a lo mejor, el amor no era necesario para el sexo. Porque el sexo sin amor se sentía jodidamente bien. Luego llegó Gustavo. Era el profesor de educación física que estaba como un dios pastelito. Inmediatamente sintió atracción por él y se coló en sus sabanas cuando sus calificaciones pendían de un hilo. No es como si se sintiera obligado, o incluso obligado seguía sintiéndose bien. Sin embargo, obligado o no, deseaba estar metido en esas sabanas pulcras, y deseaba más que a nada que Gustavo siguiera metido dentro de él.

Javier pensaba que Gustavo tenía el pene tan grande que ya le había tocado el corazón. Porque sí; se había enamorado. El primer e inolvidable amor...

Cuando cumplió quince años decidió irse de casa. En una vieja mochila empacó sus cosas y se largó sin decirle nada a nadie. Se fue sin siquiera dejar una nota. Se fue sin decir adiós... y se fue al apartamento del profe. Él lo recibió de buena gana, le dio la bienvenida a su refugio y más que todo le dio la bienvenida en su cama. Javier dejó todo por él. Incluso los estudios.

Gustavo era un poco violento. A veces en la cama lo mordía hasta dejarle marcas profundas. Otras veces lo penetraba tan fuerte que dejaba las sabanas empapadas de sangre. Y otras veces, cuando Javier se portaba "mal", lo dejaba encerrado en el cuarto sin comida ni agua por días. Javier nunca reclamó nada. Nunca se quejó de aquellos abusos. Pensó que era natural que las parejas se maltrataran... porque el amor era igual a sufrimiento... El amor era una espina venenosa clavada en el corazón.

Y la de él tenía semen y sangre en la cama.

Por esa razón tomó una decisión. El primero de abril a las diez de la mañana agarró su abrigo, sus llaves y se fue a hacerse un piercing en la lengua. Dolió. Dolió muchísimo, pero valió la pena. Decidió hacérselo porque dolía y porque marcaba. Era su forma de recordarse que el amor sólo traía sufrimiento y que sólo así se ataría a la tierra y dejaría de volar como un globo lleno de helio.

Era una pena que él ya había volado lejos. Y que era un globo extraviado en el inmenso mar del cielo.

Ese día también decidió cambiar de look. Frente al espejo miró su reflejo; los cabellos castaños, las cejas tupidas y sin forma, los ojos verdes. Ese reflejo era una imagen muy lejana a lo que él era. No se sentía como él, sino como ver un extraño invadiendo su cuerpo. Quería encontrarse a sí mismo en medio de ese cuerpo joven y lozano, así que tomó una tijera y procedió a cortarse el pelo. Luego con un tinte se coloreó el cabello de un color naranja estridente. Lavó su cabello y alisó cada hebra con una plancha hasta dejarlo suave como la seda. Se pintó, además, las cejas y después se las depiló hasta darle un forma agraciada; no demasiado finas y no demasiado gruesas, sino algo que fuera al estilo de su cara.

Mariposas Disecadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora