«Inconsciente de que te estoy llorando en pedazos»
Running up that hill - Placebo
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Hecho de bifurcaciones
Salomón odiaba a Javier.
Era una verdad a medias, por supuesto. Lo odiaba y lo amaba a partes iguales, tanto como se podía detestar respirar pero imposible de seguir existiendo. De cualquier modo, Salomón decidió odiarlo todo el tiempo que fue capaz. Lo odió desde el interior de las entrañas hasta la punta de sus pies. Hasta que ese mismo odio le pudrió las tripas y se transformó en un aborrecible amor.
Tan asqueroso y bizarro que le encantaba.
Y si, era cociente de que la mayoría del tiempo se contradecía, en su afán por odiarlo terminó amándolo. Comprendió que su ser estaba hecho de bifurcaciones y no pretendía cambiar su propia naturaleza tan indomable como rebelde. Algún día se iría de su casa y sus diecisiete años de vida le servirían para algo más que solo convertir el dióxido de carbono en oxigeno. Esa era su meta, y claro, llevarse con él a Javier si a este le daba la regalada gana de fugarse con él. Cosa difícil siendo que Javier era el amante de su padre.
Por eso mismo no le sorprendía que las luces estuvieran todas apagadas y que las únicas encendidas fueran las del cuarto del Cesar, su padre. Seguramente, como siempre, estaría cogiendo con su puta gratuita. Javier era idiota y le abría las piernas a Cesar sin intentar negociar dinero de por medio.
Salomón suspiró un poco frustrado y cerrando con cuidado la puerta de entrada para no alarmar a nadie de que había llegado tarde a casa, se encaminó hasta la habitación donde era sitio de escenas grotescas y lujuriosas, sin poder evitarlo.
Y de verdad lo intentó, intentó negarse a si mismo el disgusto de presenciar algo tan asqueroso, de ver con sus propios ojos como Javier se entregaba al ser que lo engendró con la misma lujuria que exhalaba cuando se acostaba con él. Abrió un poco la puerta de la habitación y observó desde el resquicio como copulaban. Los tobillos de Javier descansaban sobre las caderas de Cesar, atrapándolo entre sus muslos mientras Cesar seguía embistiendo con tanta intensidad que Salomón pensó que su intención era partirlo en dos.
La escena seguía siendo asquerosa, pero la imagen le servía a Salomón para renovar su odio por Javier.
Salomón quería irse de allí, dar media vuelta y marcharse, tomar un bus en la terminal y alejarse lo más pronto posible de ese hogar convertido en infierno. Y si estaba en sus posibilidades, no miraría atrás ni volvería nunca más. Pero no podía simplemente tomar sus maletas y largarse. Existía algo que se lo impedía y mucho tenía que ver eso con la mirada verde timadora de Javier y su cuerpo estilizado que en ese instante resbalaba con tanto descaro sobre el cuerpo sudoroso y desnudo de su padre, cambiando de posición a propósito para cabalgarlo.
No es como si pudiera evitarlo. Intentarlo era como tapar el sol con un dedo, inútil y desesperanzador. Javier parecía siempre elegir a Cesar por encima suyo y vaya que eso dolía, se destrozaban cosas por dentro. Sin embargo, Salomón era bueno fingiendo que eso no le importaba. Tanto como fingía en ese momento que no le importaba que Javier estuviera acostándose con su padre.
Apretó los puños, los dientes y las lagrimas. Y observó como ese prostituto montaba a Cesar, lo hacia con vicio y sin vergüenza, con tanta rudeza como si quisiera sentirlo hasta en las costillas.
Y Salomón de verdad quería, quería que eso no le doliera en las entrañas como si una bala le hubiese atravesado, quería que no le importara, pero estaba comenzando a sentirlo; esa tristeza milenaria que se ajustaba en sus ojos y se convertía en penas que astillaban su piel como miles de agujas.
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Mariposas Disecadas.
Short Story«Tú y yo podríamos tener una mala historia de amor» Conjuntos de ones-shot homoeróticos en torno a la vida de Javier y Salomón. Dos polos opuestos que inevitablemente de odian y se atraen, viéndose inmersos en un mundo de violencia, dolor y placer j...