Prohibido

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17-06-2011

Lo nuestro fue prohibido desde el principio, solo que me tardó unos días averiguarlo.

Aquella mañana en misa había volteado hacia atrás sin que mi madre se diera cuenta y ahí fue cuando la vi entrar. Yo estaba en las bancas de la derecha con mis padres y mi hermana, y ella en las de la izquierda, acompañada de una señora mayor. No pude concentrarme lo debido a la misa, mis ojos se perdían a cada minuto hacia donde estaba ella, que por el contrario no apartaba la vista del altar. Al ir a tomar la comunión pude verla más de cerca, cuando se devolvía a su lugar fue la primera vez que cruzamos miradas, esa mirada que aún conservo en lo más profundo de mi ser. Yo sé que jamás te había escrito, a diferencia de mi hermana, pero es algo que aun ni siquiera a ella le he podido contar, así que te ruego que, si devuelves la carta, lo hagas remitida a mí.

Esa mañana al salir de misa quise buscarla, pero la multitud de personas me lo impidió, no dejaba de mirar de un lado a otro tratando de encontrar su cabello sedoso, su cara fina y esas mejillas rosadas que no podía sacar de mi mente. Pero fue imposible. Camino a casa no dejaba de preguntarme todo tipo de cosas sobre ella, de dónde era, cuando había llegado al pueblo, cuál era su nombre y así pase una semana sin poder encontrar respuestas a mis preguntas. Pensé incluso que a lo mejor solo estaba de visita aquel domingo y que por eso no la había visto más, pero el sábado cuando iba con mi padre en el auto la vi sentada en una de las bancas del parque leyendo. Quise detener el auto y salir corriendo hacia donde estaba ella, pero debía acompañar a mi padre a terminar de arreglar la cabaña de la finca de mi tío, ya te había contado mi hermana que todo eso está remodelado ¿no? Pero, en fin, tuve que resignarme a verla de lejos por unos minutos, otra vez.

Mi prima Gabriela no dejaba de molestar el domingo pasado cuando la lleve al curso para su primera comunión. Quería un algodón de azúcar, pero no se lo podía comprar porque mancharía el vestido nuevo que tenía puesto, así que estaba tratando de calmarla para que no hiciera el escándalo aún mayor en la iglesia, pero se me escapo por un momento y salió corriendo hacía la entrada, corrí detrás de ella y entonces tropezó con alguien y se calló. La levanté y la persona con la que chocó también me ayudó y fue ahí cuando sentí como mi corazón explotó en unos segundos. Era ella. No era una chica cualquiera. Era una novicia. Yo simplemente no podía creerlo, pero definitivamente era ella y estaba ahí frente a mí, con su alba blanca y un velo que ahora cubría su cabello. Me estaba hablando, pero yo estaba aún tratando de asimilar el hecho. Al final Gabriela me pisoteo y fue cuando regresé y pude saludarla. Se llamaba María. Era la nueva profesora del curso de comunión de Gabriela. Tanta información por procesar que yo aún no recuerdo como pude decirle mi nombre, no le quitaba la mirada de encima y trataba de disimularlo. Ella simplemente me sonreía y me hablaba sabe Dios de qué cosas, luego nos invitó a pasar a la iglesia a empezar con el curso. Sin mentirte, fue la vez que más disfrute mi estancia en el templo.

Mis interrogantes ahora son muchos más, como por ejemplo ¿por qué ella? ¿Por qué esa decisión de ser novicia? Son preguntas que ni siquiera mi madre me responde con exactitud, solo dice "son cosas de Dios, personas que escuchan el llamado, no sé". ¿Abrumador? Sí, bastante. Ahora llevo Gabriela todos los domingos a su curso, la veo en las misas de la tarde y de vez en cuando en el parque leyendo. Y aunque sé que es absurdo sentir y pretender querer algo con ella, es la chica que ha llegado a flecharme y a mantener mi atención más de dos minutos.

Santiago.


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